miércoles, 3 de febrero de 2016

¿Podemos ser felices?


Silvia Isolda Ramírez Pitta
Ser feliz es una aspiración inherente al ser humano desde siempre, y al dia de hoy permanece vigente. Es posible que, incluso, con  mayor fuerza y necesidad que nunca y más hondamente sentida, a causa de los tiempos difíciles que nos toca vivir.
Hace algunos días tuve la oportunidad de escuchar a Ramón Durón, “El filósofo de Güemez”, en una de sus conferencias acerca de la felicidad, en el auditorio del SNTE. El tema y la forma de abordarlo recibieron grata respuesta de las personas que se dieron cita esa tarde, y que en todo momento mantuvieron la atención y el interés. Precisamente esa reacción en el público, generada en parte por la personalidad del conferencista y acentuada por las temáticas abordadas, es la que me motivó a escribir estas líneas que hoy  comparto con los lectores.
¿Es posible ser felices? Si la respuesta es un si, ¿cómo lograrlo? Temo que para eso no existe una fórmula infalible, sin embargo recuperaré algunas ideas del conferencista, que, salpicadas de mi experiencia como terapeuta, podrían resultar de alguna utilidad para quienes buscan alcanzar la felicidad y compartirla, pues la felicidad se nos da sólo cuando la buscamos sin egoísmo posesivo; no como algo, una cosa; la felicidad es una especie de regalo que se disfruta con los demás. Al margen del contacto con nuestros semejantes, la felicidad es imposible: viéndose en el estanque Narciso satisface su vanidad. Nada más; no podemos decir que sea feliz.
¿Cómo se nos podría impedir la realización de un deseo que vive en lo más íntimo de nuestro ser?
Esa aspiración, ese deseo de nuestro yo profundo, no puede y no debe ser defraudada, pero ya lo dije, ser feliz no es una posesión egoísta, es una posibilidad que debe abrazar a las personas que están cerca de nosotros, a quienes comparten nuestros espacios y nuestro tiempo.
Ramón Durón se refirió a tres cualidades que son características de una personalidad madura, apta para dar y recibir los dones de una vida feliz,
Primera cualidad: Ser agradecidos. ¿Por qué? Y agradecidos,  ¿con quién? Aquí ya hay una alusión a que no estamos solos, a que tenemos que estar agradecidos con alguien a quien se dirige nuestra gratitud. En última instancia, ese Alguien es el  principio universal que lo gobierna todo y al que nos sentimos ligados. Esto no debe extrañarnos, pues este sentimiento lo encontramos incluso en pensadores  ateos , que sienten que la naturaleza es una totalidad y que tenemos que estar agradecidos a la vida, de la que somos, cada uno de nosotros, una pequeña parte.
El que es teísta piensa en Dios; el que ama la naturaleza, piensa en el gran Todo Universal.
El agradecimiento es una forma de reconocimiento profundamente sentido, por algo que hemos recibido gratuitamente. Porque en efecto, las cosas más grandes no las compramos, ni as adquirimos por intercambio, simplemente se nos dan. La vida misma, el afecto de nuestros padres, de la familia, de los amigos; la sonrisa de un niño, la magia de un atardecer, la belleza de un cielo estrellado, la inmensidad del mar… y podríamos enumerar tantas y tantas.
Una segunda cualidad analizada por el filósofo de Güemez  es la solidaridad. Esta forma de ser solidarios se expresa en el abrazo; “un abrazo es estar corazón a corazón”. Por lo tanto es la forma humana por excelencia de acortar la distancia entre yo y el otro. ¿Cuántas veces este gesto fraternal nos ha hecho sentir fuertes y que no estamos solos? Sin duda muchas veces.
En ocasiones no nos atrevemos a ser felices, posiblemente por un sentimiento de culpa que nos acompaña consciente o inconscientemente  y somos nosotros mismos los que saboteamos las oportunidades de alcanzar cierto grado de felicidad.
Otra forma de sabotearnos es aplicar un mecanismo de evasión, por ejemplo el posponerla. Mientras estudio pienso que seré feliz al graduarme; cuando me gradúo creo que la felicidad llegará al momento de tener un empleo; cuando tengo un empleo pongo mi felicidad en la adquisición de un vehículo, una casa o en otras cosas materiales; si tengo sobrepeso, digo que seré feliz al adelgazar; si no tengo una pareja digo que seré feliz cuando me quieran y así sucesivamente. Inventamos tantos requisitos según inventamos nuevas carencias.
Ser feliz es un derecho de todo ser humano; pero no me refiero, claro está a una felicidad absoluta. Tal felicidad no corresponde a nuestra condición. La nuestra es, diría yo, una felicidad episódica, pero aún así, nos servirá para vivir intensamente las cosas bellas y valiosas de nuestra existencia. Encontrar esas cosas, son las oportunidades que debemos aprovechar.
Por último, como tercera cualidad y cuya importancia mayúscula ha sido reconocida siempre el filósofo destacó  el amor, cualidad que de alguna manera engloba, a las otras dos, pero reclama ser descrita en algunos de sus caracteres más específicos. Afirmó Ramón Durón: “el amor es la fuerza del bien que todo lo puede y todo lo transforma”. En otra parte de su plática, precisó: “Hacer las cosas con pasión.” Se entiende que pasión, en el contexto de sus ideas, no es lo que normalmente entendemos por el término, sino la capacidad de comprometernos con todo lo que somos, cuando luchamos por cosas por las que vale la pena luchar.
A las ideas del filósofo yo añadiría: la capacidad de valorar todo lo que somos y todo  lo que poseemos, en lugar de  acentuar nuestras carencias.

Como han visto los lectores, para el filósofo de Güemez, es posible ser felices. Los que creen en la otra posibilidad, la de no serlo, la de aceptar que hemos venido sólo a sufrir y a padecer, éstos, no requieren razones para argumentar en favor de esta hipótesis negativa.

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