martes, 11 de octubre de 2016

En algún lugar de Calcote



Enrique Hidalgo Mellanes
Escribo cerca de una ventana, en el sureste de México donde ahora estoy de paso.
Son las tres y cuarto de la madrugada. A mi lado derecho tengo una taza de café caliente, galletas de animalitos y el libro Antología de leyendas de Mesa de Calcote, de Alicia Soto Palomino.
A mi otro extremo, veo la luna de este mes, la calle vacía donde camino todos los días y los árboles que bajo sus sombras, muchas personas me han contado sus historias de vida.
Estoy pensando en este momento en nuestra capacidad para pensar, razonar e inventar al mundo.
Nos gusta sentir la vida, ensoñar a las personas y a los objetos, imaginar la existencia de otras posibilidades para responder a lo nombrado como realidad intangible.
Veo los árboles. Hay veces que me siento acompañado por ellos. Son una especie de entidades capaces de razonar y hablar en algún idioma desconocido donde también se utiliza el viento. La diferencia con nosotros es el aparato fonador. ¿Idea atrevida? No solo hice uso de las historias y de las tradiciones orales.
El libro Antología de leyendas de Mesa de Calcote, de Alicia Soto Palomino, puede ubicarse en el escenario de las tradiciones orales. No es historia oral porque quienes narran los acontecimientos escucharon de otras personas lo que se dice. ¿No le da la impresión de escuchar una especie de eslabones de una larga cadena de oralidades? Imagínelo, por favor.
Los textos de la publicación aludida son esas pequeñas historias que alguien decide redactar después de lo que se ha escuchado. Los momentos de escuchar pueden ser de dos formas: planificado o espontáneo.
Lo planificado compete a las actividades motivadas por intencionalidades precisas como son las investigaciones o bien para cumplir protocolos institucionales.
En contraste, lo  espontáneo ocurre en un ámbito donde lo voluntario se establece entre quien habla y quien escucha. El libro correspondi ente fue planificado bajo ciertos acuerdos: la aloración comunitaria de lo que debe conservarse en la escritura, la relación de la oralidad y el contexto de Calcote, las identificación de la memoria y la continuidad de lo que se dice y claro, son registros distintivos culturales de la tradición generaciones transmitidas a través de la oralidad y de la escritura.
Quién lee el libro Soto Palomino siente y vive las siguientes lecturas: Los dones de los animales, La joven que se convirtió en sirena, El señor Tito, La sirena, Leyenda del duende, La abuela que se convertía en pájaro, El cerro que guardaba un secreto, El brujo, Origen de mi comunidad, El devora orazones; Tenantzitzimitl, la abuela demonio y El pájaro primavera.
Vivir y sentir las lecturas significan dos razones: ese sabroso acercamiento hacia lo que la otra persona escribió bajo circunstancia de respeto de las cosmovisiones comunitarias y a la vez, esas voces del paso a través del artificio de la escritura. Ambas enseñan y dan paso a esos grandes ríos de tradiciones orales.
Confieso que nunca he estado en Mesa de Calcote, Chicontepec, Veracruz. Algún día o noche estaré ahí para escuchar la versión oral de los textos de la Antología de leyendas de Mesa de Calcote. Por lo pronto, se cumple una de las funciones de la escritura: ser vehículo de transmisión de conocimientos. Sin que mi cuerpo esté presente en el lugar donde la abuela se convirtió en pájaro demonio, o bien, esa jovencita quién algún día retornará como sirena y el mundo se acabará, mi mente ya comió y caminó en Calcote.
Estoy imaginando a las y los informantes de Alicia Soto Palomino. Tienen entre de 35 a 99 años. Supongo que en algún momento se les pidió que platicaran y luego llevaron un texto o bien fueron grabados. Posteriormente fueron trasladados a la escritura, una de las tecnologías de la palabra.
El libro que me acompaña a esta hora cuando el sol tardará en aparecer en el oriente, es la primera edición (2015) realizada por del Instituto Veracruzano de la Cultura en coedición con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. En la portada y en el interior fueron integradas las xilografías de Brenda Castillo Contreras. Edición, textos e imágenes forma una unidad donde corresponden varios discursos visuales cada uno de ellos en sus códigos correspondientes.
Las leyendas están escritas en cuatro lenguas: náhuatl, español, francés e inglés. Otra de las características de las tradiciones orales es la continuidad intercomunitarias, las convivencias con los demás, compartir el patrimonio cultural intangible, el orgullo y la pertenecía a un grupo o grupos donde las cosmovisiones son resguardadas, jóvenes y adultos son depositarios de la cultura en el idioma de la comunidad.
Las lenguas maternas son valiosas porque ahí están los ombligos u orígenes comunitarios. El libro transfiere su contenido, sus caminos, hacia otras lenguas escritas porque significa más lectores, más continuidades, más posibilidades de diálogos y convivencias. Las lenguas con las que nacimos nos marcan para toda la vida. El náhuatl es el origen lingüístico de la Antología de leyendas de Mesa de Calcote.
Los valores del libro pueden pensarse desde la academia, la política cultural de IVEC y de la comunidad de Calcote. En la academia, como es mi caso, es material inmediato para estudios cualitativos; para la política cultural cumple con la producción editorial en contextos multiculturales y translingüísticos y, como material para los talleres de promociones lectoras; y en lo comunitario, la antología es una parte de lo resguardado en la memoria oral.
He tomado mi café con galletas de animalitos, escribí mientras escucho el paso del viento entre los árboles, he visto la luna y escucho una melodía que me trae recuerdos de los años que se han ido lentamente

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