lunes, 21 de septiembre de 2015

Minificciones


Manuel Gámez Fernández
El libro del mal
En ese libro, usted puede descubrir la mejor forma de suicidio. Y no se trata de algún libro morboso como pudiera pensarse.
Por principio de cuentas, el autor demuestra que la única verdad del hombre es la mente, la cual es aceptada por todos los humanos y no hay uno solo que niegue su existencia.
Después enseña como la mente es un estado superior del hombre y el cuerpo un algo pasajero destinado a transformarse en simple materia del subsuelo.
Más adelante nos demuestra el instinto humano de autodestrucción inconsciente, para concluir en un festivo panegírico a la autodescorporización.
Finalmente explica con un abrumador detalle las veinte mil formas de suicidio conocidas, para que usted elija la que esté más al alcance de su bolsillo.

Domadores
El domador entró a la jaula de la fiera.
El público miraba semi aburrido el acto.
La fiera enloqueció de furia.
El domador luchaba tenazmente por su vida.
El público gritaba enardecido.
La fiera se tragó a su adversario.
El público aplaudió fuera de si.
Pidiendo a gritos que el acto fuera repetido.

El escondido

Voy a seguir viviendo en las honduras de tu mente -le dijo- luego se sumergió en sus ideas y se arrinconó en lo profundo del abismo.
A veces logra encontrarlo en el consciente, pero le dice que es un pobre ignorante que no merece su amistad, le da la espalda y se vuelve a perder por varios años. Luego lo encuentra otra vez en algún sueño, y cree que esa es la realidad.

Bruma
Su rostro siempre aparecía entre bruma, con rasgos algo distintos; para olvidarla y evitar que sus ojos aparecieran en cada oscuridad, mató el amor con una luz permanente. Su casa siempre estuvo iluminada de noche y de día, hasta su muerte. Entonces supo que la muerte era toda bruma.

La lucha de los egos
En el escalón quinientos de su sueño, el maniático luchaba conmigo con la intención de que rodara cuesta abajo y que mi cuerpo se deshiciera en fragmentos como la imagen ficticia del espejo, sin embargo, por alguna fisura del destino pude aferrarme al barandal de mi salvación.
 Eso fue hace treinta años, desde entonces todas las noches tenemos una cita en el mismo lugar, para probar cual mundo es el que vence, por que ambos estamos seguros, que uno de los dos es el sueño verdadero.

El hombre que se creía muy cuerdo
No se por qué -dijo ante la multitud amotinada- juzgan tan mal a los locos; si alguien es loco, ese soy yo.
La multitud se volvió loca y en medio del tumulto lo quemaron con leña verde por petulante.
El hombre que sentía de lejos
¡Yo puedo sentir a distancia! -exclamaba aquel hombre-
No supo de donde salió la piedra, pero momentos antes de que le destrozara  el parietal derecho, sintió venir la muerte y se fue haciendo chiquito, chiquititititititititito.
Hasta que desapareció.
Un asesinato con premonición y acto conciliatorio
Lo partió en pedazos como a una lombriz: y un fragmento de dedo con su propia sangre, puso en su frente la cruz de la victoria.
La mariposa enferma de amarillo.
En realidad nunca se supo la causa de tal enfermedad. Lo cierto es que por esos lunares amarillos fue violentamente arrojada de la especie.
Todas las mariposas rojas huían de su presencia por el temor de contagiarse.
Meses después la mariposa enferma y expatriada fue capturada por el naturalista, quien con gran regocijo científico la mostraba a sus alumnos:

¡Vean! -decía- ¡es la única mariposa de la especie con esos preciosos lunares amarillos¡.

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