miércoles, 16 de abril de 2014

Tratado sobre la indiferencia En tiempos de la indiferencia


 

 

 

Juan Francisco Gaspar Velazco

 

Desasociados, desintegrados, despedazados, fragmentados, mutilados, así estamos  en este tiempo  en el que la muerte, la angustia y la desolación  están  constantemente  mostrándonos su rostro bastante  macabro   y perverso. Ante esta situación  estos seres extraños  se han presentado en la época  en la cual el  hombre ha desaparecido,  esas constantes que hoy rondan nuestros rumbos  se encuentran con vendedores, compradores, pobres, ricos, hombres, mujeres, hay estudiantes y trabajadores , existen obreros  y campesinos, se han encontrado con profesores, abogados, choferes, han encontrado  una lista infinita de categorías  diferenciadoras, un mundo partido, escenario propicio   para que estos fantasmas  exterminen al mundo;  hay de todo, pero no hay un todo, no hay hombre, el que existía   ya hace mucho tiempo  que se ha ausentado, ha sido diseminado  por aquí y por todas partes,  esto sucedió  previo a la llegada   de las bestias   que hoy lo acechan a los grupos.

La indiferencia   no se si llego antes  que las fieras, quizá llegó después, pero ya está  en el corazón del mundo, hoy cada quien se preocupa  por su gremio, por su tribu   y su familia.  En aquellos tiempos en donde el hombre reinaba  todos los humanos peleaban por defender un concepto de familia el que colectivizaba, el hombre era consciente de sí mismo, de su futuro que es la muerte y de su pequeñez, de su importancia, se entendía la existencia del otro, por tal motivo  su obra  estaba dedicada a construir  categorías integradoras,  en plantear un escenario idóneo para morir; con el advenimiento de la indiferencia   el hombre se fue separando en hombres, se crearon reinos distintos, en algunos casos o en algunos reinos imperó la riqueza, a otros reinos se les reservó la pobreza. En otros tantos   la justicia, la libertad y la correcta distribución  de los bienes  fueron avasalladas  y enclaustradas  por los que detentaron   los poderes terrenos, a partir de entonces  los hombres  no han podido superar el sentimiento de separación por lo tanto, la antipatía por el otro   o la exaltación del muchos antes que la comunidad  han  dirigido nuestras vidas.

Se ha  soñado que  algún día aparezca un mesías que venga a poner las cosas en su justo lugar, los judíos lo esperan, los cristianos juran  ya haberlo visto, pero también fue secuestrado por la indiferencia, a ese hombre de los cristianos fue puesto en una cruz, lo clavaron  de pies y manos, lo flecharon, lo injuriaron, pero a pesar de eso seguía siendo un hombre.  A pesar de esto,  a ese que debería ser ejemplo del hombre consciente, libre, soberano y autentico  lo estamparon en imágenes, lo colgaron en los templos  y se dictó  como deberíamos dirigírnosle;   esto llego  a la enajenación del hombre, y aquel   que cuya idea central era  la  unidad de la comunidad   fue divulgado   como fundador  de una nueva religión y eso lo convierte   en uno más, en una partícula  de esta materia desintegrada. Con lo señalado  el Cristo  ha sido negado por los cristianos, fue despedazado en advocaciones.

En nuestros días,  enterados de que la muerte ha tocado a un hombre o a una mujer  solo es interés  del grupo al que pertenecía, esto significa   que en las actuales parcelas exista un narcisismo, se nota una falta de interés por el exterior, por tal motivo cada quien ha de llorarle a sus muertos.  En los tiempos en que el hombre   entero imperó,  la muerte era problema de todos, pero a su vez   la muerte no era a lo que había que combatir; el hombre se reconocía como un mortal, luego entonces  lo que había que  atacar eran las causas de la muerte, por lo tanto  la ciencia y la tecnología   se preocupaban  por generar  cuerpos fuertes,   capaces de enfrentarse a las cepas   que podrían  matar al cuerpo, no buscaban hombres eternos, se sostenía la idea  de que el hombre mientras viviera  tuviera vida con plenitud y sano y así poder combatir al demonismo que se presenta cuando los cuerpos están dañados.    Con la presencia de la indiferencia, la salud queda reservada  para el que pueda pagarla,  aunque  este se salvará   de las enfermedades correspondientes al cuerpo,  probablemente le ataquen las patologías de una sociedad descompuesta cuyas expresiones son el secuestro, el robo y la mutilación.

El escenario que ahora vivimos   donde la bestialidad se impone siempre ha existido, no es nuevo, su existencia data desde el origen de la humanidad.   El mal siempre ha  estado presente  y el hombre integro   por mucho tiempo lo enfrentó; el amor fue  una orientación  para luchar, su enfrentamiento contra la maldad  se veía como un cumplimiento de una responsabilidad, la cual   le generaría frutos a futuro. El hombre entendió que el acto de amar   era pertinente a los humanos   y así amor y hombres juntos   combatieron  a las  bestias que desde hace ya mucho  tiempo  querían arrebatarle al hombre su libertad;  entendiéndose por liberad    la voz del corazón y la conciencia y así enfrentarse a las voces de las pasiones irracionales, ahora  en nuestro presente   la libertad y sus voces han sido  enmudecidas y las voces demoniacas  son hoy las que más resuenan.

Un ejemplo de la inconsciencia y de la frecuente escucha de esas voces desintegradoras se encuentra en el hecho de que  se cree, se vive, se profesa, se sostiene que el mal y la desgracia  es solo de los otros  y ellos son  los que tienen que resolverlos.  Para escenificar esto es pertinente describir  que en nuestro tiempo hay  quien ve   que un gigante   golpea a un enano   y no se mete  y el dice con todo el cinismo del hombre mutilado  tengo la libertad de  no meterme, esto rompe  con la esencia  humana de libertad. La libertad  se entiende  como la búsqueda de    virtudes y valores comunes, la libertad de elección solo existe para el hombre de degeraciones contrapuestas dado a que su elección  siempre está estrechamente condicionada por deseos inconscientes y por justificaciones tranquilizadoras.

La fraternidad  que se entendía  como el amor al semejante   no existe;  no obstante se queda en las palabras huecas dado a que se han eliminado todos los lazos del reconocimiento del yo con el otro; esto nos conduce a una tendencia incestuosa de la sociedad, es decir,   se quiere seguir dependiendo  egoístamente  de la madre, dígase dinero, status quo, poder político, prestigio  académico, etcétera. Esto lleva a que los miembros   de esta descompuesta sociedad  asienten con firmeza, los ideales no me darán de comer, el hombre está afanado a su control, por mínimo que esto sea, se ha olvidado del principio cristiano que advierte “el que quiera salvar su vida la perderá”, muchos entes han querido salvar su vida  y a causa de esto   han destrozado  el hábitat   en el cual la vida se realiza y se fecunda la misma.

Hoy debemos emprender un combate contra la indiferencia,  hay que recuperar la esencia del otro,  este quehacer nos exige  una  mirada humanista, de no hacerlo la sociedad seguirá paralizada. El pelar contra la indiferencia significa la recuperación de la dignidad, en su   sentido estrictamente social    no debe reducirse  este término  a una religión o alguna ONG, debe universalizarse; el amor estrictamente universal   debe invocársele,   este debe ser  el guía. El amor permitirá   la igualdad entre los hombres, esta comprende el evitar  que unos sean instrumentos de otros;  de esta manera una vez que se han recuperado al hombre  podemos hablar de salvación y empezar a trabajar por ella acusando de que la salvación no es particular, esta no se podrá dar   mientras exista un ser humano al que no se le hayan hecho vigentes sus derechos fundamentales, una vez que se cumpla este requisito  podemos esperar   una sociedad coherente   que fomente la capacidad del hombre de amar a sus semejantes, de trabajar y de crear  y desarrollar su razón  y un sentido real de sí mismos, basados en la experiencia de su energía positiva, la que le ayudó  a combatir  el demonio mayor  de la indiferencia.  

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