jueves, 27 de julio de 2017

El entorno y la persona


Gilberto Nieto Aguilar
Sigue siendo una de las discusiones más controvertidas acerca del comportamiento humano si éste depende de los genes que se heredan de los padres, o si es el resultado de la interacción con la sociedad. Dicho desde otra perspectiva, el debate principal se centra en definir si el comportamiento humano depende de la herencia genética o de lo que se aprende en la familia y el entorno.
El ADN de cada persona es único y aporta información de cómo se construyen todas las proteínas de los sistemas fisiológicos, las enzimas que intervienen en todo el metabolismo y condicionan el funcionamiento normal del cuerpo humano. Esta información es muy valiosa en los campos de la medicina. 
Desde que los «factores hereditarios» de Mendel fueron conocidos y descritos a nivel bioquímico como nucleótidos o combinaciones de los mismos formando genes, la genética ha sido el guardarropa donde se sitúan cómodamente los trajes a la medida sobre el origen y control de múltiples características, simples o complejas, de la naturaleza humana, para explicar la constitución biológica, sus posibilidades o deficiencias metabólicas, motoras y cognitivas, así como gran parte de sus reacciones o comportamientos habituales.
La genéticaha sido y sigue siendo la disciplina preferida para dar un cauce seudocientífico a planteamientos y argumentos ideológicos, sectarios, antisociales y sesgados que han sido utilizados por grupos discriminatorios para justificar el sometimiento y la explotación de unos considerados “superiores” sobre otros que nacieron señalados por la desgracia de ser de una supuesta raza “inferior”.
Los avances en genética han ido siempre acompañados por cierto ruido de fondo. Desde el siglo pasado han sido propuestas muchas “tecnologías sociales” de corte eugenésico, racista y antisocial, en coherencia con los supuestos datos aportados por la ciencia de lo hereditario en cada etapa de su desarrollo. Esta polémica baja de tono pero nunca cesa y sugiere presuntos nexos entre raza y coeficiente de inteligencia, constitución física, intereses y factores de desarrollo.
Las modernas aportaciones de la biología molecular y la genética de la conducta permiten fundamentar argumentaciones en contra de estas teorías sobre la inferioridad genética de algunas razas, el impacto sobre la inteligencia y el desarrollo humano, y contra el determinismo de un destino señalado e insalvable. Los derechos humanos, en el contexto mundial, avanzan en la lucha contra estas ideas segregacionistas.
Quizá en los periodos de crisis económica y social aparecen con mayor fuerza las situaciones de marginación y pobreza, que las élites políticas califican de inútiles en la toma de medidas asistenciales y educativas. Arguyen la evidencia de signos innegables de fracaso constante en las actitudes de ciertos grupos humanos. Pero olvidan que el ser humano no es sólo genética, es mucho más que eso.
En estudios serios y objetivos, con un enfoque humanista amplio, estas circunstancias constituyen el terreno de estudio para ampliar la concepción y las opiniones que sitúen lo biológico, lo genético o la raza en una justa perspectiva para comprender mejor al ser humano y contribuir con eficacia para combatir las causas de marginación, los altos niveles de fracaso escolar, el desempleo, la delincuencia y el bajo coeficiente intelectual.
Sin embargo, la discusión referente a que una persona es, después de haber nacido, la carga genética que porta, la crianza que tuvo, el entorno que lo educó y finalmente la interpretación que desarrolla del mundo y de la vida. En lo que respecta a la familia, comenzamos esta historia en 1942, con la publicación del libro de Carl Rogers “Orientación psicológica y psicoterapia”quienrealiza una serie de planteamientos tendientes a esclarecer su posición frente al proceso terapéutico, la personalidad y la naturaleza humana.Once años más tarde, el psiquiatra norteamericano Harry S. Sullivan publica The Interpersonal Theory of Psychiatryafirmando que las personas son producto de su entorno.
En 1956 Abraham Maslow recalca la importancia de las “experiencias cumbre” en el camino de la autorrealización. Nueve años después el psiquiatra argentino Salvador Minuchin desarrolla la terapia familiar en la PhiladelphiaChildGuidanceClínicy en 1980 la psiquiatra italiana Mara SelviniPalazzoli y sus colegas publican una serie de artículos sobre el enfoque de la terapia familiar en la escuela de Milán. 
La familia es el grupo humano primario más importante en la vida del hombre, la institución más estable en la historia de la humanidad. El hombre nace y vive en familia; posteriormente él mismo crea su propia familia. Es innegable que cada hombre o mujer, al unirse como pareja, aportan a la familia recién creada su manera de pensar, sus valores y actitudes (“La familia en el proceso educativo”, especialistas del Centro de Referencia Latinoamericano para la Educación Preescolar, OEI).
Luego trasmiten a sus hijos una combinación genética y una crianza en la que trasfieren los modos de actuar con los objetos, las formas de relación con las personas, las normas de comportamiento social, que reflejan mucho de lo que ellos en su temprana niñez y durante toda la vida, aprendieron e hicieron suyos en sus respectivas familias para así crear un ciclo que vuelve a repetirse (Ib.).
Aprendemos a reaccionar de cierta forma ante los miembros de nuestra familia. Tales reacciones configuran el papel que adoptamos, sobre todo, en los casos de tensión. Ese papel puede inhibir a nuestro yo auténtico y perpetuarse en la edad adulta. Es por eso que la psicóloga norteamericana Virginia Satir (1916-1988) considera que la familia es la “fábrica” en la que se hacen las personas.
En los casos de estrés, comenta Satir, aparecen tres actitudes derivadas de la familia: el que ve errores constantemente y se dedica a criticar (el acusador); el intelectual poco afectuoso (el calculador); el que confunde las cosas para desviar la atención de las cuestiones emocionales (el distractor); el complaciente que quiere quedar bien con todos (el aplacador); y el comunicador abierto, honrado y directo (el nivelador).
Sólo los “niveladores” mantienen una postura sana y congruente en la que sus sentimientos se corresponden con lo que comunican a los demás. Satir insiste que quienes adoptan los otros papeles tienen una autoestima baja, por lo que temen mostrar o compartir sus verdaderos sentimientos, les intimida la desaprobación, se sienten indignos, descubiertos y rechazados de alguna forma por los demás (“El libro de la psicología”, Santillana, México, 2012, págs. 146-147).
Las situaciones de conflicto son los escenarios que permiten ver el temple de la persona pues cada quien resuelve de acuerdo a los recursos con los que cuenta. La vida es una sucesión de situaciones en las que hay que escoger, decidir, resolver, disponer, satisfacer, deliberar, plasmando –en cada acto– partes importantes de la personalidad. El tercer enfoque es motivo de otro momento.

gilnieto2012@gmail.com 

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