lunes, 10 de marzo de 2014

NUESTRA LONGEVA CAMPAÑA CONTRA EL ANALFABETISMO 1944-2014


Wilfrido Sánchez Márquez
Miembro de número de la Sección Veracruz
De la Academia Mexicana de la Educación A. C.

El 21 de agosto de 1944 fue promulgada la “Ley que Estableció en la República Mexicana la Campaña Nacional contra el Analfabetismo”; desde entonces, han transcurrido 66 años de la denominada Campaña Nacional de Alfabetización. En sus primeros cinco, este esfuerzo colectivo produjo resultados alentadores; posteriormente este movimiento se fue debilitando progresivamente a tal grado que las instancias responsables de su conducción y ejecución se burocratizaron y por consecuencias sus acciones se tornaron rutinarias, anacrónicas e inoperantes.
La lucha contra la ignorancia en la población de 15 años y más ha llegado a un punto tal que el distinguido Dr. José Vitelio García Maldonado, ex director del CREFAL-UNESCO, en uno de sus escritos nos dejó este juicio valorativo: “Abordar el lema “Educación de adultos” es discurrir en un campo en el cual, los esfuerzos institucionales del renglón educativo son inconstantes, inconexos y hasta anárquicos”.
El deterioro de las campañas alfabetizadoras ya se había presentado en otros países; por su importancia e implicaciones, este tema fue abordado con amplitud y profundidad en el Congreso Mundial de Ministros de Educación para la Liquidación del Analfabetismo efectuado en Teherán, Irán en el año de 1965, bajo el patrocinio de la UNESCO.
Los representantes de 89 países, entre ellos México, formularon valiosísimas conclusiones y recomendaciones a los países miembros, entre ellas destaca la de substituir la práctica de la alfabetización tradicional por la alfabetización funcional basada ésta en la tesis: “si el analfabetismo es parte integrante del subdesarrollo, la alfabetización debe ser un componente del desarrollo”,… tal es el axioma esencial que resume la noción alfabetización funcional”.
En el informe final del mencionado Congreso, se encuentra el pasaje siguiente. “La alfabetización de los adultos, elemento esencial del desarrollo general, debe estar ligado estrechamente a las prioridades económicas y sociales, así como a las necesidades presentes y futuras de mano de obra. En consecuencia, todos los esfuerzos deben tender hacia la alfabetización funcional. Lejos de ser un fin de sí misma, ella debe ser concebida como un medio de preparar al hombre para un papel social, cívico y económico que excede ampliamente los límites de una alfabetización rudimentaria reducida a la enseñanza de la lectura y la escritura. El aprendizaje mismo de la lectura y de la escritura debería facilitar la adquisición de nociones útiles para el mejoramiento inmediato del nivel de vida, lectura y escritura deben desembocar no solamente en conocimientos generales elementales sino también en preparación para el trabajo, el aumento de la productividad, una participación mayor  en la vida cívica, una mejor comprensión del mundo circundante y ulteriormente abrirse sobre el fondo cultural humano. De este modo la alfabetización funcional es la fase inicial o puerta de entrada de la educación permanente.
En concordancia con la substitución de la estrategia de campaña por la de alfabetización funcional, el Subsecretario de Cultura Popular y de Educación Extraescolar de la Secretaría de Educación Pública de México, Dr. Gonzalo Aguirre Beltrán, expresó hace 40 años (19-03-1973): “La alfabetización por la alfabetización misma no resiste el análisis crítico y la práctica ha puesto de manifiesto su inoperancia. Creo que esto es una experiencia común a todos los países que han emprendido campañas tendientes a suprimir el problema del analfabetismo”.
En la asamblea latinoamericana sobre “La Alfabetización Funcional al Servicio del Desarrollo” efectuada en Pátzcuaro, Mich. en 1970, bajo el patrocinio de la UNESCO en ocasión del “Año Internacional de la Educación”, los representantes de los países miembros formularon la declaración siguiente: “Muchas de estas campaña, en efecto,  después de un inicio promisorio, no dieron resultados. La amplitud del problema que había de resolver superaba con mucho los recursos y los medios que se utilizaron. Se confió a departamentos de educación de adultos, creados para este fin en los Ministerios de Educación, la responsabilidad de realizar silenciosamente esta tarea de alfabetización de masas. A pesar del talento y de la devoción de sus dirigentes y de su personal, la acción de estos departamentos no puede pretender, ni siquiera a largo plazo, la eliminación del analfabetismo. En general no disponen ni de los medios ni del personal ni de los recursos financieros suficientes para una operación de tal envergadura… parece cada vez más necesario encontrar una estrategia menos escolar, menos aleatoria, más realista y más eficaz, que tenga en cuenta no sólo la amplitud y la complejidad del problema sino también las exigencias del desarrollo”.
Unas constantes en las campañas de alfabetización son: la improvisación, la escasez y frecuentemente la casi nula preparación profesional especializada del personal directivo y aplicativo; así como el desconocimiento de muchos funcionarios públicos de la naturaleza, los fines, la organización, las estrategias y los medios de la educación de adultos.
Un investigador sobre este tema afirma que esta condición genera marginación; además, se concentra en poblaciones vulnerables, como mujeres, indígenas o los desfavorecidos económicamente. Si se combinan estas condiciones, la fragilidad se profundiza y puede derivar en situaciones de alto riesgo. En ese sentido, nuestro país se caracteriza por ser profundamente asimétrico. La sociedad vive en condiciones de desigualdad, pues mientras la Ciudad de México tiene indicadores comparables con los de  naciones avanzadas, en otros estados de la República es vergonzosa.
Las entidades federativas con mayor proporción de analfabetas son Chiapas con 18.41%; Guerrero, 17.53; Oaxaca 16.92 % y Veracruz con 11.44%

Edades de 15 años y más
Censos Totales Saben leer           No saben leer    Porcentaje
1970      2,067,869           1,403,581           664,288               32.12%
1980      3,087,835           2,366,283           721,552               23.37%
1990      3,806,601           3,106,903           694,101               18.23%
2000      4,508,106           3,834,881           669,596               14.85%
2004      5,113,309           4,434,339           678,970               13.28%
2010      5,415,656           4,764,590           619,339               11.44%



“No debemos minimizar cifras que, por supuesto, son grandes y que apenan. No podemos sentirnos tranquilos y aceptar de forma pasiva el planteamiento de que el problema del analfabetismo en México no es tan grave pues afecta sobre todo a los viejos y entre ellos, a las mujeres y a los indígenas. Ningún gobierno, del signo que sea, puede desentenderse de algún problema por el sólo hecho de que afecta a grupos sociales que no son prioritarios para quienes temporalmente ejercen el poder.
Lo que debemos cuestionarnos es por qué después de más de un siglo sigue existiendo una cantidad grande de personas analfabetas. ¿Dónde está el problema?, ¿por qué después de tantos recursos y programas gubernamentales para resolverlo, el problema subsiste? Los millones de analfabetos (absolutos y funcionales) son la muestra más clara de las limitaciones de las políticas y estrategias adoptadas para terminar con esta lacerante condición.
Por donde quiera que se le vea, la cifra es enorme; con tanta gente que no sabe leer ni escribir no se puede hablar de una sociedad equitativa y justa. El analfabetismo es una muestra contundente de nuestro atraso en materia de desarrollo social. En México se requiere poner en práctica acciones que eliminen, de una vez por todas, el vergonzoso lastre del analfabetismo.
La alfabetización no es un fin en sí mismo; no es una meta última y, por lo tanto, no debe ser vista única y exclusivamente como un camino para adquirir las competencias elementales de saber leer y escribir.
La alfabetización debe servir, sobre todo, para que las personas participen de mejor manera, en condiciones de igualdad en el mundo social; para contribuir a evitar la marginación y la exclusión; para que no existan estigmas que impidan a las personas conocer mundos distintos a los que habitan, plenos de nuevos significados, información y culturas diferentes y enriquecedores. Es importante, también —en virtud de que con la lectura y  la escritura nos relacionamos y reconocemos con otros seres humanos—, para que nos comuniquemos y ubiquemos en la sociedad porque, no hay duda, la lengua escrita ejerce poderosa influencia en la vida social.
Pocas cosas son tan distintivas del humano como el lenguaje hablado y escrito. Se trata, sin duda, de una expresión que traduce el alma y el pensamiento. En razón de que manejamos el lenguaje, sabemos, sentimos, interactuamos, conocemos y comunicamos; se habla para que se escuche, se escribe para que se lea. En la palabra está el secreto de nuestra especie; se trata de un auténtico código de la cultura”. 


Xalapa, Veracruz marzo de 2014.

No hay comentarios: