A Roberto Escudero,
dirigente estudiantil de 1968
Toda una vida de lucha.
Javier Ortiz Aguilar
La tumba[i]
es la primera novela de José Agustín, Esta obra de sólo
129 páginas, publicada cuando apenas alcanzaba los 17 años y adquiere una
significación especial en la historia de la literatura mexicana.
José Agustín Ramírez Gómez, el autor,
nace el 19 de agosto de 1944 en la ciudad de Guadalajara, Jal. Estudia letras
clásicas, dirección cinematográfica y composición dramática, Participa en el
taller literario de Juan José Arreola. Tiene
en su haber novela, cuento, guiones cinematográficos, obras de teatro, ensayos,
Forma
parte del cuerpo de profesores de la Universidad de Denver e ingresa en el
Programa Internacional de Escritores de la Universidad de Iowa; conduce y
produce programas culturales de radio y televisión; coordina diversos talleres
literarios.
Como
muchos intelectuales y artistas latinoamericanos se une al proyecto de la
Revolución Cubana. Su solidaridad consiste en sumarse a las brigadas de
alfabetización en Cuba. Ahí inicia una gran amistad con Roque Dalton y Gabriel
García Márquez, comparte en 1968 la celda en el Palacio de Lecumberri con José
Revueltas.
Este
es el autor de la obra que despertó en mí una nostalgia dormida de una época
que me tocó vivir desde la periferia, geográfica, social, y culturalmente.
Esta novela con una narración sin concesiones,
señala los efectos en la juventud estudiosa sensible de la irracionalidad
cotidiana del sistema capitalista. La crisis de la familia tradicional, la pérdida
de la comunicación real, la soledad, y un nuevo lenguaje que revela con una
creatividad poco común, la soledad y el aburrimiento de la vida enajenada y
enajenante, que solo el alcohol y el sexo la hacen soportable. La ficción
paradójicamente no oculta sino denuncia un malestar que a los pocos años
explotará con alcances planetarios. Juan
Rulfo de manera contundente pronostica: “La Tumba es una de las obras que
liquidarán el pasado”[ii]
1.
los
modernos asentamientos humanos.
Para encontrar la ruptura histórica en
el proceso de la creación literaria, es preciso ubicar la novela en su ámbito.
Evidentemente la obra tiene como
contexto el cambio de la estructura demográfica, producto del apresurado proceso
de industrialización. Este fenómeno acelera el crecimiento de la población
urbano y un decrecimiento de los asentamientos rurales del país. La información
arrojada por los censos de 1950, 1960 y 1970 muestran este cambio estructural.
En el censo de población y vivienda
levantado en 1950, el número de habitantes en México alcanza la cifra 25 791
017. De esa cantidad, el 42.6%, en otras palabras, 10 986973 personas viven en
las nacientes ciudades de este país.
Diez años después, según el censo, la
población nacional sufre un incremento del 35.40%, logrando así la cifra de 34
823 123 habitantes. La distribución de la población sigue la misma tendencia,
la población rural asciende al 50.7%, es decir, 17 655 323 habitantes. Las
ciudades mexicanas adquieren desde entonces una importancia en todos los
sentidos.
El censo de 1970 viene a confirmar la
tendencia del crecimiento de la población y la hegemonía del mundo urbano. La
población mexicana crece un 38.08% de tal manera que alcanza la cifra de 48 225
235 personas. Por lo tanto, la población urbana llega al 58%, en números 27 970
636 personas.
El fenómeno demográfico no sólo es una
manifestación cuantitativa, sino que expresa el fortalecimiento de las
percepciones de la realidad, las concepciones seculares, las conductas y formas
de vida de la modernidad, que solo se dan en las grandes urbes. La modernidad
irrumpe desde estos espacios en todos los aspectos de la vida nacional.
2. La cultura urbana y la
producción literaria.
La
urbanización del siglo XX modifica las contradicciones del proceso de
aculturación: la lucha entre los americanistas (apologistas de la tradición
mesoamericana) y los hispanistas (apologistas de la colonización española) se
abandona para ocuparse de las nuevas formas de intervención y explotación
instauradas por el imperialismo norteamericano y la existencia de la guerra
fría, que ponía en peligro la existencia humana. Por otra parte, el
desplazamiento de la contradicción social es evidente. La clase obrera va
perdiendo importancia en el conflicto social y va cediéndolo a los sectores
medios de la sociedad: la huelga ferrocarrilera fue sin duda el canto del cisne
del movimiento de emancipación del proletariado. Después de la derrota, el
encarcelamiento de los dirigentes y un juicio completamente amañado y del
alevoso asesinato del líder agrario Rubén Jaramillo y toda su familia en
Morelos, los movimientos de los médicos, y los estudiantes de educación pública
superior encarnan la figura del sujeto revolucionario.
Si
en los albores del siglo XX el campo mexicano es el escenario donde se
construye el futuro del país. En la mitad de ese siglo es la ciudad el ámbito
donde emerge el futuro del país. Ahí surge una nueva cultura, el imaginario es
urbano y el proyecto, en consecuencia, se construye en la ciudad.
La
atención del escritor se aleja de la problemática de los medios rurales, de las
visiones bucólicas. Incluso la cinematografía da un giro para tratar los temas
urbanos, la música de mariachi y la folclórica va sustituyéndose por los ritmos
extranjeros. La ciudad del siglo veinte trae formas de vida que alteran las
normas de la tradición de la organización social, desde las relaciones
familiares, hasta las relaciones entre ciudadanos y entre los instrumentos de
control social y las relaciones entre ciudadanos y el estado.
Así
la novela de la Revolución Mexicana y la novela indigenista van abandonándose;
nuevos temas y nuevos tratamientos surgen. En los años cincuenta y sesenta
nuevos novelistas aparecen en el mundo literario alejados completamente de los
temas rurales con novedosos proyectos sociales y personales. No obstante, la
revolución en la revolución está en un nuevo sector de la sociedad urbana: la
juventud universitaria procedente de la burguesía de la capital mexicana. Una
juventud con una tradición de alta cultura, con valores de independencia,
dominio de idiomas occidentales, individualistas. Este es sector social que
atrae la atención y que comparten vicios y virtudes los escritores de la
llamada “literatura de la onda”
A esta forma de percibir y recrear la realidad pertenece la obra
de José Agustín. La literatura de la onda es la descripción de la rebeldía de
la juventud, pero no desde afuera, donde el intelectual ve al joven como objeto
de estudio, como un mal que se cura con los años, ni la reflexión abstracta de
conductas inapropiadas; sino como autoconciencia
desventurada en un lenguaje. Margo Glantz la define: como la relación del
joven con el mundo mediante un lenguaje propio salpicado de una anécdota no
definida para expresar sus problemas internos y externos.”
Ese nuevo y fresco lenguaje que identifica a los lectores esconde entre la
crítica y la ironía a las instituciones inmediatas como la familia hasta las
políticas los valores trascendentes negados en la práctica por una sociedad
oculta en la hipocresía
3. La literatura de la onda.
Parménides García Saldaña encuentra la genealogía de la cultura de la onda
y con ello el contexto de una literatura en el movimiento hippie de los Estados
Unidos. Con un estilo propio de su generación escribe que Charlie, Carlitos,
(se refiere por supuesto a Marx, entonces un pensador respetado) diría que este
movimiento marginal de la sociedad norteamericana es una de tantas revoluciones
burguesas con avances deslumbrantes que se atropellan en el mismo proceso, sin
ser comprendidas en su totalidad, hasta mucho tiempo después.
El tiempo ha quitado el velo que oculta el carácter burgués que se inicia en
la metrópoli del continente americano. Pues a pesar de los fanáticos que
integran los grupos, su dirigencia está conformada por rocanroleros ingleses y
norteamericanos. Ellos imponen símbolos de una compleja cultura forjada en una
comunidad marginal. Es decir, no solo es la expresión de una demanda
aparentemente ingenua: “amor y paz”
Precisamente en la comunidad
hippie se desarrolla y se transforma el blues,
música afro norteamericana, en rock and roll atravesado por un culto a la
violencia mitificado en el movimiento beatnik.
Por supuesto existe el proceso de institucionalización del conflicto mediante
el establecimiento de los “símbolos” de la cultura marginal, a través de las
figuras de Elvis Presley, el rey criollo,
Chuck Berry: “Una paradoja de los Estados Unidos: el negro provocando amor en
la blanca con su alma, bellas canciones y música tierna; mientras el blanco
haciendo movimientos compulsivos al borde de la obscenidad para que la blanca
se diera cuenta que el también tenía cuerpo (…) ¿Esquizofrenia?[iii].El mito cinematográfico James
Dean, el rebelde sin causa, concluye dramáticamente con el accidente
automovilístico que termina con su vida.
Este intento por contener la rebeldía en una
posibilidad del “mundo libre” queda desenmascarado en el concierto de los
Rolling Stones ofrecido gratis a sus seguidores en Altamont en diciembre de
1969. En este acto un joven negro intenta subir al escenario y uno de los
integrantes de la banda Los Andeles del
Infierno intenta detenerlo, el negro se resiste y el rocanrolero lo mata.
El juez por considerar que el asesino actuó en legítima defensa le otorga la
libertad. Posteriormente se sabe que el financiamiento y la promoción corrió a
cuenta de The Shark trust Co., y los Rolling Stones pagaron menos impuestos al
fisco.[iv]
Si bien
el proceso de institucionalización del conflicto muestra sus recursos, no
fracasa, pero surge una nueva alternativa de la protesta de los marginados, que
la expresa en la música de Bob Dylan, un lector de filosofía, que combina la
tradición musical negra y la folklórica norteamericana atendiendo problemas
como la discriminación racial, la invasión a Cuba, la enajenación del pueblo
norteamericano.
Esta mentalidad y los nuevos mitos de la violencia
crean la cultura de la onda. En ella hay un lenguaje, una música y una relación
con los demás. Esta cultura que se expresa en una literatura
invade a México.
La
onda no es una moda, sino un estado
de conciencia que subyace en el proceso de la historia. La onda, según Parménides, requiere de un desgaste anormal de energía
de energía; si no, no es onda. (…) Cuando la onda asciende hasta el nivel de lo
trascendente viajero ha llegado al misticismo.”[v]
4. La tumba
¿Inicio en de la ruta de la onda?
México está en su proceso acelerado de crecimiento industrial, que los
apologistas del sistema llamaron “el milagro mexicano”. En ese tiempo el
producto interno bruto alcanza un 6.7%, se estabiliza la paridad del peso
frente al dólar y la inflación se reduce al mínimo. Pero también las conductas
juveniles tienden a relajarse.Independientemente de las bondades del crecimiento
y las desigualdades sociales se acentúan. En esas condiciones la nueva cultura
irrumpe en los polos de desarrollo de la metrópoli capitalina.
Los precursores de la literatura de la onda en México, que Raymond L.
Williams y Blanca Rodríguez, denominan posmoderna, son José Agustín con su
novela La tumba (1964) y Gustavo
Sáinz con Gazapo (1965)[vi]
Margo Glantz es contundente:
“La tumba es una novela de gran importancia ya que marca
el inicio de la literatura de la Onda en América Latina”[vii].
Sus razones: una nueva narrativa construida con el lenguaje creativo. juvenil y
coloquial, una sensibilidad diferente, carencia de censura, crítica a la
autoridad inmediata, (padres, a los maestros), sensación de vaciedad de la
vida. Todo ello inmerso en un ambiente de alta cultura totalmente cosmopolita.
En una vida que daba todo lo que puede
ofrecer el sistema de confort, tener todo y de calidad: casa, educación y
cultura, conocimiento y práctica de idiomas, círculos de lectura y de
producción y sin embargo la vida y la muerte parecen carecer de sentido. Desde
las primeras páginas de la novela hay un accidente (¿accidente?) que no afecta
para nada la fiesta de los jóvenes que reunidos disfrutan sus tiempos libres (¿disfrutan?).
Relaciones vacías entre jóvenes que los conducen a la más angustiosa soledad.
La novela describe sin autocensura, como afirma Vicente Leñero, la experiencia
frustrante de una adolescencia en búsqueda. La mayor evidencia es la expresión
de Gabriel Guía, personaje central de la historia:“No sentía deseos de nada. Me
odiaba en serio. Nada era imposible, No tenía ganas de levantarme, ni de
permanecer en la cama”[viii]
5.
A manera de conclusión.
La
conciencia de la vida y la muerte sin sentido, es el fondo del aburrimiento que
llega al límite. Esta situación conduce al sector más sensible a la decisión de pensar en un cambio radical, en
un cambio de raíz, en otras palabras, en decidirse por emancipar al hombre,
recuperar su libertad enajenada. Esta es la voluntad que subyace en los
movimientos estudiantiles en la década de los sesenta:esta idea vive en cada
huelga, en cada manifestación. No solo en México sino en muchos países,
desarrollados, subdesarrollados, capitalistas y los llamados socialistas.
Católicos y protestantes. El objetivo es el mismo: “tomar el cielo por asalto”,
como lo soñó Marx, o formar al “hombre nuevo” como se pensó el Comandante en Jefe
que asaltó el cuartel Moncada pensando que la Historia lo absolvería. Así son
las convicciones que dominan las épocas históricas, o el pasado, que estudian
los historiadores, pero que algunos piensan que estará de otra manera en otro
proyecto, ”igul pero no lo mismo” como lo decía una canción de la trova cubana
La tumba
permitió comprender después de más de medio siglo, una época que viví con sus
altibajos una generación; ´por elloprovocó innegables nostalgias.
[i]José Agustín. La tumba. México, Debolsillo; 2011
[ii]Ibídem. contraportada
[iii]García Saldaña, Parménides. En ruta de la onda. México, Editorial
Jus,; 2014, 46-7
[iv]Ibídem 18 y 24
[v]Ibídem28
[vi]Williams, Raymond et al. La narrativa postmoderna en
México. Xalapa, Universidad Veracruzana; 2002
(Biblioteca) 84
[vii]Glantz, Margo. Onda y escritura: jóvenes de 20
a 33. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/onda-y-escritura-jovenes-de-20-a-33--0/html/c6a83f9b-dd2a-4036-9f90-127d008e44f4_5.html
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