miércoles, 3 de febrero de 2016

La nota que desapareció de la libreta


Gilberto Nieto Aguilar
Mientras saboreaba un café, en la mesa contigua un grupo de maestras de primaria discutían algunos asuntos relativos a su trabajo. Había palabras y expresiones que a cada rato repetían, como “planeación”, “estrategias didácticas”, “portafolio de evidencias”, “planeación argumentada”, “ambiente escolar y de aula”, “estilos de aprendizaje”, “apoyo de los padres”, y algunas otras que quizá se me escapan en este momento. 
Les escucho decir que el curso de evaluación interna estuvo excelente, justo antes de la sesión intensiva del Consejo Técnico, como lo aplicaron los docentes de secundaria. “Lástima que nosotros, los maestros de primaria, no lo hicimos así”. Reconocieron que las dos semanas de actividades académicas que llevaron en secundarias debieron ser productivas, pues fueron muy pertinentes los temas tratados para resolver necesidades y exigencias de la Reforma.
Entre las cosas que escuché me llamó la atención un relato que hizo una de las maestras, de segundo grado, sobre uno de sus alumnos, de escasos siete años. Dijo que llegó la mamá del niño a preguntar a la maestra cómo iba su hijo en las tareas escolares, a lo que la profesora repuso: “precisamente estaba recordando que le envié una nota hace un par de días respecto al desempeño escolar de su hijo, y él no me ha entregado su firma de enterada”.
La madre dijo que no había recibido nota alguna, y la profesora acudió al expediente del alumno para revisar cuál era el contenido del mensaje. También llamaron al menor y le pidieron su libreta de apuntes. El niño la mostró y dijo con una sonrisa encantadora que la maestra no había escrito nada en ella. La mamá dudaba de la profesora, pues su hijo negaba el hecho y además no existía tal nota en su libreta... 
Escuchando el relato me preguntaba qué importancia podía tener un comentario dirigido a los padres y anotado en una libreta, si la madre en persona estaba allí, en la escuela y frente a la maestra.
–Una nota similar a la que guardo en el expediente escribí en el cuaderno de su hijo para que usted o el papá la leyeran, la firmaran y supieran lo que hoy vino a preguntarme. Después de leerla, ustedes debían decidir cómo platicaban con su hijo y si debían venir a la escuela por más información y acordar en común alguna estrategia de apoyo. Es una forma de establecer comunicación con los padres, por eso me interesa saber qué pasó.
Yo también quería saber qué pasó, así que agucé mis sentidos para escuchar lo que sucedió en el momento que pasaron a registrar el cuaderno del niño. Después de revisar minuciosamente la libreta, madre y maestra comprobaron que la hoja fue arrancada con mucho cuidado.
– ¿Ve usted?–, dijo la maestra.
–Sí. ¿Y qué hago en un caso como éste?– preguntó la madre de familia, con un gesto de impotencia.
–Le sugiero que además de revisar los valores que practican como familia en casa, reflexionen con su hijo las razones por las cuales nos quiso engañar a todos…, y numere las hojas de la libreta para que el niño no vuelva a quitar alguna.
Yo me quedé pensando en esta historia. Un niño de siete años, con una sonrisa encantadora, fabricando una situación para negarle información a su mamá y obtener  impunidad en una posible falta de responsabilidad, es algo así como mirar nuestros vicios pasando de una generación a otra (con la debida proporción de un escenario real entre adultos). Pensarán que exagero, pero el caso es una arenita en las playas de México. Ese niño está acumulando aprendizajes y experiencias para su futuro, de lo que vive y recibe en su casa y en la escuela.
Es un asunto de casa y familia, pasando al aula y al ambiente escolar. Entonces no nada más son importantes la asistencia y puntualidad de niños y profesores en la escuela, el recurso de los cuadernos y los libros, las buenas prácticas docentes y el ambiente escolar estimulante, los materiales didácticos y las instalaciones físicas del inmueble. En la educación de niños y niñas también son determinantes los aprendizajes y experiencias que reciben y viven en sus casas, junto a los saberes que reflexionan en las aulas.

gilnieto2012@gmail.com

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