lunes, 15 de diciembre de 2014

Un alivio de esperanza



Raúl Hernández Viveros

En 2004, el escritor italiano Claudio Magris obtuvo el Premio Príncipe de Asturias, y pronosticó el derrumbe económico y moral de cualquier rincón de Europa. Caso avizoró la crisis del neoliberalismo. Entonces expresó que: “Estamos viviendo la transformación liberatoria y sobrecogedora de una época, del mundo, de la realidad, quizás del hombre mismo. Estamos sentados en el borde de un volcán y de todas partes llegan estruendos de guerra, de una guerra que, como la metástasis de un cáncer, golpea ahora a una parte del mundo e implica al mundo entero. Como triestino, provengo de Italia, pero también de un poco de esa civilización centroeuropea, mitteleuropea, que intuyó, vivió y representó anticipadamente esta conmoción, comparable en la historia sólo con el final del mundo antiguo. Vivimos en una realidad que parece la descrita y prevista por Musil; una realidad construida en el aire y sin cimientos, formada por muchas copias de originales que se han perdido o quizás nunca hayan existido, en donde los acontecimientos parecen Acciones Paralelas a otras que sin embargo no suceden; en la que el individuo mismo se siente una pluralidad centrífuga, un archipiélago desperdigado más que una unidad compacta. Hemos entrado en la habitación de los botones de la fábrica de la vida y no sabemos si nuestros bisnietos se parecerán a nosotros, ni cuánto, si tendrán nuestras pasiones o serán casi otra especie.”

Y sostuvo que: “La realidad es un estudio teatral que se desmonta continuamente y nosotros nos movemos por él como Don Quijote por la Mancha; no hemos escrito Don Quijote, sino todo lo más un Amadis de Gaula, y nuestro guardarropa anticuado se llena de polvo y se deteriora en el traslado universal que se esta produciendo, pero también esto contribuye a la gestación de una realidad que cuesta imaginar. En su presente y su futuro -que en parte es ya nuestro presente, pero que en parte es también para nosotros todavía futuro- Nietzsche y Dostoievski vieron el advenimiento universal del nihilismo; mucho dependerá si lo viviremos, como Nietzsche, como una liberación que festejar, o como Dostoievski, como una enfermedad de la que curarse.”

Además, Claudio Magris recurrió a la insistencia de reconocer su lugar de origen: “Un triestino es especialmente proclive a ser un hombre sin atributos y a buscar en la literatura la identidad de la que se siente incierto. El premio que se me concede hoy subraya, generosamente, el fuerte sentido de Europa presente en lo que escribo. He nacido y he vivido en una ciudad de frontera que, especialmente en determinados años, era ella misma una frontera, es más, estaba constituida y tejida por fronteras que la

cortaban espiritualmente separándola de ella misma, la atravesaban como cicatrices sobre el cuerpo de un individuo. Solo una Europa realmente unida puede hacer que las fronteras entre sus naciones y culturas sean puentes que las unan y no barreras que las separen.”

Al mismo tiempo, reflexionó sobre: “La unidad europea no debe infundir temor. De hecho, vivimos ya en una realidad que no es nacional, sino europea; esta unidad europea de facto tendrá que convertirse cada vez más en una unidad institucional, aunque el camino para llevarla a cabo esté plagado de dificultades y de momentáneos retrasos. El amor por Europa no presupone ninguna miope soberbia eurocéntrica: el centro del mundo hoy está en cualquier parte y no tolera ningún inicuo dominio de una concreta parte del mundo. El humanismo europeo es también batalla para esta par dignidad de cualquier provincia del hombre, como la llama Canetti. En la vertiginosa transformación política, social, cultural, la democracia a veces vacila; España, que en pocos años ha vivido una increíble renovación, es un gran ejemplo de cómo la modernización puede y debe significar incremento y victoria de la democracia. Europa no significa nivelar las diferencias, sino formar un coro armonioso, en el que Oviedo no será menos asturiana o Trieste menos triestina o italiana. La unidad no existe sin diversidad y viceversa. Dante decía que había aprendido a amar Florencia a fuerza de beber agua de su río Arno, pero añadía que nuestra patria es el mundo, como para los peces el mar.”

Simultáneamente llegó el derrumbe de la economía europea con el desastre experimentado en Grecia, España y Portugal. En la península ibérica comenzaron las escenas del terrible desempleo de varios millones de españoles. Por primera vez aparecieron en las ciudades colas de personas en búsqueda de comida entre la basura. También los niveles de corrupción de los partidos políticos brillaron en la inmensidad de las riquezas derivadas del tráfico de influencias y negocios entre familiares próximos a los funcionarios y hasta miembros de la familia real. Después tuvieron que recurrir a los préstamos de bancos extranjeros.

Esta situación se reflejó en Italia, y en nuestros días se experimenta en México. Aunque hay que reconocer la existencia del estado de derecho que recientemente pudo meter a la cárcel a decenas de políticos y funcionarios corruptos. Dentro de este ambiente de corrupción, discursos y propaganda oficial sobre una realidad que desconoce a casi 60 millones de pobres, la lectura de las obras de Claudio Magris,

Representa un alivio y un puñado de esperanza sobre las cosas que pueden cambiar para mejorar la situación nacional.

Claudio Magris en su libro Microcosmos, destaca el valor de: "Ser triestino, vitalidad y melancolía, nostalgia de pureza que se da cuenta de todos los compromisos que, aun cuando se muestra indulgente, no se olvida nunca de que son tales y no intenta entender. Exigencia adolescente de una vida verdadera, conciencia senil de una vida falsa; no queda sino la alegre fiesta del bar.” En otra de sus obras ofrece la búsqueda de sus raíces: "El Danubio enfila las ciudades como perlas, transcurre grande, y el viento de la noche pasa sobre los cafés al aire libre como la respiración de una vieja Europa que tal vez se encuentre ahora en los márgenes del mundo y no produzca, sino sólo consuma historia. Budapest es la más hermosa ciudad del Danubio; una sabia autopuesta en escena, como en Viena, pero con una robusta sustancia y una vitalidad desconocidas en la rival austriaca. Si la Viena moderna imita el París del barón Haussman, con sus grandes bulevares, Budapest imita a su vez este urbanismo vienés de acarreo, es la mímesis de una mímesis; es posible también que gracias a esto se asemeje a la poesía en su acepción platónica: su paisaje sugiera, más que el arte, el sentido del arte. "

Desde luego que la tradición de su lugar de origen, lo llena de orgullo porque en sus calles y avenidas vivieron y escribieron sus obras Italo Svevo y James Joyce, Claudio Magris nació en Trieste, 1939; en la Universidad de lugar de origen impartió la cátedra de lengua alemana. Entre sus obras destacan: Utopía y desencanto. Historias, esperanzas e ilusiones de la modernidad, 2004; Danubio, Anagrama, 2004, Ítaca y más allá, 2007, Microcosmos, 2006, El infinito viajar, 2008, La historia no ha terminado, 2008 y Alfabetos, 2010. Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2004. Acaba de recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en Guadalajara

Durante la lectura en italiano de su discurso, de la cual apareció su traducción en pantallas gigantes, Claudio Magris reflexionó sobre el poderío de la literatura. El autor de extraordinarios viajes por el tiempo y el espacio de la imaginación, creador de una narrativa que oscila entre las memorias, libros de viajes y lecturas de obras inmortales, expresó que: “La escritura es a la vez un agente de aduana y un contrabandista; establece fronteras y las transgrede. Se utilizan lápices, colores diferentes, para la escritura ético política y para la propiamente literaria, de invención. Yo he escrito libros de fantasía, de invención, pero también hace 47 años escribo para el Corriere della Sera, frecuentemente sobre asuntos ético-políticos. Lo que da orden al mundo es la sintaxis, y

las dos escrituras, la ético-política y la fantástica-narrativa-teatral, tienen sintaxis completamente distintas”.

Esta lógica empatía entre la escritura estética frente a lo cotidiano de la realidad. La diferencia abismal entre las profundidades del pensamiento y la levedad de nuestros actos sencillos de seres humanos. El significativo acto de armonizar las palabras que se dicen en voz alta frente al silencio de la verdadera critica. Insistió en que los discursos llegan a perder el sentido de lo que quieren escuchar las demás personas. “Las que se obsesionan con la verdad y aquellas que pretenden reventar el mundo; está la escritura que nace en la cabeza, en el conocimiento intelectual, y aquella que nace en la mano, en la creatividad que ignora que el autor entiende menos su obra que los demás, como me sucedió cuando hablaba con Singer y me daba cuenta de que yo entendía más sus grandes obras, los relatos y parábolas que había escrito él y no yo.”

Claudio Magris insistió en que: “Hay una escritura que informa sobre el mundo, que detecta las necesidades y denuncia las injusticias; también la escritura que se practica como ‘un buen combate’, para usar la expresión de San Pablo, en defensa del ser humano, y hay la escritura que se ejerce con absoluta e irresponsable libertad”.

Planteó un poco la realidad de México: “después de este hecho terrible que acaba de ocurrir, nos sentimos muy desanimados por un país que no logra controlar esa violencia tan atroz. Pero se conoce muy poco de México en Italia. Una cosa es el horror por ese episodio y otra es saber cuál es el alcance de la delincuencia, las instituciones en las que pudo haberse infiltrado. No hay un solo México”.

No obstante hizo la pregunta: "¿Por qué se escribe? Por tantas razones: por amor, por miedo, como protesta, para distraerse ante la imposibilidad de vivir, para exorcisar un vacío, para buscarle un sentido a la vida. A veces para establecer un orden, otras para deshacer un orden preestablecido; para defender a alguien, para agredir a alguien. Para luchar contra el olvido, con el deseo -tal vez patético pero grande y apasionado- de proteger, de salvar las cosas y sobre todo los rostros amados, de la abrasión del tiempo, de la muerte. Escribir es también un intento de construir un arca de Noé para salvar todo lo que amamos, para salvar -deseo vano e imposible, quijotesco pero inextirpable- cada vida".

En entrevista con Pablo Ordaz, Claudio Magris definió que: “Para mí escribir sin libertad, sería como ponerme un esmoquin o vestirme como un joven. No me sentiría a gusto. Y hay que seguir la naturaleza de uno mismo. Siempre he pensado que uno de los más grandes sacrificios de un cura no es tanto la castidad, sino el deber de limitarse, de

no poder decir lo que en realidad piensa. Y yo, si no puedo decir lo que pienso, me siento fatal”. La visita del escritor y pensador italiano fue una aureola de esperanza por su apasionada defensa de la literatura. Esencialmente por recordarnos la separación entre el discurso oficial de palabras vacías sobre la voz que pregonan ahora los olvidados de siempre delante del coro de alabanzas y quimeras oficiales involucradas con la corrupción.


Por lo cual, Raúl Padilla mencionó al “caso Ayotzinapa que tanto dolor e indignación ha generado entre los mexicanos, dolor incluso más allá de nuestras fronteras y que ha revelado lo gravemente que la nación y el Estado mexicano se han visto afectados por el crimen organizado”. Y Rafael Tovar y de Teresa destacó que: “Hoy en estos tiempos torales celebramos que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, siga siendo un foro de luz, un espacio de libertad, de diálogo, de paz que nos permita reencontrar a través de la cultura, como pedía Alfonso Reyes, nuestra unidad necesaria. Unidad que no anula, que conserva, incluso alienta a la multiplicidad”. Y para salvarnos de la crisis actual, sería suficiente construir nada más un barco de papel, con nuestras protestas escritas con lápices de colores.

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