jueves, 10 de julio de 2014

…un acuso a la desmedida, a la globalizada y exasperante corrupción Mexicana


Antonio del Conde
“El Cuate”

Estas memorias a las que les he llamado “Memorias del dueño del Yate Granma”, son un yo acuso no al país que me vio nacer, al fin al cabo no nací en México es un acuso a la desmedida, a la globalizada (la parte del globo que le toca a la republicana Mexicana) y exasperante corrupción Mexicana.
Me vi obligado a escribirlas en primer lugar por la sarta de mentiras, aberraciones, omisiones e invenciones que se han escrito en torno a un hecho histórico, tanto para Cuba como para México, como fue y es, el Yate Granma.
Además mi hija Susana, cubana me lo ha exigido durante años, y hasta con amenazas, pero sobre todo las escribo para hacer constar la labor de Fidel Castro (Alejandro) en la preparación y realización de la invasión armada a Cuba desde México en el año de 1956 y utilizando para su traslado desde Santiago de la Peña en Tuxpan, Veracruz, México, a Cuba, el Yate Granma.
Y haciéndose un pequeño relato sintetizado, aclaro que en ese tiempo Cuba era gobernada por una dictadura asesina, los crímenes que se cometían eran incontables y que además se había apoderado del poder a traves de un golpe de estado, siendo fuertemente apoyada en todos los sentidos (militar y económicamente) por el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos de Norte América, ya que la ciudad de la Habana se había convertido en el burdel con vista al mar de los norteamericanos, en donde los vicios, (drogas, juego prostitución y corrupción en general) y la discriminación, campeaban por sus fueros.
En la Habana como en toda Cuba las violaciones a mujeres y hombres eran cosa de todos los días. La policía y el ejército con los rurales (guardia civil) ejercían un poder absoluto sobre la población, asesinando inmisericordiosamente a opositores o simplemente sospechosos al gobierno dictatorial.
Las compañías extranjeras (teléfonos, luz, bancos, ingenios-centrales azucareros, etc.), los alquileres con costos altísimos que sólo la clase dominante usufructuaba, así como el costo de la vida eran sólo para ricos. Había un señor que tenia en la ciudad de La Habana diez mil casas.
En la agricultura de monocultivo de caña de azúcar únicamente imponía sus consecuencias y los trabajadores que sólo trabajaban unos meses al año, cuatro o cinco, se veían obligados a vivir en los caminos (guarda rayas), para luego también obligados, se refugiaran en el monte como animales y como tales eran tratados, a lo que llamaban “tiempo muerto”.
La industria inexistente, así convenía a la clase dominante, todo se importaba. El azúcar cubano tenia un precio mayor en el mercado mundial a condición de que fuera liquidada en especia, en artículos de consumo, en su mayoría suntuarios a precios prohibitivos para la gente del pueblo, además que los excedentes serían para los ricos productores.
Era muy significativo como aberrante, ver como todos los días en la mañana temprano llegaban a los muelles de la Habana dos vagones de ferrocarril con todo lo necesario para su uso y consumo de las clases altas, (automóviles, tv, refrigeradores, ropa, comida, etc.), en lugar de tractores y comida para el pueblo, aunque difícilmente hubiera llegado al campo, no había las vías de comunicación necesarias, sólo una carretera central a lo largo de la isla, pero eso sí, en la ciudad de la Habana sobre todo, todas las comodidades exageradas muchas veces para recibir mayormente al turismo norteamericano.
En pocas palabras, he resumido contra lo que luchaba Fidel Castro. Yo ignoraba todo eso en el momento de conocerlo, se puede pensar que la falta de comunicaciones y la censura impuesta por la dictadura, no permitía como es imaginable que esas nefastas noticias de las atrocidades a las que está sometido el pueblo de Cuba, trascendieran. Además para mí fue sólo un cliente que se presentó en mi negocio de armería que por cierto había heredado a mi padre Antonio del Conde y del Conde (q.e.p.d.), ya hacía años, lo que me había dado bastante experiencia en el ramo, como el trato e identificaciones de los clientes.
A través de año y medio de colaborar estrechamente con Fidel Castro, como lo relato en mis memorias, poco a poco me enteraba y también poco a poco me fui integrando a la causa cubana, aceptándoseme como otro miembro del grupo que comandaba Fidel Castro y por supuesto después de haber realizado diversos trabajos para la causa de Fidel Castro, conocida por el movimiento “26 de Julio”.
Esa actitud mía me acarreó un sin número de dificultades, al grado que mi propia familia me juzgó como un descastado, además clientes, conocidos y muchos amigos, me desconocieron y retiraron no sólo el saludo y la amistad, sino que me tildaron de comunista, sin embargo yo sentía a través de Fidel que hacia lo que debía.
Abrí los ojos, de ser un niño bien que gozaba de todas las comodidades: había nacido en New York.
De casi siete años llegué a la ciudad de México, indudablemente que el cambio fue radical. El viaje en automóvil, por supuesto que no había carretera por lo menos en México y en parte de US. La altura, la comida, el idioma distinto no me permitía adaptarme. Peor, entré al Colegio Americano dos años, en donde estaba bien y me adapté, pero no hablaba español.
Preocupado mi papá me inscribió al Colegio La Salle para aprenderlo junto con el francés y ahí sin duda me integré al medio y dada mi salud, que no era nada envidiable escogí el deporte, lo que me dio seguridad y me ayudó a recobrar la salud, aunado a las cacerías y practicas de tiro a las que siempre acompañé a mi papá, me hizo aficionarme a las armas.
Pertenecí al servicio militar obligatorio (conscriptos) en donde después de tres años. (Sólo un año era obligatorio), obtuve el grado mas alto en esa unidad de reserva, Capitán 2º  la disciplina y los ejercicios militares me habían motivado a continuar en los conscriptos. En ese tiempo me embarqué en el Cañonero Querétaro, barco de factura española el que con no menos trabajo navegaba, pero que hacía recordar una buena flota de la Marina de Guerra Mexicana, también recuerdo al Guanajuato y otro más sólo que no me vienen a la memoria los nombres.
El deporte, sobre todo el levantamiento de pesas y el manejo de las armas no fueron una combinación ideal y dejando los estudios en los primeros años de la universidad (UNAM), me fui al país del norte a estudiar mecánica agrícola con el objeto de administrar un negocio de tractores de granja que tenia mi papá y alejarme de las armas.
A mi regreso en un desafortunado accidente automovilístico muere mi papá, obligándome a atender todos sus negocios que no eran pocos y por supuesto que la armería me atrajo y prácticamente absorbió todas mis actividades.
Y fue precisamente en la armería en donde se dio el cambio. Un cambio radical en mi vida, convirtiéndome en una persona sensata dispuesta a dar todo por un país, por un pueblo que aunque no mío me sentí parte de él, que como todos los pueblos  y como todos los hombres del mundo merecen ser tratados como tales y por igual, todos somos hermanos, hijos de Dios y herederos de su Gloria.
Pude ver los contrastes en mis propios vecinos, gente pobre, “indígenas de calzón blanco y guaraches” (expresión usada en México) aprendí a usar guaraches y muchas veces los tuve que regalar por que algún amigo no tenía y aprendí a andar descalzo como muchos lo hacen.
Ayudaba a la gente pero no entendía el por qué sus carencias, hasta que abrí los ojos y supe que regalando guaraches no se resolvía nada, (-y dicen por ahí- fragmento de una canción mexicana), “no regales pescado, enseña a pescar”, pero me entregué a la causa de Fidel y lo entendí.

Fidel, entró a mi negocio solicitándome partes de fusiles no le vendí nada, no me interesó venderle, sin embargo, si me di cuenta, pude ver, sentir, fue algo que yo diría inexplicable, valga la expresión, que necesitaba ayuda y yo en ese momento estaba en posibilidad de brindársela y el simplemente aceptó mi ayuda, mis destino ligado a Cuba, estaba escrito. A partir de entonces fue cuando nacieron “Las memorias del dueño del Granma”

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