lunes, 12 de diciembre de 2016

La tumba: retrato de una época.



A Roberto Escudero,
dirigente estudiantil de 1968
Toda una vida de lucha.

Javier Ortiz Aguilar

La tumba[i] es la primera novela de José Agustín, Esta obra de sólo 129 páginas, publicada cuando apenas alcanzaba los 17 años y adquiere una significación especial en la historia de la literatura mexicana.
          José Agustín Ramírez Gómez, el autor, nace el 19 de agosto de 1944 en la ciudad de Guadalajara, Jal. Estudia letras clásicas, dirección cinematográfica y composición dramática, Participa en el taller literario de Juan José Arreola. Tiene en su haber novela, cuento, guiones cinematográficos, obras de teatro, ensayos,
               Forma parte del cuerpo de profesores de la Universidad de Denver e ingresa en el Programa Internacional de Escritores de la Universidad de Iowa; conduce y produce programas culturales de radio y televisión; coordina diversos talleres literarios.
Como muchos intelectuales y artistas latinoamericanos se une al proyecto de la Revolución Cubana. Su solidaridad consiste en sumarse a las brigadas de alfabetización en Cuba. Ahí inicia una gran amistad con Roque Dalton y Gabriel García Márquez, comparte en 1968 la celda en el Palacio de Lecumberri con José Revueltas.
Este es el autor de la obra que despertó en mí una nostalgia dormida de una época que me tocó vivir desde la periferia, geográfica, social, y culturalmente.
 Esta novela con una narración sin concesiones, señala los efectos en la juventud estudiosa sensible de la irracionalidad cotidiana del sistema capitalista. La crisis de la familia tradicional, la pérdida de la comunicación real, la soledad, y un nuevo lenguaje que revela con una creatividad poco común, la soledad y el aburrimiento de la vida enajenada y enajenante, que solo el alcohol y el sexo la hacen soportable. La ficción paradójicamente no oculta sino denuncia un malestar que a los pocos años explotará con alcances planetarios.  Juan Rulfo de manera contundente pronostica: “La Tumba es una de las obras que liquidarán el pasado”[ii]

1.     los modernos asentamientos humanos.

          Para encontrar la ruptura histórica en el proceso de la creación literaria, es preciso ubicar la novela en su ámbito. Evidentemente la obra  tiene como contexto el cambio de la estructura demográfica, producto del apresurado proceso de industrialización. Este fenómeno acelera el crecimiento de la población urbano y un decrecimiento de los asentamientos rurales del país. La información arrojada por los censos de 1950, 1960 y 1970 muestran este cambio estructural.
          En el censo de población y vivienda levantado en 1950, el número de habitantes en México alcanza la cifra 25 791 017. De esa cantidad, el 42.6%, en otras palabras, 10 986973 personas viven en las nacientes ciudades de este país.
          Diez años después, según el censo, la población nacional sufre un incremento del 35.40%, logrando así la cifra de 34 823 123 habitantes. La distribución de la población sigue la misma tendencia, la población rural asciende al 50.7%, es decir, 17 655 323 habitantes. Las ciudades mexicanas adquieren desde entonces una importancia en todos los sentidos.
          El censo de 1970 viene a confirmar la tendencia del crecimiento de la población y la hegemonía del mundo urbano. La población mexicana crece un 38.08% de tal manera que alcanza la cifra de 48 225 235 personas. Por lo tanto, la población urbana llega al 58%, en números 27 970 636 personas.
          El fenómeno demográfico no sólo es una manifestación cuantitativa, sino que expresa el fortalecimiento de las percepciones de la realidad, las concepciones seculares, las conductas y formas de vida de la modernidad, que solo se dan en las grandes urbes. La modernidad irrumpe desde estos espacios en todos los aspectos de la vida nacional.

2.      La cultura urbana y la producción literaria.

La urbanización del siglo XX modifica las contradicciones del proceso de aculturación: la lucha entre los americanistas (apologistas de la tradición mesoamericana) y los hispanistas (apologistas de la colonización española) se abandona para ocuparse de las nuevas formas de intervención y explotación instauradas por el imperialismo norteamericano y la existencia de la guerra fría, que ponía en peligro la existencia humana. Por otra parte, el desplazamiento de la contradicción social es evidente. La clase obrera va perdiendo importancia en el conflicto social y va cediéndolo a los sectores medios de la sociedad: la huelga ferrocarrilera fue sin duda el canto del cisne del movimiento de emancipación del proletariado. Después de la derrota, el encarcelamiento de los dirigentes y un juicio completamente amañado y del alevoso asesinato del líder agrario Rubén Jaramillo y toda su familia en Morelos, los movimientos de los médicos, y los estudiantes de educación pública superior encarnan la figura del sujeto revolucionario.
Si en los albores del siglo XX el campo mexicano es el escenario donde se construye el futuro del país. En la mitad de ese siglo es la ciudad el ámbito donde emerge el futuro del país. Ahí surge una nueva cultura, el imaginario es urbano y el proyecto, en consecuencia, se construye en la ciudad.
La atención del escritor se aleja de la problemática de los medios rurales, de las visiones bucólicas. Incluso la cinematografía da un giro para tratar los temas urbanos, la música de mariachi y la folclórica va sustituyéndose por los ritmos extranjeros. La ciudad del siglo veinte trae formas de vida que alteran las normas de la tradición de la organización social, desde las relaciones familiares, hasta las relaciones entre ciudadanos y entre los instrumentos de control social y las relaciones entre ciudadanos y el estado.
Así la novela de la Revolución Mexicana y la novela indigenista van abandonándose; nuevos temas y nuevos tratamientos surgen. En los años cincuenta y sesenta nuevos novelistas aparecen en el mundo literario alejados completamente de los temas rurales con novedosos proyectos sociales y personales. No obstante, la revolución en la revolución está en un nuevo sector de la sociedad urbana: la juventud universitaria procedente de la burguesía de la capital mexicana. Una juventud con una tradición de alta cultura, con valores de independencia, dominio de idiomas occidentales, individualistas. Este es sector social que atrae la atención y que comparten vicios y virtudes los escritores de la llamada “literatura de la onda”
A esta forma de percibir y recrear la realidad pertenece la obra de José Agustín. La literatura de la onda es la descripción de la rebeldía de la juventud, pero no desde afuera, donde el intelectual ve al joven como objeto de estudio, como un mal que se cura con los años, ni la reflexión abstracta de conductas inapropiadas; sino como autoconciencia desventurada en un lenguaje. Margo Glantz la define: como la relación del joven con el mundo mediante un lenguaje propio salpicado de una anécdota no definida para expresar sus problemas internos y externos.”
Ese nuevo y fresco lenguaje que identifica a los lectores esconde entre la crítica y la ironía a las instituciones inmediatas como la familia hasta las políticas los valores trascendentes negados en la práctica por una sociedad oculta en la hipocresía

3.     La literatura de la onda.

Parménides García Saldaña encuentra la genealogía de la cultura de la onda y con ello el contexto de una literatura en el movimiento hippie de los Estados Unidos. Con un estilo propio de su generación escribe que Charlie, Carlitos, (se refiere por supuesto a Marx, entonces un pensador respetado) diría que este movimiento marginal de la sociedad norteamericana es una de tantas revoluciones burguesas con avances deslumbrantes que se atropellan en el mismo proceso, sin ser comprendidas en su totalidad, hasta mucho tiempo después.
El tiempo ha quitado el velo que oculta el carácter burgués que se inicia en la metrópoli del continente americano. Pues a pesar de los fanáticos que integran los grupos, su dirigencia está conformada por rocanroleros ingleses y norteamericanos. Ellos imponen símbolos de una compleja cultura forjada en una comunidad marginal. Es decir, no solo es la expresión de una demanda aparentemente ingenua: “amor y paz”
          Precisamente en la comunidad hippie se desarrolla y se transforma el blues, música afro norteamericana, en rock and roll atravesado por un culto a la violencia mitificado en el movimiento beatnik. Por supuesto existe el proceso de institucionalización del conflicto mediante el establecimiento de los “símbolos” de la cultura marginal, a través de las figuras de Elvis Presley, el rey criollo, Chuck Berry: “Una paradoja de los Estados Unidos: el negro provocando amor en la blanca con su alma, bellas canciones y música tierna; mientras el blanco haciendo movimientos compulsivos al borde de la obscenidad para que la blanca se diera cuenta que el también tenía cuerpo (…) ¿Esquizofrenia?[iii].El mito cinematográfico James Dean, el rebelde sin causa, concluye dramáticamente con el accidente automovilístico que termina con su vida.
          Este intento por contener la rebeldía en una posibilidad del “mundo libre” queda desenmascarado en el concierto de los Rolling Stones ofrecido gratis a sus seguidores en Altamont en diciembre de 1969. En este acto un joven negro intenta subir al escenario y uno de los integrantes de la banda Los Andeles del Infierno intenta detenerlo, el negro se resiste y el rocanrolero lo mata. El juez por considerar que el asesino actuó en legítima defensa le otorga la libertad. Posteriormente se sabe que el financiamiento y la promoción corrió a cuenta de The Shark trust Co., y los Rolling Stones pagaron menos impuestos al fisco.[iv]
          Si bien el proceso de institucionalización del conflicto muestra sus recursos, no fracasa, pero surge una nueva alternativa de la protesta de los marginados, que la expresa en la música de Bob Dylan, un lector de filosofía, que combina la tradición musical negra y la folklórica norteamericana atendiendo problemas como la discriminación racial, la invasión a Cuba, la enajenación del pueblo norteamericano.
Esta mentalidad y los nuevos mitos de la violencia crean la cultura de la onda. En ella hay un lenguaje, una música y una relación con los demás. Esta cultura que se expresa en una literatura invade a México.
La onda no es una moda, sino un estado de conciencia que subyace en el proceso de la historia. La onda, según Parménides, requiere de un desgaste anormal de energía de energía; si no, no es onda. (…) Cuando la onda asciende hasta el nivel de lo trascendente viajero ha llegado al misticismo.”[v]

4.     La tumba ¿Inicio en de la ruta de la onda?


México está en su proceso acelerado de crecimiento industrial, que los apologistas del sistema llamaron “el milagro mexicano”. En ese tiempo el producto interno bruto alcanza un 6.7%, se estabiliza la paridad del peso frente al dólar y la inflación se reduce al mínimo. Pero también las conductas juveniles tienden a relajarse.Independientemente de las bondades del crecimiento y las desigualdades sociales se acentúan. En esas condiciones la nueva cultura irrumpe en los polos de desarrollo de la metrópoli capitalina.
Los precursores de la literatura de la onda en México, que Raymond L. Williams y Blanca Rodríguez, denominan posmoderna, son José Agustín con su novela La tumba (1964) y Gustavo Sáinz con Gazapo (1965)[vi]
          Margo Glantz es contundente: “La tumba es una novela de gran importancia ya que marca el inicio de la literatura de la Onda en América Latina”[vii]. Sus razones: una nueva narrativa construida con el lenguaje creativo. juvenil y coloquial, una sensibilidad diferente, carencia de censura, crítica a la autoridad inmediata, (padres, a los maestros), sensación de vaciedad de la vida. Todo ello inmerso en un ambiente de alta cultura totalmente cosmopolita.
          En una vida que daba todo lo que puede ofrecer el sistema de confort, tener todo y de calidad: casa, educación y cultura, conocimiento y práctica de idiomas, círculos de lectura y de producción y sin embargo la vida y la muerte parecen carecer de sentido. Desde las primeras páginas de la novela hay un accidente (¿accidente?) que no afecta para nada la fiesta de los jóvenes que reunidos disfrutan sus tiempos libres (¿disfrutan?). Relaciones vacías entre jóvenes que los conducen a la más angustiosa soledad. La novela describe sin autocensura, como afirma Vicente Leñero, la experiencia frustrante de una adolescencia en búsqueda. La mayor evidencia es la expresión de Gabriel Guía, personaje central de la historia:“No sentía deseos de nada. Me odiaba en serio. Nada era imposible, No tenía ganas de levantarme, ni de permanecer en la cama”[viii]
5.     A manera de conclusión.

La conciencia de la vida y la muerte sin sentido, es el fondo del aburrimiento que llega al límite. Esta situación conduce al sector más sensible a la  decisión de pensar en un cambio radical, en un cambio de raíz, en otras palabras, en decidirse por emancipar al hombre, recuperar su libertad enajenada. Esta es la voluntad que subyace en los movimientos estudiantiles en la década de los sesenta:esta idea vive en cada huelga, en cada manifestación. No solo en México sino en muchos países, desarrollados, subdesarrollados, capitalistas y los llamados socialistas. Católicos y protestantes. El objetivo es el mismo: “tomar el cielo por asalto”, como lo soñó Marx, o formar al “hombre nuevo” como se pensó el Comandante en Jefe que asaltó el cuartel Moncada pensando que la Historia lo absolvería. Así son las convicciones que dominan las épocas históricas, o el pasado, que estudian los historiadores, pero que algunos piensan que estará de otra manera en otro proyecto, ”igul pero no lo mismo” como lo decía una canción de la trova cubana
La tumba permitió comprender después de más de medio siglo, una época que viví con sus altibajos una generación; ´por elloprovocó innegables nostalgias.



[i]José Agustín. La tumba. México, Debolsillo; 2011
[ii]Ibídem. contraportada
[iii]García Saldaña, Parménides. En ruta de la onda. México, Editorial Jus,; 2014, 46-7
[iv]Ibídem 18 y 24
[v]Ibídem28
[vi]Williams, Raymond et al. La narrativa postmoderna en México. Xalapa, Universidad Veracruzana; 2002 (Biblioteca) 84
[vii]Glantz, Margo.  Onda y escritura: jóvenes de 20 a 33. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/onda-y-escritura-jovenes-de-20-a-33--0/html/c6a83f9b-dd2a-4036-9f90-127d008e44f4_5.html
[viii]José Agustín ob, cit, 41

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