viernes, 11 de octubre de 2013

EL RACISMO Y NOSOTROS



Octavio García Mundo

octavio_garciamundo@yahoo.com.mx

Resumen
El racismo es una justificación europea para la conquista, la subordinación  y el genocidio de África y América, de los “otros”, africanos y americanos. Por tanto, si somos racistas “nosotros”, los mestizos, y discriminamos a los habitantes originarios o a los afrodescendientes, nos convertimos en instrumentos de los dominadores extranjeros o nacionales.



Los descubrimientos geográficos de África, América y Asia, no sólo responden al interés científico, sino al impulso del capitalismo mercantil por encontrar nuevas rutas para la India y consolidar, así, medios de acumulación originaria del capital. El descubrimiento de civilizaciones ignoradas, es decir, de fuerza de trabajo y minas de oro, diamantes y plata, transformaron las empresas de los “descubridores” en verdaderos “caballos de Troya” para apoderarse del mundo descubierto. Necesitaban las riquezas de todo el mundo  para implementar la Revolución Industrial.
     No obstante, emerge un problema fundamental ¿cómo explicar al “otro y “lo otro”? La salida es descalificar a los hombres y las culturas de los habitantes del mundo no occidental; asumiendo, de entonces a la fecha, tal precepto como la única idea válida de progreso, civilización y superioridad étnica-racial de los europeos. Esto es, “los otros” eran “tribus”, culturas “tradicionales”, es decir, detenidas o congeladas en el tiempo; incivilizados, bárbaros, salvajes, inferiores; no tenían la piel blanca, no tenían cultura sino costumbres, no tenían idiomas sino dialectos, no tenían religión sino idolatrías, no sabían gobernarse; en resumen, no eran seres humanos, porque eran diferentes. Como no eran civilizados a la manera occidental, no tenían alma o cuando más eran como niños; por tanto, no podían ni sabían aprovechar sus capacidades productivas para explotar sus inmensas riquezas naturales.
     Esa era una perfecta justificación de la civilización occidental, para el saqueo y el genocidio que se avecinaba en África y en América. Como los “negros” no tenían alma, eran “cosas”, mercancías susceptibles de ser compradas y vendidas; vender, claro, a un costo mucho mayor del precio de compra. Los vendían en precios que fluctuaban entre 200 y 500 pesos oro en las colonias españolas; de acuerdo con su estructura física, si eran niños, mujeres, hombres fuertes o madre e hijo y los compraban (decían algunos, con ropa vieja, trapos de llamativos colores), en realidad, con aguardiente y con viejos mosquetones, armas que daban a sus aliados africanos para combatir contra otros africanos y cazar a los futuros esclavos que les eran entregados a los “negreros” en los puertos esclavistas de África. Enfrentaban a los africanos entre sí, por cuestiones étnicas, religiosas, comerciales, o con intrigas para dividirlos. Los europeos tenían experiencia, practicaban la esclavitud desde los tiempos de la civilización griega, cuando menos.
     Algunos africanistas calculan este comercio en 50 millones de seres humanos arrebatados de sus tierras y familias. Además de los miles de asesinados, cuando eran cazados como animales, por europeos y africanos, hubo millares de muertos en el traslado de África a América (o Asia). Viaje que duraba tres meses en barco, hacinados como sardinas. De la misma forma, muchos morían en el trayecto, otros se suicidaban arrojándose al mar. También se dio el caso de cargamentos completos de africanos arrojados al mar, cuando los barcos ingleses trataban de capturar a los barcos negreros. La prohibición de la trata de esclavos, decretada por Inglaterra, y la política de autonombrarse “policía del mundo”, para  combatir el comercio de seres humanos, no sólo se debía a cuestiones morales, sino de manera fundamental a cuestiones económicas, ya que el incipiente capitalismo necesitaba obreros, no esclavos.
     El saqueo de la fuerza de trabajo africana, en su edad más productiva (jefes de familia o hijos), significó la ruptura familiar, social, económica y sicológica de pueblos a escala continental. Este es el primer elemento, de muchos otros (invasiones y saqueos a lo largo de toda su historia), que se deben de tomar en cuenta para comprender desde otra perspectiva el atraso económico y político en la realidad actual de los países africanos.
    Por otra parte, este comercio humano era muy rentable para los comerciantes negreros, la corona española y sus comerciantes-terratenientes, los cuales se habían apropiado de un inmenso continente. Pero el genocidio de los habitantes originales, por el exceso de trabajo, por la escasa alimentación y por las enfermedades desconocidas en América, provocaron una catástrofe demográfica. Es decir, se estaban quedando sin mano de obra esclava o muy barata (algunos historiadores calculan que a la llegada de los españoles, habitaban Mesoamérica alrededor de 40 millones de personas; y a los 20 años de colonización, sólo quedaban 5 millones. Se les consideraba cosas sin alma y se les podía esclavizar); así, por la falta de mano de obra incentivaron el comercio y la esclavitud de los africanos.
     Algunos religiosos europeos trataron de defender y proteger a indígenas y africanos, sin embargo, la mayoría sólo enseñó la “verdadera” religión, el “verdadero” idioma, la “verdadera” cultura y el “verdadero trabajo”; todo lo cual significó, sobre todo, una conquista ideológica-cultural.
     En agosto de este año 2013, el Presidente de Bolivia Evo Morales, expuso ante la reunión de Estados de la Comunidad Europea, entre otras cosas: “Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lucas Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de America”.
     El dominio colonial en Latinoamérica, ejercido por España y Portugal, duró 300 años. En el Caribe, Francia, Inglaterra y Holanda, hicieron lo propio. Por último, Estados Unidos dominó Puerto Rico.  En América Latina, los hijos de españoles nacidos en América, tomaron el poder después de las revoluciones (formales) de independencia, la plutocracia criolla y sus descendientes continuaron la explotación. Casi agotados el oro y la plata (para la tecnología de esos tiempos), siguieron siendo redituable las plantaciones de caña de azúcar y se agregaron tabaco, caucho, café, plátano, trigo y la ganadería. La codicia minera se trasladó al estaño, salitre, cobre, y para finales del siglo XX comenzaron nuevamente con la explotación del oro y la plata, realizada por las mineras canadienses. Lo cual nos permite imaginar que ese saqueo, al cual se agregaría el “oro” negro,  produjo, como hoy, estragos humanos, sociales y ambientales.
    Las historias de los pueblos de África y América son parecidas, en cuanto a los colonialismos sufridos y al saqueo y expoliación, a sus luchas de independencias formales, las cuales no lograron la independencia económica, política, social y cultural requerida, para las autonomías verdaderas. Esas  independencias a medias, en lo cultural, por ejemplo, nos hacen creer, a la mayoría de latinoamericanos, ser herederos de la cultura europea u occidental, cuando en realidad Europa y Latinoamérica son las dos caras de una moneda.
   Es urgente dejar de pensar como subalternos: adoptar y adoptar lo que nos beneficie de Occidente y rechazar, de ese Occidente, y de nuestras tradiciones, lo que nos perjudique; pero, rescatar la cultura americana original y estar orgullosos de ella y de sus portadores, pues quizá esa esencia sea la que nos proporcione una herramienta primordial para dejar de ser subalternos.
    En fin, la idea de que la Historia sirve para comprender mejor el presente y vislumbrar el futuro, podría ayudarnos a explicarnos mejor el México contemporáneo. La discriminación racista, practicada hasta la actualidad por europeos y estadounidenses, está de acuerdo con sus intereses hegemónicos. Pero la discriminación de nosotros los mestizos contra los habitantes originales de América, los afrodescendientes y  los campesinos, es sólo imitación, en función de los intereses de los países  dominantes; es decir, nos dividimos a favor de los dominadores, al pensar de manera eurocéntrica.
    Que los negros, indios y campesinos apestan, quizá, o quizá se debe a sus tipos de trabajos y a no contar con regaderas. Que son taimados y flojos por naturaleza, o porque el patrón los obligó a mirar al suelo cuando les hablaba y les impone el precio de su trabajo, no más alto a dos o tres salarios mínimos, en la actualidad. Esto es, cuando hemos logrado éxito económico como sea, por la política, el comercio u otro tipo de trabajo: menospreciamos y discriminamos a los otros, ya que pensamos como se justificaban los europeos, que no han logrado el éxito económico, porque son menos trabajadores, menos ahorrativos, menos inteligentes, y quizás hasta menos humanos.
    Otro clavo en nuestro ataúd, consiste en imitar a los conquistadores en lo corruptos. Ellos impusieron autoridades que compraban los puestos políticos y desarrollaron, a muy buenos niveles, el contrabando hasta de esclavos en las aduanas del puerto de Veracruz, entre otros. Por eso es tan socorrida la frase de “el que no tranza, no avanza”. Los pueblos originales no eran unas peritas en dulce, pero las autoridades eran elegidas por sus virtudes: valor, inteligencia y sabiduría, y no por doblegarse al extranjero, al conquistador y ayudarlos a expoliar a su pueblo, convirtiéndose en cipayos.



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