miércoles, 11 de diciembre de 2013

Entre el ser de lo político y el ejercicio de la política


 

Silvestre Manuel Hernández

Coordinador del Consejo Editorial de Tlanestli. Amanecer

Investigador de Ciencias Sociales y Humanidades,

UAM–I, Ciudad de México

silmanhermor@hotmail.com

 

Puede verse la entrevista completa en:

Asimismo, los vídeos correspondientes a “Los entretelones de la masculinidad y “Las entrañas del Elefante”, se encuentran en:



Agradezco a Leny Andrade Villa su ayuda para la grabación de las tres entrevistas.

 

Silvestre Manuel Hernández (SMH). En esta ocasión tengo el gusto de contar con el Dr. Jorge Velázquez Delgado, profesor– investigador del Departamento de Filosofía, y con el profesor José María Martinelli, profesor–investigador del Departamento de Economía; ambos de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Nos reúne la discusión con respecto a qué sentido tiene reflexionar sobre el ser de lo político, en contraposición con el ejercicio de la política. El profesor Velázquez Delgado es especialista en Filosofía Política y el profesor Martinelli en politología. Vamos a tener dos vertientes de análisis, dos posturas. Por favor, Jorge, podrías iniciar la reflexión sobre qué sentido tiene, en el siglo XXI, pensar sobre el ser de la política.

Jorge Velázquez Delgado (JVD). Pues, es fundamental, en muchos sentidos; sobre todo porque la política, en el siglo XXI, prácticamente fue abandonada como tal, incluso son pocas las referencias que tenemos, pero esto obedece a la presencia y al marcado énfasis que se puso en lo político. Incluso podemos hablar de autores que, de alguna manera, tienen ahora mucha fama, a veces, para muchos de nosotros bastante crítica e inexplicable; como sería, por ejemplo, Carl Schmitt, es decir la distinción entre lo teológico y lo político, o la política pensada como teología, o simplemente la reducción de lo político a simples juegos de amigos y enemigos, juegos de estrategias y no como construcción, en el sentido ontológico del término, de nuevas realidades sociales e históricas.[1] Entonces, en ese sentido, la obra de Schmitt y sus seguidores ha sido parte del gran debate que se da a partir de la Segunda Guerra Mundial en donde, de alguna manera, inició el abandono de la política. Lo que es ahora urgente es responder a la pregunta ¿qué entendemos, para el siglo XXI, por política?, si ésta pasa por la necesidad de construir grandes realidades sociales, como son los estados nacionales u otro tipo de entidad política, que fundamentalmente tendría un elemento que, habría que decirlo, involucra a la política en tanto que ésta se disoció de la ética. Porque, en ciertos matices, toda propuesta política, en cualquiera de sus formas, implica una concepción de la moral, una concepción de la ética, es decir de la vida civil, independientemente de cómo lo veamos o quiénes son los que a través de lo político lo llevan a la práctica. Me refiero a los crímenes de guerra, campos de concentración, presiones políticas, en donde también se da esto.

     Ahora bien, lo que aparece en un autor que he estado leyendo últimamente y que tengo avanzado un manuscrito es Claude Lefort, en donde él y sus seguidores, Laclau y otro tipo de autores,[2] hacen una serie de seguimientos y hablan de la superación de lo político a través de la construcción de un espacio vacío, que quién sabe qué signifique eso.[3] A fin de cuentas, a los franceses les gusta hacer mucha metafísica, a pesar de que no lo saben; pero, generalmente, uno distingue a un pensador francés porque dice “bueno, qué es lo que me quiere decir con una frase así”. Es decir, que el poder no tenga una identidad, ni mucho menos una forma simbólica. Pero, a fin de cuentas, uno puede decir toda forma de poder se reduce o se genera, o se desarrolla y se despega a partir de una entidad simbólica que genera un círculo unitario y colectivo; en este caso, el poder no pertenece a nadie, nos pertenece a todos. Yo llego a la conclusión de que Lefort tenía en la cabeza El contrato social de Rousseau, que me parece muy saludable, pero esto sería justamente seguir en la veta maquiavélica; lo que él plantea con la veta maquiavélica, para alejarse de Marx. Por eso la propuesta de vacío y de todos los posmodernos, es cómo me alejo de Marx, una vez que ya no conoces esta propuesta o incluso reducir a la política a ontología, que me parece también que no necesariamente hay una relación directa, causal, de la política y una propuesta de carácter ontológico, así lo podemos encontrar en otro tipo de expresiones, o incluso en las mismas posiciones posmodernas, si uno sigue una veta o una línea de desarrollo como puede ser la posmodernidad, pero esto sería cuestión de analizar. En todo caso, siempre habrá dominantes y dominados; el problema no es si haya dominantes y dominados eternamente, siempre los habrá, porque uno no puede dejar a un niño de tres años tomar una decisión, no, esto no se puede hacer. El problema es el carácter histórico que adquiere la dominación, por la relación política con otra instancia. En este sentido, siempre habrá dirigentes y dirigidos. Si el que dirige es un sujeto moral, puede ser individual o colectivo, es muy diferente a alguien que dirige a partir de la fuerza o de la violencia, y de esto se hace el mundo, incluso a través de la construcción del consenso. Pero bueno, esto es el problema, si se trata de dominantes y dominados; por tanto, es imposible pensar la política, si nos reducimos solamente a lo político.

SMH. Profesor Martinelli, a la luz de lo que comenta el doctor Velázquez Delgado. Me llama mucho la atención que en su ensayo sobre Cristóbal Colón usted retoma una parte muy interesante, en la tercera etapa de su investigación, que es recuperar el tiempo.[4] ¿Cómo podemos recuperar un tiempo del hacer político, para nuestros días, a la luz de la historia?

José María Martinelli (JMM). Bueno, mire, coincidiendo con el señalamiento de Jorge, sobre todo en el punto que él señala en relación con esta disociación entre ética y política, adjudicándosela a un clásico como Maquiavelo; lo cual no es cierto, es incorrecto, son posiciones interesadas que, en última instancia, desvirtúan la sustancia de la política. ¿Cuál es la sustancia de la política? Yo entiendo que lo substantivo de la política es la dinámica de la obtención del poder, eso es fundamental, entonces, hoy hay trabajos, ensayos, hay obras más bien referidas a lo político, es decir, al ejercicio de la política, y en ese sentido, aquí si hay distancia entre la política y lo político y eso se manifiesta en el descrédito de los políticos, que en vez de buscar el bienestar colectivo, el bien social, busca intereses particulares, favores personales, etcétera. Aquí en México, y en otras partes del mundo, es un fenómeno que lamentablemente se ha repetido. También quisiera hacer un señalamiento respecto a la consagración de autores cuyas propuestas no han tenido vigencia en la realidad, mas sí tienen un eco, es el caso de Norberto Bobbio. El intento de Bobbio corresponde al acercamiento, no de síntesis, entre socialismo y liberalismo; pienso que es fallido y, sobre todo, en última instancia, me parece que ha significado un refuerzo al liberalismo. Yo recuerdo una de las obras clásicas de Bobbio, me parece que se llama El futuro de la democracia,[5] donde él cuestiona explícitamente a la democracia directa, no le ve viabilidad, le dedica dos líneas y no la recupera en ningún desarrollo posterior. Cuando pienso que la fuerza de la democracia está en el carácter transformativo que puede asumir; en ese sentido, los mecanismos de la democracia directa: plebiscito, referendo, la consulta popular, son plausibles, son necesarios, acercan al ciudadano a la desicionalidad, pues uno de los problemas que vemos en el ejercicio de lo político es la expropiación que hacen los políticos de la desicionalidad de la gente, ese es un problema que no se ha superado. Cuando nosotros vemos que la posibilidad de un  plebiscito da al sujeto el hecho de que él pueda decir, estoy de acuerdo con esta medida o no estoy de acuerdo. Por ejemplo el aborto, es un tema importantísimo para la salud humana, principalmente de las mujeres. Ya  que en algunos países desarrollados del mundo capitalista se ha utilizado, por ejemplo en Suiza; en otros países el tema está cancelado y no puede tratarse, lamentablemente en Argentina este tema está cancelado, entre otras razones, porque a la presidencia actual no le parece adecuada. A mí me parece muy impropio, por decirlo claramente. Entonces, yo pienso que en el ejercicio de lo político lo que debemos tratar son dos blancos; por un lado, que la participación social pueda gravitar en la política pública, y que esa participación sea desicional, que no sea adjetiva, sino que, por ejemplo, en una política pública se trabaje el diseño, el ejercicio y el control de la política pública y, no solamente, el último plano, porque se desvirtúa totalmente si no ocurre en los términos señalados, y la política pública se convierte en un reparto presupuestal; y, por otro lado, lo que debemos procurar es que vaya más adelante, que una política pública se centre en la necesidad de la gente y que eso permita que la política tenga coherentemente un ejercicio de racionalidad, porque hablar del ejercicio de racionalidad, que no tenga una desicionalidad social puede ser transitar por el vacío.

      Ahora, sobre lo que me pregunta, la recuperación del tiempo, bien, este punto está trabajado con autores clásicos marxistas, entre otros Antonio Gramsci. Cuál es el nudo central, si vemos la cuestión del tiempo como un pasar que solamente nos indica los referentes cronológicos, no avanzamos, pero si entendemos que la recuperación del pasado es presente y permea el presente. Decirlo hoy, a 48 horas del aniversario de la Revolución mexicana, invita a pensar todas aquellas propuestas y conquistas de la Revolución mexicana, muchas han sido desvirtuadas y otras no logradas, como en el caso de la educación, la que hoy se destruye con la llamada “reforma educativa”. En consecuencia, si establecemos un vínculo dialéctico entre pasado y presente, eso permite tener futuro; sino, de otra manera, el presente de hoy es un vacío hacia un futuro inexistente, a un futuro desierto. En este sentido, pienso que una de las cuestiones que hay que reforzar son los programas de estudio, a todos los niveles: básico, superior, en la enseñanza de la historia. Si estudiamos la historia, sabremos qué hemos recibido y qué podemos construir; pero si desconocemos la historia, entonces nos encontramos en un vaciamiento de la política que, en consecuencia, el político manipula, hace ejercicios mediáticos y no propiamente hay satisfacción de necesidades sociales. Por tal motivo, hay que recuperar la centralidad de la política y su conectividad con la ética, con la cultura, con lo social, con lo económico y con otros factores de la vida.

SMH. Jorge, a la luz de tus investigaciones, en particular, Renacimiento, Modernidad, Barroco y Contemporaneidad, ¿cuál es el peso fundamental de la historia y las instituciones para reflexionar sobre la política? Nuevamente, este interés, que es el peso fundamental.

JVD. La pregunta es algo compleja y difícil, pero si tenemos que partir de alguna tesis importante, podemos remitirnos a Polanyi, quien habla de la gran transformación, de cómo fueron destruidas ciertas formadas del conjunto de instituciones feudales para dar paso a las instituciones de tipo burgués, para decirlo en términos prosaicos. En otro sentido, hay que entender cuáles son las instituciones, de hecho, podemos decir que el hombre es un ser que genera instituciones, y que solamente puede reproducirse, a sí mismo, a partir de aquellas instituciones que son fundamentales. Pensemos en una central, en las sociedades contemporáneas y modernas: la familia, el estado, pero también crear instituciones que tienen un carácter más ambiguo, como puede ser el caso del dinero. Recordemos un poco lo que plantea el autor que acabo de citar, el historiador polaco Polanyi,[6] quien menciona algo muy interesante: lo que ocurrió en la sociedad capitalista fue pasar de una economía institucionalizada en la tierra a una economía institucionalizada en el interés, en donde el dinero deja de ser simple moneda, para ser un factor de intercambio, que hasta la fecha tiene. Si la institución dinero es lo que provoca nuestro problema, que viene acompañado con otra institución, terrible para mí, que es, desde el punto de vista histórico, la propiedad privada; entonces la mentalidad neoliberal se yergue. Pues, quienes nos hemos dedicado a este problema, observamos que la mentalidad neoliberal parte del  hecho de que la propiedad privada es una consecuencia natural de la evolución humana, y nosotros decimos que no, toda institución tiene una particularidad que es histórica, por lo mismo tiene una temporalidad y una finitud como nosotros; y estas nacen, se desarrollan y tienen procesos de transformación. Si pensamos en modelos de familia, como la familia romana, que es un modelo referido, o la familia burguesa; o incluso lo que está pasando con la familia contemporánea, en donde ya aceptamos prácticas de sexualidad que no dependen de la hegemonía o dominación de los sexos. Con lo cual, tenemos un cambio radical, presente en lo que está pasando en las instituciones o el caso de las instituciones del estado, como un conjunto de instituciones o aparatos, o un conjunto de aparatos ideológicos de estado, como lo denomina Althusser.[7] Lo que deviene en un conjunto considerado justamente eso, en donde las instituciones tienen modificaciones y transformaciones, pero estas dependen un tanto del carácter de su temporalidad y el carácter de su propio juego con lo político y con la política; tienen un carácter fundamentalmente transitorio o simplemente entran en el juego, que dice Martinelli, de “los juegos con el tiempo”; es decir, no necesariamente son simplemente progresistas, desde un punto de vista del liberalismo o desde un punto de vista del socialismo, sino que incluso tienen retrocesos, como es, por ejemplo, el caso de la educación y el caso de los derechos laborales, que pensamos que eran instituciones inamovibles, pero hemos encontrado que en la práctica y en la lucha se siguen transformando, dependiendo del juego de fuerzas políticas que están en el poder. Aquí lo que importa es tratar de entender cómo se van constituyendo las fuerzas políticas, en este caso, lo que tenemos es un conjunto de fuerzas políticas que tratamos de mostrar en mi libro El ocaso del neoconservadurismo,[8] pues se demostró que lo que ocurrió con los neoliberales es que asaltaron el poder, pero no asaltaron Palacio de invierno. Fueron muy inteligentes, muy astutos, y lo que asaltaron fueron las instituciones que, fundamentalmente, son reproductoras y creadoras de ideología, como son las universidades, los centros donde se producen las formas de conocimiento. Porque aquí habría que hacer una distinción señera entre lo que entendemos por saber y lo que entendemos por conocimiento. Las sociedades modernas son las que generan y producen conocimiento, mientras que las sociedades como las  del Renacimiento y el Barroco fueron sociedades que producían y se preocupaban por problema el saber. Qué quiere decir el problema del saber, que es una dimensión más humana y más profunda que el simple conocimiento, el cual tiene una función utilitaria y que en el caso particular de las sociedades está relacionado con la producción de la plusvalía simple y sencillamente. Eso lo vemos en todos los objetos que tenemos alrededor, como las mercancías, y esto es efectivamente lo que hay que producir. Las cosas que están orientadas hacia el conocer en general, si crean saber, simplemente son inútiles. Digamos, una característica de la modernidad fue su oposición al humanismo, lo cual dice que va a proyectar ciertas vertientes del humanismo pero es un humanismo que tiene que ver con otro tipo de problemas, quizá de una manera más práctica; formas utópicas más pragmáticas, de alguna manera, por llamarlo así: fue una adaptación a los derechos humanos, no a ciertas manifestaciones de la violencia, u otros referentes. Sabemos que todo esto son formas de manifestación de la política. Recordemos que lo que define y determina qué es la política, es justamente la relación con el poder y su relación con la violencia, de ahí que siempre estamos con todas estas cosas, de ahí que queremos ver quién es más violento, pero la violencia es institucional y naturalizada, la encontramos en las sociedades contemporáneas. Por ejemplo en México, donde ya no se espantan por el número de muertos de la guerra contra el narcotráfico, porque ya no es la primera guerra global. Eso nada más se está reproduciendo en México, es un fenómeno mexicano, lo vemos así porque estamos desde aquí viéndolo, y todos los días tenemos acceso a los medios impresos y audiovisuales; en la televisión, en el cine, en las películas donde el tema es ese, prendemos la televisión y vemos películas de mafiosos, de narcos. La  sociedad mexicana ha naturalizado ese tipo de violencia; pero, a fin de cuentas, no puede parafrasear aquí a Marxs, en tanto que el modo de producción dominante es el que prevalece. Pues, con ello, estamos acelerando el narcocapitalismo, que va a ser la forma absoluta, debido al peso que tiene en la sociedad contemporánea  y en la economía mundial el narcotráfico. Estamos hablando de un 15% o 25% del producto interno bruto a nivel global, por eso no podemos acabar con las mafias, con el narcotráfico. Entonces, lo que tenemos es un panorama terrible, por toda la crisis que está provocando la globalización en la sociedad contemporánea, donde, al parecer, se sigue la lógica de la mentalidad neoliberal, donde lo único importante en el mundo, ontológicamente hablando, es el dinero, el tener y no el ser. Aquí es donde encontramos la ruptura fundamental entre lo que fue la sociedad del Renacimiento y del Barroco, y la sociedad Moderna y Contemporánea: lo importante es tener, no ser.

SMH. Profesor Martinelli, retomo este punto del profesor Velázquez Delgado, que usted lo trabaja muy bien en su libro Crisis capitalista mundial y políticas públicas.[9] Me interesa que, por favor, nos comente un poco cuál es el ámbito crítico, para nosotros, hablando de la crisis del capitalismo, está presupuesta una crisis ética y a la vez una crisis del humanismo, cómo lo replanteamos.

JMM. Sí, bueno, ciertamente cuando hablamos de crisis ética queremos decir ausencia de valores, eso es algo realmente impresionante en las sociedades contemporáneas. Cómo este proceso se ha desvalorizado, afectando los bienes culturales sociales, el conocimiento mismo. En el caso del conocimiento, como maestro, señalo algo de lo que está ocurriendo, no solamente se convierte a la educación en mercancía patrocinada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario. En el caso de México, por la organización Mexicanos Primero, donde  las recomendaciones de esta organización son acatadas disciplinadamente por el actual gobierno mexicano. Entonces, en relación con los contenidos de la educación, qué es lo que ocurre: creo que se procura la supresión del concepto, que el estudiante no tenga una capacidad de conceptuar, y esto de conceptuar es lo que permite vincular categorías, lo que permite establecer relacionamientos. Ejemplo: si un estudiante dice o piensa que la burocracia es un cuerpo de empleados, solamente eso tiene un acercamiento muy limitado al estudio, porque, efectivamente, la burocracia es un conjunto de empleados; la burocracia, con base en su saber, establece relaciones con el poder, establece ventajas, establece favoritismos y compromisos, etc. En el caso de México, desgraciadamente, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación fue dirigido, en los últimos 20 años, por dos mafiosos, Carlos Jongitud Barrios y Elba Esther Gordillo. Así, el proceso de destrucción de la educación se continúa hasta hoy, abiertamente desde las esferas políticas gubernamentales. Y de esta búsqueda del concepto se favorece lo que se denomina funcionalidad educativa, y eso se desarrolla en las instituciones privadas de educación, donde lo que va a prevalecer sobre lo que es substantivo, en las ciencias sociales, es la interpretación; la comprensión se va a relegar por fomentar la aplicabilidad, aunque el estudiante o el egresado no sepa para qué es,  por qué, cómo, entonces estos son costos muy fuertes que hay que tratar de revertir. En este sentido, es obligatorio hacer una mención a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que tiene una posición cualitativamente diferente, que trata de buscar darle contenidos a la educación y que no conviertan a los maestros en una burocracia subordinada a la SEP y al Instituto Nacional de Evaluación Educativa, es decir, dos instancias limitativas que le cancelan  los derechos que los posterga laboralmente: eso es inaceptable. Es decir, que la recuperación de la ética es fundamental, porque hoy nos encontramos en un mundo que, como decía Jorge, la naturalización de las aberraciones sociales, la naturalización del terror, de la explotación, se ve como algo permanente y no se ve como un proceso social. En ese sentido, hay que denunciar la guerra contemporánea, no solamente la que se vive que en México, la que mencionó Jorge, sino otros planos bélicos inaceptables, como el Irak destruido; la riqueza cultural de la Mesopotamia histórica destruida. El primer lugar donde se intentó establecer, es decir, dar un orden a las relaciones y a los conflictos sociales con el código moral destruido. Afganistán, Libia, Guantánamo, una prisión totalmente inaceptable por las condiciones en que están los prisioneros. Es decir, la destrucción de los valores lleva a la gente a ciertas actitudes inertes, pues no se reacciona ante el sometimiento, se da la apatía y  la indiferencia; esto, en gran medida, es inculcado. Hay que revertirlo, porque estos son los planos donde las ausencias éticas transforman a los sujetos en minusválidos sociales, en minusválidos políticos, porque una persona en esas condiciones no se puede decir que es un sujeto libre. Para ser libre hay que ser un sujeto ético pero, carente de valores, verdaderamente el ejercicio de la libertad no está, es una desvirtuación. Y pongo énfasis en este aspecto, porque cuando se pierde la libertad las posibilidades transformativas de la colectividad empobrecen y, en muchos casos, se desvanecen y las recuperaciones históricas son muy largas y muy costosas. Sin embargo, nos alienta un optimismo razonable.

    Uno piensa que la época histórica que le ha tocado vivir es la más difícil, probablemente en el Medioevo podría haberse pensado lo mismo; sin embargo, hay avances sociales, hay procesos que hay que destacar. Y, en ese orden, sí creo que es importante tratar de ponderar, por ejemplo, en materia de derechos humanos, que no debe ser una moda, la relación con la libertad del sujeto. El problema es que uno ve, actualmente, que los derechos humanos se ejercitan a posteriori, una vez que el daño se ha producido, muchas veces un daño irreparable para la víctima. Cuando lo que debemos procurar es evitar la violación de los derechos humanos, pues ahí el sujeto tiene que tener una dimensión ética, una dimensión de libertad y una dimensión del deber ser, el deber ser no como una proyección a futuro, lejana, inalcanzable, sino en la cotidianidad ética, sustentada en valores.

Referencias bibliográficas de los entrevistados

José María Martinelli, abogado por la Universidad de Tucumán, Argentina, Maestro con Honores en Administración Pública por el CIDE, México. Es candidato a Doctor en Ciencia Política por la UNAM. Entre 1989 y 2007 publicó 95 artículos en México, Argentina e Italia, cuyas líneas de investigación fueron: filosofía política, racionalidad y poder, y participación social en políticas públicas. Es coordinador de los libros La actualidad de Gramsci: poder, democracia y mundo moderno, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, México, 1995; Políticas públicas: teoría y realidad, Universidad Juárez de Durango, México, 1999; Políticas públicas en el nuevo sexenio, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, México, 2002 y Crisis capitalista mundial y políticas públicas, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, México, 2010.

Jorge Velázquez Delgado, licenciado, maestro y doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es autor de los libros ¿Qué es el Renacimiento? La idea de Renacimiento en la conciencia histórica de la modernidad, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, México, 1998; Globalización y fin de la historia, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 2005; ¿democracia o neoconservadurismo? Torres, México, 2006; Bajo el círculo de Circe. El imaginario político de Nicolás Maquiavelo, El signo, Buenos Aires, 2006; Fragmentos de la modernidad. Filosofía de la historia e imperativo de la modernidad en Ortega y Gasset y María Zambrano, El Signo, Buenos Aires, 2007; Giambattista Vico y Baltasar Gracián. Dos visiones del barroco, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, México, 2011; Antimaquiavelismo y razón de estado. Ensayos de filosofía política del barroco, Del Lirio, México, 2011; El ocaso del neoconservadurismo, Del Lirio, México, 2012; Girolamo Savonarola: ensayos sobre profecía y filosofía en el Renacimiento italiano, Del Lirio, México, 2013.



[1]  La obra más conocida de Carl Schmitt es Der Begriff des Politischen (1927). Véase, El concepto de lo político, Folios Ediciones, Buenos Aires, 1984. También puede analizarse, Sobre el parlamentarismo, Tecnos, Madrid, 1990.
[2]  Véase Ernesto Laclau, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Nueva Visión, Buenos Aires, 1990. En especial, las páginas 19 – 99. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, Siglo XXI, Madrid, 1987. En particular los apartados “Hegemonía: el difícil nacimiento de una nueva lógica política” y “Más allá de la positividad de lo social: antagonismo y hegemonía”, pp. 53 – 166.
[3]  Al respecto, véase Claude Lefort, Ensayos sobre lo político, Editorial Universidad de Guadalajara, México, 1991. En especial, confróntese el apartado “La cuestión de la democracia”, en donde el autor señala que en la monarquía, el poder se incorporaba en la persona del príncipe, y así, el poder daba cuerpo a la sociedad: “Y, por ese hecho, existía un saber latente, pero eficaz, de lo que era uno por el otro, en toda la extensión de lo social […] El lugar del poder se convierte en un lugar vacío. Es inútil insistir sobre el detalle del dispositivo institucional. Lo esencial es que impide a los gobernantes el apropiarse, el incorporarse al poder […] Vacío, inocultable – ya que ningún individuo ni ningún grupo pueden serle consustanciales –, al lugar del poder le es imposible adoptar figura alguna. Sólo son visibles los mecanismos de su ejercicio, o mejor dicho los hombres, simples mortales, que detentan la autoridad política”, p. 26.
[4]  José María Martinelli, “Cristóbal Colón y la modernidad: una visión latinoamericana”, Società Siciliana per la Storia Patria, Palermo, 1996. Véase la tercera parte, Un Tiempo Común, en donde precisa: “recuperar nuestro tiempo puede conducirnos a ser partícipes de un tiempo común, cualitativamente opuesto a las integraciones subordinantes”, p. 103.
[5]  Véase la edición del Fondo de Cultura Económica, México, 1994. En concreto, el apartado “Democracia representativa y democracia directa”, pp. 32 – 50.
[6]  Al respecto, entre otras obras, véase su libro La gran transformación, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1949.
[7]  Velázquez Delgado se refiere al texto clásico Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Ediciones Quinto Sol, México, 1990.
[8] Ediciones Del Lirio, México, 2012. Véase, en especial, “¿Fin de una era? Las aventuras del declive neoliberal: hacia un diagnóstico de nuestro tiempo”, pp. 23 – 88.
[9]  Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, México, 2010. En particular, véase “Crisis capitalista: tesis teórico–éticas”, pp. 23 – 36.

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