miércoles, 12 de febrero de 2014

EI Poeta


 

 

Francisco R. Vargas

 

 

 

Hemos logrado hacer un florilegio, durante los años de búsqueda de las obras de Delgado, que incluye noventa y un poemas originales y cinco traducciones.         

Existen perdidas diez y siete poesías más, cuyos nombres conocemos, así como la fecha de su factura: A Cenobio Paniagua (10 de agosto de 1873), A Hidalgo (15-1X¬1873), Al Citlaltépetl (II de 1875), Primavera del alma (IV-1878), Discreción (4-XII- (1878), La Mariposa (24-VUI-1878), Amor ===== (V-1879), A 1a Patria (15-1X, 1879), Invitación al Baile (1881), La Siesta (VIII-1882), Décima (Dic. de 1886), Poesía (12 de octubre de 1892), A la señora Pazos de Lezama (1896), A Federico Alatorre (1913), La Civilización, A Isabel, EI Cohete (Soneto).

El estudio de lo conocido, nos permite decir que el aeda cordobés dio a sus rimas  características idénticas a las de la prosa; fue sencilla y gallarda, grácil y elegante, por su cultura vasta, basada principalmente en sus conocimientos sobre la literatura del siglo de oro español, fue impecable en la forma y exacto en la idea, en cuanto a la veracidad y con relación al molde en el cual encajarlo; el desarrollo fue de acierto envidiable y la vestidura elegante y justa. Y muchos de sus poemas, sobre todo las odas, tuvieron la sonoridad de los cantores italianos, que a orgullo habrían tenido calzarlas con su firma.

El estilo en lo general, de pureza y conclusión esmerada permite que el poema deje en el espíritu, de quien lo oye lo lee, sabor de vino añejo, sensación de grandeza y de altura, serenidad y profundidad de pensamiento y satisfacción y deleite completo.

Qué enorme placer se guarda en el alma  y cuánto paladea el gusto artístico escuchar'  al aedo cuando canta "A la Raza Latina" diciendo:

 

"Si alguien pregona gárrulo

que vives en la escoria,

y que tus pueblos débiles,

mueren sin fe ni gloria,

bajo la clave férrea

del anglo y del sajón;

responderé  que armígera

el orbe recorriste,

y cuando entre los límites

de Europa no cupiste, 

un mundo nuevo -América-

puso a tus pies Colón!

 

 

Con seguridad envidiable versifica el poeta y da gallardía a su verso; esa gallardía que es menester cuando la raza es el motivo del canto; gallardía que ha de dar al, poeta épico, empuje necesario para encumbrarle y apartarle de la sima del ridículo.

El narrador de hazañas aparece después, de que entierra en la tumba de sus recuerdos  el amor añorado y que le llenó de infortunios, aquel amor que hizo brotar llanto de sangre a los diez y siete años de edad; publica su poema "Gil Pérez" en el que se vuelve a notar la difícil facilidad en la versificación y la atinada elección del tema,  que traen remembranzas de trovadores antiguos y sabor de romancero español:

 

"No lejos de Valdemosa

En lo alto de una montaña,

se eleva feudal castillo

de la llanura atalaya:

............................

y no falta exclamación valiente, precisa.

de alguien que sabe morir por su rey,

por su dama y por su -honor:

 

“¡adelante mi mesnada

que no morir es deshonra!"

 

Y después de ese citado poema nos regala con "Una Venganza Sacrílega", leyenda brillante, amena, delicada, atrevida, sangrienta, vengativa y medieval:-              

 ............................

 

“En tu mansión feudal tras alto muro,

sin testigo y con dolo, a puñaladas

muerte le diste tú... cuentas te pido!

Señor de Valdemar, llegó tu hora

Dios tus años contó y han terminado…'"

 

También se distingue cuando a través de consejos a su tutoreada pinta la filosofía de la vida, adornando su relato con un fondo de descripciones excelentes:

 

.........................................

ella empieza a vivir y nada sabe!

él sabe todo y a olvidarlo empieza!

.........................................

.........................................

 

Por las llanuras y en las verdes lomas

blanqueaba risueño caserío

como nívea bandada de palomas,

posadas en las márgenes del río".

 

Y enamorado de los clásicos en quienes abrevó su sed de cultura, aparece el poeta bucólico, lleno de gracia, que con sencillez luminosa deja para su pensamiento triste un ropaje galano y adecuado:

 

"Y: el campanil de rústico santuario

con plañidera voz tocaba a muerto.

 

Sorprende y agrada en este poema delicado la facilidad asombrosa de su diálogo.

Y ya es necesario advertir en el poeta veracruzano su enorme facultad descriptiva, aunada a su peculiar y elegante manera de manejar el epíteto, aunque a veces abuse de él y recargue en mucho su dicción.

Y acaso nació la necesidad de vestir el vocablo por usar, de la contemplación de esta rincón paradisíaco del Estado de Veracruz, donde corrieron sus años mozos, la naturaleza en esta feraz tierra también pide adjetivos porque los necesita: el árbol que crece en la vega o en la montaña no puede ostentarse solo y atalado; ha menester el adorno lujurioso de la exúbera selva; en su copa se adorna con el canto de las avecillas enamoradas; en sus horquetas prenden las triadas, multiformes florecillas, se enrosca en el tronco y ramas como una guirnalda abajo un aleteo de mariposas alfombra con sus policromías la tierra bienhechora lugar. ¡Qué riqueza de epítetos ha colocado Natura en el cuadro que se contempla! y Delgado fue un enamorado de lo que veía y contemplaba y, por ende, hubo de vestir el sustantivo con la galanura que el adjetivo que le daba.

            Y estos cuadros, en miniatura, supo engarzarlos con maestría, en sólo catorce renglones o en pequeños poemitas incluirlos en sus obras de largo metraje; poemitas, pero que podían ser separados y tener vida propia; sin desdoro alguno.

Como prueba de lo asentado ahí están todos sus sonetos de los alrededores de Orizaba. Y el dedicado a Xalapa, y como ejemplo de los incluidos en poemas grandes, esta muestra delicada y galana:

 

"El sosiega la furia de los mares,

la leve bruma del torrente trisa,

y hace cantar a la nocturna brisa

un idilio de amor en los palmares.

El cuida de la endeble trepadora

que al viejo tronco del saúz se agarra,

da luz a la lucerna voladora,

miel a la abeja y canto a la cigarra;

grana a la mies que en el feraz planío

en olas de oro se revuelve inquieta,

desata el arroyuelo para el río,

y corona la mística violeta

con brillante diadema de rocío".

 

Y vaya otra pequeña cuarteta, que es todo un grandioso poemita:

 

"Junto al raudal que le besaba al paso,

soberbio de su agreste gallardía,

un lirio de los valles entreabría

su corola magnífica de raso",

 

Con cuadros deliciosos nos regala cuando se acerca a la naturaleza y es el epíteto belleza de colorido y luz en su obra pictórica;

 

"Vellón de armiño donde amor anida,

cesto de lisco, colombina pluma,       

en tu collado tu beldad se esfuma

mientras menos visible más querida.

De níveo razo y de crespón vestida,

-velo nupcial a tu esplendor de bruma-

eres flor de la niebla, flor de espuma,

por el viento del trópico mecida.

Brillas en la serena lontananza

con prestigiosa irradiación suprema,

de fuegos en munífico derroche;

y saga de ilusiones y añoranza,

pareces en la sombra una diadema

caída de la frente de la noche".

(A Xalapa)

Y para cerrar con broche de oro vaya el delicadísimo soneto intitulado "En las Montañas de Tlilapan":

 

"Todo lo enerva la pesada siesta,

en el maizal el céfiro reposa;

y busca la cerúlea mariposa

el húmedo frescor de la floresta

 

al terminar la campesina siesta

que en contorno cien pueblos

alboroza en pintoresca procesión piadosa

sube la gente la empinada cuesta.

 

Cesa el petardo de atronar el viento,

acalla el campanario su alegría,

en el fondo del valle soñoliento,

y repitiendo va la serranía

el son del tamboril pausado y lento,  

y el llorar de la triste chirimía".

 

En este soneto clásico y elegante está encerrada la poesía de Rafael Delgado; en él se encuentran todas las cualidades del aedo, en el que se hallarán todas las carac­terísticas de su numen y de su facultad pic­tórica y descriptiva.

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