viernes, 17 de octubre de 2014

LA VIDA INTELECTUAL EN XALAPA



Raúl Hernández Viveros

Hace varias décadas en la capital veracruzana existía una verdadera efervescencia cultural. Fueron los principales años en que estuvieron al frente de la educación universitaria, escritores, críticos literarios, investigadores y filósofos. El proceso extraordinario de la Facultad de Pedagogía, Ciencias y Letras. Para su ingreso había que cursar un año general con las asignaturas de: Introducción a la Filosofía, Español Superior, Teoría Literaria,  Teoría Pedagógica, Psicología Contemporánea, Psicología de la Adolescencia y latín. Antes de ingresar a la carrera elegida se realizaba un año de conocimiento universitario.
De esta manera pude tomar la decisión de dedicarme a la literatura. Además de que representaba la ampliación de gustos y preferencias desde la preparatoria, en donde fundé el periódico “Átomo” y la revista “México Nuevo”. Por suerte en Xalapa conocí a César Rodríguez Chicharro, quien me abrió el camino hacia la lectura de obras universales. Al mismo llegaron a esta ciudad conferencistas magistrales como Max Aub, Agustí Bartra, José Gaos y José Pascual Buxó, intelectuales españoles refugiados en México, expulsados por la dictadura de Franco en España.
Al mismo tiempo empecé a frecuentar a Sergio Galindo Márquez, a cargo de la Editorial  y de La Palabra y el Hombre de la Universidad Veracruzana. Años después entró en su relevo, César Rodríguez Chicharro, y luego Sergio Pitol. Fueron los años de transformaciones de los sesentas, y de búsqueda hacia la transición democrática de México.
En la casa de Sergio Pitol, al amanecer cuando finalizaba la lección inspirándonos hacia el conocimiento de autores europeos; nos despedíamos, y él un poco  más tarde se iba al trabajo al Departamento Editorial de la Universidad Veracruzana. No hay manera de olvidar estas reuniones en donde se hablaba de cine y principalmente de sus viajes como de la mediocridad y el sufrimiento de la vida provinciana, inmersa en mitos y leyendas sometidas a la adoración de localismos que se repetían en la sublime educación mexicana que comenzaban a controlar los medios de comunicación, especialmente el “canal de la estrellas”.
Por lo tanto, recuerdo las vitales  lecturas en La Palabra y el Hombre, o bien la aproximación a la traducción de novelistas europeos por el propio Sergio Pitol.  Sin embargo, años más tarde lo mejor fue visitarlo en Praga y conocer el escenario maravilloso en el cual  se desempeñó como Embajador de México. Aunque antes había capturado el ambiente varsoviano con la decadencia de un sistema de partido de Estado, con sus campañas de autoelogios y autoevaluaciones.
El ambiente intelectual en la Universidad Veracruzana fue acompañado por la presencia de escritores y artistas gráficos. Varios miembros del grupo de La espiga amotinada, vivieron en Xalapa; encabezados por Jaime Augusto Shelley, Eraclio Zepeda, Jaime Labastida o Juan Bañuelos. Enrique Florescano dio a conocer el periódico cultural Situaciones y Carlos Juan Islas abrió las páginas de El Buscapiés. Aparecieron suplementos culturales como Estela Cultural. Luis Mario Schneider fundó las ediciones de El Puente. Mientras que Sergio Galindo destacaba con Emilio Carballido, a través de sus narrativas y obras dramáticas con temas regionales. Entonces fundé la revista Academus, en compañía de  Mario Muñoz y Lorenzo Arduengo Pineda.
            En Xalapa se vivía, como ya mencioné, una verdadera efervescencia intelectual que se mantuvo con la magnífica presencia de Sergio Pitol. En el número  36 de La Palabra y el Hombre, Octubre-Diciembre de 1965, en forma de  advertencia, en su texto “Un hilo entre los hombres”, describió el ambiente de autoritarismo policial frente al rescate y amor por los libros. En poco tiempo me contagió su pasión por viajar fuera de México.
Un poco después aconteció la represión de maestros y estudiantes en 1968, y no hubo más que elegir el exilio voluntario. Obtuve una beca de escritor residente en Polonia, hasta que las aguas volvieron a su cauce normal. Casi estuvo a punto de desaparecer la labor cultural y editorial en la Universidad Veracruzana. Durante varios años recorrí Europa y pasé una larga temporada en Italia. Volví a la capital veracruzana a principios de 1972.
Durante estas semanas la revista La Palabra y el Hombre, por instrucciones de Rafael Velasco Fernández otra vez se le encomendó a Sergio Galindo su renacimiento. Desde aquel año me dieron mi primer nombramiento como director del Servicio Bibliográfico. Unas semanas antes permanecí realizando actividades culturales, ciclos de conferencias y presentaciones de autores en Xalapa.      
Por ejemplo permanece en mi memoria la visita del poeta Carlos Pellicer quien participó en el ciclo de lecturas “Aproximación a la poesía mexicana”, que coordiné cuando trabajaba en el departamento de difusión cultural.  Hasta estos días conservo   el ejemplar dedicado por el poeta tabasqueño. Recuerdo la anécdota casi secreta de que Octavio Paz estaba enamorado de su obra poética, y el extraordinario Carlos Pellicer se reía al reconocer en un juego de palabras que se trataba todo al revés.

Durante más de una década de su aparición,  La Palabra y el Hombre, e importantes colecciones de libros editados por la Universidad Veracruzana, este material fue mi fuente del conocimiento. A través de la Colección Ficción  llegué a conocer a los más importantes escritores de México. La labor de Sergio Galindo Márquez permitió el encuentro y descubrimiento de la nueva literatura mexicana. La lectura de obras magistrales de Sergio Galindo, Luisa Josefina Hernández, Emilio Carballido, José Mancisidor, Elena Garro, José de la Colina, Eraclio Zepeda, Ramón Rodríguez, José Revueltas, Rosario Castellanos. Francisco Salmerón, Jaime Sabines: representó la apertura de interesantes y valiosos escritores. Hasta llegar al lanzamiento de Gabriel García Márquez, quien le agradeció epistolarmente a Sergio Galindo, el pago de derechos de autor ya que con este pago  llegó a terminar Cien años de soledad.
Aparecieron obras de Juan García Ponce, Sergio Pitol, Jorge López Páez, Vicente Leñero, y en 1967, Juan Carlos Onetti ofreció la versión revisada de Tierra de Nadie. Hace falta todavía  una investigación para el estudio crítico de esta etapa de esta labor universitaria; porque fue un acontecimiento latinoamericano de alcances mundiales.
Gonzalo Aguirre Beltrán planteó la perspectiva humanística de su visión  universitaria, que estuvo acompañado de Fernando Salmerón Roiz. La carrera de historia fue coordinada por Xavier Tavera Alfaro; y Oscar Oliva ingresó. Alfonso Medellín Zenil inició la Facultad de Antropología, y estudiaron Eraclio Zepeda y Francisco Salmerón, autor de Testimonios del Tecuán,  pintó el mural del Puente de Xalitic, dibujó las letras y el  emblema desprendido de una piedra esculpida del templo de las columnas del Tajín.
José Pascual Buxó realizó el plan de estudios de la Escuela de Letras, y en la Facultad de Filosofía, Fernando Salmerón Roiz reunió valiosos docentes; como Othón Arroniz. Entonces Roberto Bravo Garzón apoyó al grupo La Espiga Amotinada, y en varias ocasiones llegó a Xalapa Jaime Labastida.
Casi todos habían sido miembros de la Juventud Comunista, e integraban la Liga Espartaco. Apareció Mario Orozco Rivera a fundar el Taller de Artes Plásticas, y con Norberto Martínez pintaron los murales en nuestra Máxima Casa de Estudios. Al lado de Sergio Galindo siempre estuvo Arturo serrano y Rosaura Romero. A partir de estos años, Gonzalo Aguirre Beltrán, Fernando Salmerón Roiz, Rafael Velasco Fernández y Roberto Bravo Garzón aceptaron mi amistad y reconocieron la labor cultural que difundía en la  dependencia a mi cargo.
Considero a mis primeros maestros en el campo de la literatura: Ermilo Abreu Gómez y Juan de la Cabada. Los conocí desde los tiempos preparatorianos en Orizaba, cuando con Julián Meza y Mario Muñoz promovíamos actividades culturales.  Juan de la Cabada era un narrador oral que acompañaba sus relatos con la imitación de sonidos de animales y silbidos de aves tropicales. Ermilo Abreu Gómez experto en Sor Juana, dejó notas valiosas sobre sus maestros y colegas literarios. La colección Ficción publicó El  brazo fuerte, de Juan de la Cabada-, varias veces visitó Xalapa  empeñado en formar la conciencia política del  grupo La espiga amotinada. Ermilo Abreu Gómez tenía la misión de promover lectores críticos y libres pensadores que participaran en la lucha democrática.
A mi regreso de la experiencia europea, fundé la revista Cosmos, en su primer número escribí que: “el virus de Cosmos apareció una noche de lucubración, en un lugar cerca de Varsovia, y leí en voz alta la dedicatoria de Sergio Pitol, escrita en 1967, sobre una de las primeras páginas de su Antología del cuento polaco contemporáneo: “Para Raúl Hernández Viveros deseándole una formidable estancia en el lugar que al fin decida (o pueda) irse, y el deseo de verlo pronto por allá”.
El ambiente cultural tuvo sus raíces cuando el gobernador Cándido Aguilar, el 4 de octubre de 1915 sustentó que “La educación intelectual es obligatoria en todas las escuelas del Estado”. El 14 de septiembre de 1916, Heriberto  Jara afirmó con apego a la Ley General de Enseñanza que: “La instrucción  Universitaria  constará de: la Secundaria  la Enseñanza Técnica, la Profesional y la de Altos Estudios”. Se reconocía la autonomía de la dirección y gobierno; para ser rector era necesario estar doctorado, con obra científica, literatura o educativa.
El propósito era ofrecer en el Estado de Veracruz, el mayor de su desenvolvimiento académico y cultural, además de una mejor distribución del conocimiento. En la Ley del 4 de agosto de 1920, no se instruyó primero la creación de la Universidad; únicamente se mantuvo un Departamento Universitario, Sin  embargo, con el número 3 de la revista de actividad contemporánea Horizonte, se informó que en 1926, Heriberto Jara colocó la primera piedra en las Lomas del Estadio de lo que sería nuestra Máxima Casa de Estudios, dentro de “una Ciudad Jardín destinada a la residencia del profesorado”, aunque un año antes, el 20 de septiembre, Plutarco Elías Calles ya había inaugurado el Estadio de la capital veracruzana.
A 70 años de vida de la Universidad Veracruzana conviene examinar sus funciones, logros y problemas que enfrenta. Descubrir los objetivos y acciones que motivaron las transformaciones en su historia. Desde su punto de partida recogió el pensamiento de nuestros destacados intelectuales, académicos y escritores. La vinculación entre la docencia, la investigación y la cultura, fue el eje central de las aspiraciones universitarias en el Estado de Veracruz.
En el   siglo XX, Fernando Casas Alemán ofreció la Ley Orgánica de la Universidad del Estado de Veracruz, el 23 de julio de 1940. Jorge Cerdán instaló la normativa  para su establecimiento en 1944 con el Estatuto      Orgánico, que apareció el 28 de agosto del mencionado año, con lo cual dejó de funcionar el Departamento Universitario. En la calle Benito Juárez funcionó          su primera sede a un lado del Colegio Preparatorio. Adolfo Ruiz Cortines             reformó  algunos requisitos; por ejemplo que para ser  Rector  no debía de          ostentar grado de doctor. Marco Antonio Muñoz Trunbull, en 1954,             encomendó a Aureliano Hernández Palacios y Gerardo Fernández Carreto          a realizar el anteproyecto de la Ley Orgánica de la Universidad      Veracruzana. Después el citado gobernador en una entrevista admitió que    la autonomía no fue aceptada por instrucciones del gobierno federal cuando   era presidente de la República Adolfo Ruiz Cortines.
El gobernador Antonio M. Quirasco, en 1958 aprobó el marco jurídico para consolidar los avances universitarios con la fundación antes de: Museo de Antropología, Biblioteca Central, Teatro del Estado, Escuelas (e Institutos) de Antropología, Historia, Seminario de Historia, y otros centros académicos. Con motivo de la lucha magisterial en 1968, Fernando López Arias decretó  la separación de Enseñanza Media, que en realidad fue un intento por evitar que la Universidad Veracruzana participara en el movimiento estudiantil de 1968.
Rafael Velasco Fernández en 1972 encabezó el nuevo Anteproyecto a la reforma de la Ley Orgánica de la Universidad Veracruzana, en el cual se convocaba a la formación de profesionales críticos. Rafael Hernández Ochoa también publicó su Ley Orgánica en 1975. En sus planteamientos se reconoce como máxima autoridad al gobernador del Estado. Agustín Acosta Lagunes en su Ley Orgánica 1983.
Una de las dependencias estatales que han cumplido con los objetivos y metas de respaldar la edición de obras de consulta bibliográfica, es la  Editora de Gobierno. El 10 de  agosto de 1985, en un discurso el historiador David Ramírez Lavoignet hizo el reconocimiento: “Al general Juan de la Luz Enríquez, patriota durante la Intervención y que con su cariño excepcional por Xalapa, decreta la residencia de los Poderes del Estado en esta ciudad. Funda la Escuela Normal Veracruzana instala en 1888, los Talleres Gráficos del Estado, entrega los parques Hidalgo y Juárez…”
A 126 años del nacimiento de la  Editora de Gobierno hay que aceptar que fue el modelo ejemplar en la creación del Fondo de Cultura Económica, fundada en 1934 por Daniel Cosío Villegas, que es una institución editorial descentralizada del Estado mexicano, e inspiración en la labor editorial de la UNAM y la Universidad Veracruzana.
Recuerdo al colega y amigo Leobardo Chávez Zenteno, fallecido hace varios meses, quien tuvo a su cargo la regencia cuando apareció la monumental Reseña histórica de la Educación Pública en el Estado de Veracruz, de Juan Zilli Bernardi. Entonces en la Dirección General de Educación destacó otro amigo: Ángel J. Hermida Ruiz, quien  también dirigió la  Editora, y ofreció las Obras completas, de José Mancisidor, y la colección Maestros veracruzanos, entre otras colecciones.
En 1977, destacaron los dos tomos de La Creación literaria en Veracruz, de Miguel Bustos Cerecedo. Años antes salió a la luz pública su antecedente Escritores veracruzanos. Reseña bibliográfica-antológica, de Francisco R. IIlescas  y Juan Bartolo Hernández. “El  propósito es mantener enhiesta la tradición cultural de Veracruz”, advirtió Miguel Bustos Cerecedo. Dicho material bibliográfico representa una valiosa fuente de información obligatoria en cualquier biblioteca, y punto de referencia sobre el estudio de autores y sus obras.
 Publicaron tirajes enormes de obras trascendentales. Por ejemplo: Sayula, de Calixta Guiteras Holmes, Informe de las exploraciones de Cuautochco, y Exploraciones en la Isla de Sacrificios, de Alfonso Medellín Zenil, Antología de la Poesía Mexicana, de Jorge Cuesta, Antología poética, de Octaviano Corro, Leyendas veracruzanas, de Francisco Broissin A., Antropología Física de Veracruz, de Johnna Faulhber, La mujer blanca, de José María Esteva, y Pensamiento universitario, de Ezequiel Coutiño, entre otras obras de interés académico.
En 1950, Humberto Celis Ochoa Jr., dio a conocer Papaloapan; con el mismo título, Salvador Vives Bendón imprimió un volumen narrativo. Después Marcelino O. Rosas Hernández, más tarde publicó sus Cuentos, anécdotas… y otras cosas, 1997. En 2009 apareció la edición de lujo: Coatzacoalcos, Casa de culebras despoblada, de Roberto Williams García, considerada su última investigación; brillantes páginas etnográficas, extraordinarias y narrativa histórica de la región industrial del sur veracruzano.
Recientemente se prosigue con la edición de libros, obras que recogen investigaciones históricas, antropológicas y literarias, bajo la dirección de Elvira Valentina Arteaga Vega. Es suficiente con mencionar la publicación de Ritualidad e interculturalidad otopame, Homenaje a Carlo Antonio Castro y Roberto Williams García, libro coordinado por María Enriqueta Cerón Velásquez. En sus páginas se recogieron algunas ponencias del IX Coloquio Internacional sobre Otopame, realizado con motivo del 50 aniversario del Instituto y la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana.
En aquella ocasión, participé en el acto de inauguración con la lectura de un ensayo sobre los dos impulsores de la antropología en Veracruz que con sus “Testimonios brindan las raíces de valiosas aportaciones entre algunas generaciones de egresados de la Facultad de Antropología. El trabajo constructivo basado en el poder de la reflexión critica que brilla como herencia en nuestros días a antropólogos y arqueólogos que son reconocidos a nivel nacional e internacional”. De igual manera, la Editora de Gobierno continúa con su labor cultural de colocar el nombre de Veracruz en el firmamento intelectual de la República Mexicana.      
















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