viernes, 11 de octubre de 2013

Canto a Xalapa: El tránsito de una ciudad antigua a una ciudad ¿moderna?

    
     

Juan Fernando Romero Cervantes Fuentes        

A Don Ricardo Ahued Bardahuil, alcalde de Xalapa que afirma con su trabajo humanitario la razón y la congruencia y niega con sus acciones la tradición absurda y autoritaria de los políticos del pasado.   
A mis amigos xalapeños          
Juan Fernando Romero Cervantes Fuentes        
Las campanas 
Anciano de manos desnudas, de nuevo entre los hombres,¡Crusoe! llorabas, imagino, cuando desde las torres de la Abadía, como una marea, se desbordaba el sollozo de las campanas sobre la Ciudad…   ¡Oh desposeído!   Llorabas recordando los rompientes bajo la luna; los silbos de riberas más lejanas; las músicas extrañas que  nacen y se asordan bajo el ala cerrada de la noche, semejantes a los devanados círculos que son las ondas de una caracola, a la amplificación de clamores bajo la mar…  
Saint John-Perse           
 
I REGRESION 
Xallapan, agua que corre en la arena, fue fundada en 1313 en un agreste lomerío del regazo geológico volcánico que se conocería años después como "Cofre de Perote". La visión española, guerrera y comercial, identificó la accidentada topografía de la zona como benéfica para desarrollar - y de cierta forma esconder-  un caserío humilde e informe esparcido por los cuatro barrios náhuas. Sembraron así, la semilla de la capital (cabeza) de lo que llegaría a ser conformado geopolíticamente como un Estado, el de Veracruz. Esta estratégica ubicación tanto la protegía de los ataques del mar infestado de piratas e invasores extranjeros, como la iba edificando con muros de calicanto, viga a viga, tabla a tabla, teja a teja, golpe a golpe, cercana al mayor puerto comercial de la Nueva España: parecía un magnífico hostal para los viajeros con destino a la Puebla de los Angeles, entonces obligada escala en el largo camino hacia el altiplano, el Valle del Anáhuac. 
No obstante, el intenso comercio novohispano que cruzaba transversalmente  al país y que fue origen de las ferias que dieron renombre a la ciudad, el intercambio no benefició mayormente a Xalapa, que permaneció aislada y chipil, creciendo lenta, ensimismada en el olor de las naranjas y limas, del café -entonces todavía chiquito- endulzada en el sabor de la caña de azúcar, la delicadeza de sus flores y la niebla de sus bosques: provincia velardiana por excelencia que atrajo con sus vivos colores y enigmas minerales al muy curioso Alexander von Humboldt que buscaba la Ipamoea purga,  obtenida de la raíz de la planta Jalapa,  pues estaba enfermo. Ya aquí, diez días le duro el-corre- ve-y-dile, por lo que se dedico a su pasatiempo favorito: bautizar ciudades, y lo hizo con la nuestra: "la ciudad de las flores". 
A lomo de burro el barón cruzó laberínticas callejuelas salpicadas de grandes fincas que repetían el modelo y los modos de las haciendas cafetaleras y azucareras del resto de la región tropical con sus altos y anchos muros, arcadas y canelones y sus grandes patios centrales, manzanas que iban creciendo a partir del centro político y religioso unido en el embrión del parque Juárez.  Dominada por el basalto del Macuiltéptl, sus empinadas y empedradas calles mostraban ora el Naucamatéptl, ora el Citlaltéptl, ora el lejano mar, imágenes que se escondían de pronto por el vuelco súbito de la mula o del vetusto carruaje o por la inasible niebla que corría por la verdiazul montaña… 
En Los Berros se reúnen Iturbide y Guerrero y la ciudad coquetea con lo imperial y lo republicano, llena de conservadores y liberales que al tiempo que construyen la arquitectura tradicional xalapeña, aprenden a tomar café y fumar tabaco, discurren y discuten y pelean y gritan bajo los aleros de las hermosas fachadas y cenefas del Camino Real. El siglo XIX transcurre lleno de sobresaltos originados por aquellos y por los Juanes Tépoch y Díaz Covarrubias y por otro de sus nativos: el soldado Santa Anna, delirante gallero que buscando angustiado su pata que no era de palo y que había sido extraviada en la guerra, saltaba de sus encierros del Encero a Manga del

Clavo, de Puente Nacional al Cerro Gordo, del Puerto de Veracruz al Alamo, acosado por los gringos, quienes, implacables, lo perseguirían hasta la capital de la muy joven República. Sin embargo, fue realmente Lerdo y de la Luz el camino de la ya ilustre Xalapa en la segunda mitad del diecinueve, que ya liberal, ya estudiosa, se hace depositaria de la ilustración mexicana: inculta joven que cultiva la cultura. A partir de entonces, la bella ciudad, bajando, bajando y transpirando los olores y las nieblas sujetas a la enagua de los cerros con infantil determinación, se precipita verde-que-te-quiero-verde hacia el Golfo de México. 
La "Señora del chipichipi" con sombrero y paraguas, aspira realmente a convertirse en la Capital del próspero, pujante y pre-revolucionario Estado, para lo cual tiene que pujar con Córdoba, Tuxpan, Veracruz y otras no por menores, capitales descartables.  Estrenando el siglo XX, esta industriosa y textilera ciudad, esta decidida a derramar educación y cultura, a pintarse como señorita, a esconderse coqueta en sus hermosos parques para platicar a hurtadillas con los visitantes extranjeros, quienes picados por el aguijón de Humboldt, visitaban los cascos de sus famosas haciendas y bajo sus bóvedas catalanas y sus techos inclinados de teja, arcadas y gargoleados,  soñaban encantados por el embrujo de sus callejones, las profundas ojeras de sus mujeres  y las historias de sus diamantes escondidos en la niebla vespertina. Algunos, como Enrique Rébsamen, para bien de la ciudad y del Estado, se quedaron. Otros, instalados en la belleza de Los Berros, como Díaz Mirón, mira los días pasar, mientras reta,  pelea y escribe, inspirado por los mismos árboles que darán sombra a las plumas de Gabriela Mistral, los Sergios Galindo y Pitol y otros poetas sensibles. 
¿Y cómo no iban a enamorarse de una fantasía de tarde lluviosa, llena de  relámpagos y truenos que hacía crecer, junto con los helechos y las setas, el canto de cigarras y la luz de las luciérnagas, a la música? ¿Cómo no encantarse con esa niebla que te atrapa, ese silencio que de pronto te rodea, ese muy dulce viento que acaricia?  
La música clásica entró a los poros xalapeños para no salir, y ahí reverdece: vida  que a cada paso crece, abrupta, entremuros e intramuros, inexorable e inefable; fuego que arde con aromas de jazmín y sueños de guitarras y pianos, chelos y flautas, violines, violas, jaranas, bajos y trompetas, tambores y timbales: armonías al interior de sus casonas, voces soterradas desde la oscura humedad que di-vierten amor al hacer vibrar tímpanos y otros órganos: concierto de cientos de flores en árboles incendiados…" un mundo que estalla la vida en toda cosa",    La Señora Hechicera esconde a los no-iniciados su metalenguaje: la semiología de la antigua ciudad, el concierto y el desconcierto de la sinfónica Xalapa; o, el élan vital de la muy añeja ciudad. Sí, imagen de ensueño: provincia aislada de la modernidad que se reserva el derecho a crecer.   
  
II TRANSGRESION 
Sí en la actualidad usted visita Xalapa, se encontrará con una ciudad en crecimiento evidente, encaramándose aún más a los cerros y desparramándose aún más hacia el mar. Observará nuevos y modernos centros comerciales, calles y puentes en construcción o recién construidos, edificios de mediana altura, bulevares correctamente asfaltados, autos a gran velocidad conducidos por juniors o taxistas, casas modernas, lagos artificiales, modernos y dinámicos campus universitarios, un alud de anuncios comerciales que ocultan bajo su peso la susodicha "belleza" y junto a todo ello: calles sin pavimentar, vacas cruzando las avenidas, casas muy pobres, jacales miserables, problemas de drenaje, mucha basura, la suciedad -o la pátina del tiempo- pintando el centro histórico, malos olores, casas en los cerros sin calles, la huella de multitud de árboles derribados, calles inundadas con aguas estancadas, cerradas de pronto, etc. pero no debe olvidar que esta Ud. en una ciudad con abolengo, y recordar que se edificó entre cerros: laberinto con enormes manzanas que comieron muy grandes casas; urbanismo picasiano trazado como "plato roto"; ciudad hecha para los burros y las mulas, y que en su estrechez y crecimiento sin la menor idea de planeación, nunca imagino los autos y camiones del siglo XX. 
Impera ahora el desorden y el desconcierto en el tráfico de los modernos vehículos; más no se queje, pero si no tiene un GPS…deténgase: Si se pierde, esta Ud. en problemas. Es muy difícil llegar al lugar de origen: no hay retorno lógico, pues no hay trazado lógico. Si Ud. piensa que la circulación automotriz obedece a una lógica racional,  a una geometría y a una geodesia, a un cálculo de velocidades y densidades automotrices, a un sistema de computo que utiliza modelos de simulación para resolver problemas reales de tráfico vehicular…, esta muy equivocado, tendrá que atravesar un muy denso tráfico pesado por una carretera atrapada en la mitad de la urbe. Es por lo tanto, necesario detenerse y observar otras señales, es conveniente experimentar - y sufrir- su metalenguaje para entender correctamente la semiótica de la ciudad Xalapa en los albores del siglo XXI. 
No crea que sólo describo el paisaje típico de las grandes ciudades latinoamericanas actuales. Si Ud. fue atrapado en las horas pico por el tráfico en el centro histórico de la ciudad pensará que se repite el fenómeno característico de esas grandes urbes y si viene de la Cd. de México le parecerá un juego de niños; pero, por favor, recuerde: estamos en la "bella Xalapa", en la capital del pujante, prospero y moderno Veracruz,  el tercer Estado en población en el país y sexto en su economía. Estamos en la capital (cabeza) de un Estado que mantiene el principal puerto comercial de la nación, que exporta vehículos automotores, tubería petrolera, alimentos y bebidas sofisticadas, que transforma industria metalmecánica, química  y petrolera, construye grandes puentes y carreteras, zonas portuarias y que tiene -demasiado cerca- la única central nuclear en el país. Capital que, por serlo, es la sede de los poderes
  
ejecutivo, legislativo y judicial. Con un  poco de suerte podrá encontrar por sus calles al muy democrático señor gobernador, a los señores diputados y senadores, o los señores jueces y los secretarios de desarrollo regional, económico y de comunicaciones; con mayor suerte, topará con su muy señor alcalde y también podrá admirar a miles de niños que diariamente son llevados por sus muy amorosas madres a las decenas de escuelas que han brotado como plantas por todas las calles (y que, por supuesto, las amorosas los dejaran en la mera entrada, faltaba más) y también topará con miles de estudiantes y sus cientos de maestros que van o quieren ir a sus universidades, escuelas y talleres, a educarse para el futuro.  
¿Y cuál será ese futuro, urbanísticamente hablando? Primero, habría que resolver las preguntas obvias: ¿seguirán las calles sin asfaltar o deshaciéndose el asfalto cada tres meses, cruzarán las vacas y caballos los modernos bulevares con foquitos insertados para llamar la atención, seguirán las inundaciones y seguirá multiplicándose la apertura de hoyos   -y sus lentísimas recuperaciones- para resolver problemas de circulación de agua, para entonces  muy escasa? ¿seguiremos embelesados con el sonido nostálgico de los trenes que atraviesen la ciudad de este futuro hipotético? ¿alguna Secretaría de Estado ganará la batalla burocrática y podrá construir el libramiento carretero? ¿será una capital a la altura de sus instituciones, de la demanda de su ciudadanía, de la honorabilidad de sus visitantes extranjeros -bisnietos del barón de Humboldt? ¿Llegará a la altura del prestigio de su propia Historia, de sus universidades, de la calidad de sus museos y de sus grupos musicales? ¿Llegará a ser la ciudad, digna capital, cabeza, de su moderno y pujante Estado?                        
   
III DIGRESION 
Si a eso aspiramos, será necesario aplicarnos más en la solución de los actuales problemas y para ello formulo la presente digresión sobre nuestra núbil cosmopolita: ¿cómo explicar esa confusión mayor, cómo entender ese añadido gratuito de problemas a los ya graves de nuestra muy querida aprendiz de Metrópoli? ¿en que parte del cerebro se celebra este juego interurbano que complica de manera rápida, automática, el trazado de las avenidas, la velocidad de los autos, la fluidez, el sentido, la lógica  de la circulación y la convierte de desfalleciente en tortuosa? 
Buscando la forma de entender este extraño fenómeno me acerco humildemente a la semiología1 que tal vez  pueda  ayudarnos a encontrar o formular una explicación lógica para esa caótica situación de interactividad semiótica que se manifiesta como tránsito vehicular y que confunde aún más el trauma de nacimiento de Xalapa. En efecto, hay un código de signos que nos habla con mayor claridad de esa dificultad, digamos, congénita, que tiene la ciudad para la circulación vehicular. Me refiero a un conjunto de símbolos de orden moderno: el grupo de señales que rigen al tránsito vehicular y… al tránsito burocrático. 
Me explico: si como despistado turista usted se atreve a circular por la ciudad, se encontrará con el absurdo multiplicado por n veces, con el teatro de Ionesco  en vivo: solo voltee a su alrededor: nadie esta espantado ni estampado, ni parece sorprendido ni mucho menos enojado. No, a pesar de los múltiples problemas ¿por qué? Es claro y sencillo: los lugareños conocen el sentido, los contrasentidos  y los sinsentidos de las calles, las prioridades y sus cruces, los súbitos cambios, lo permitido, lo prohibido, lo medio permitido, lo medio prohibido y lo totalmente ambos casos en sentido positivo y su contrario: están iniciados en los secretos de los enigmas de tráfico de la Xalapa actual. 
¿De qué hablo? Hay múltiples ejemplos: puentes recién construidos que no conducen semiológicamente al futuro; o sus muy estrechas laterales: auténticos cuellos de botella creados por la extrema deficiencia en la planeación, esos mismos que por otro lado tampoco te conducen al frente (prohibido) sino sólo a la izquierda o sólo a la derecha. Autos estacionados debajo de los letreros que lo impiden, no importa que obstaculicen el tráfico en su mayor densidad, dos y hasta tres líneas de "aparcamiento", vueltas a la izquierda permitidas a pesar de que obstruyen la circulación de todos los carriles, vueltas a la derecha que como son "continuas" se convierten en "obligadas", carriles que de pronto se ensanchan o de plano desaparecen, súbitos sentidos contrarios, calles truncadas a la mitad, como bombardeadas; semáforos peatonales activados por fantasmas, semáforos que permiten el siga, pero ¡cuidado! el opuesto también lo permite simultáneamente y, si acaso hay una manifestación en el centro, usted se enterará en el momento que llegue ahí, después de media hora o más: nadie le previene con oportunidad
  
para que se desvíe con oportunidad; si necesita un taxi a la hora de salida de su trabajo, sueño imposible, ya que encontrará muchos pero nadie querrá llevarlo, coincide con su cambio de turno y éste es imposible posponerlo o adelantarlo (es una orden burocrática, que, casualmente, coincide); también, por supuesto, diacronización de semáforos, vueltas permitidas aquí y allá, pero acá no, y etc., decenas de ejemplos más. No se trata sólo del tránsito vehicular sino también del peatonal, que puede ser muy peligroso. Todo esto no sólo nadie se  lo explica: nadie pide explicación. Una pequeña locura (petit mal)  socialmente compartida, que no solo a nadie espanta, repito, sino a nadie sorprende. 
¿Por qué, qué es lo que realmente pasa? Detengámonos en su contenido formal: resignación y comprensión, aceptación y empeño: el protocolo de las señales de circulación se acepta en toda su extensión, por irracional o caprichoso que sea. Claro que hay choques y peleas, heridos, y hasta muertos: la autoridad dirime y soluciona por la vía de la multa o la mordida, las broncas no son de ninguna manera trascendentes: la autoridad no se cuestiona: se puede burlar o engañar, pero formalmente se obedece, repito, aunque sea incongruente. Y lo es: la circulación en Xalapa es absurda, pero incuestionable.  
Para retomar la posible interpretación, desde el punto de vista semiológico, ¿qué nos dice este conjunto de signos? ¿Qué nos dice  este juego multiequívoco, polisémico y polífónico y a veces contradictorio? ¿Cómo interpretarlo? ¿De qué nos habla este lenguaje de señales que parece loco para un extraño, pero que funciona cotidianamente sin mayor dolor de cabeza? ¿Qué significa este curso de acción?¿ A qué patrón obedece? 
Por la semiótica sabemos que un signo nunca ocurre solo. Para existir al menos debe distinguirse de otro signo, con el que potencialmente coexiste. Con el animo de entenderlo, veamos este otro tópico: si uno reflexiona sobre las características  de los habitantes de esta capital, encontrará personas trabajadoras que laboran día a día, mes a mes, año tras año, toda su vida, en su gran mayoría en los poderes del gobierno del Estado. ¿Cómo sucede esto?: Rotan de un puesto a otro, de una Secretaría a la de más allá, de un Departamento al siguiente, de un Poder al inmediato,  van de un lado al otro en los subibajas gubernamentales federales, estatales o municipales.  Sí los pudiese observar en un hipotético video, obtendría las imágenes que a continuación describo y que -quiero subrayar- son extrañamente parecidas a los conflictos de circulación o tránsito vehicular. Se ha formado así un código semiológico convencional propio de nuestra bella Xalapa: 
Estas personas trabajadoras ahora son jefes de quienes fueron sus jefes o viceversa y ahora son compañeros de quienes fueron sus subordinados o viceversa, o han sido expulsados para ser admitidos días, meses, años después o han sido indignamente corridos para ser indignamente premiados, seis años o seis días después, o se les permite hacer lo que antes se prohibía o viceversa. Puede que se jubilen sin pena ni gloria  o no se jubilen con pena, o no se jubilen con gloria  o, si tuvieron suerte, se jubilen con gloria, o si no la tuvieron, mueran en el camino (y no es metáfora), pero, invariablemente, hay

una regla no escrita: podrán permanecer en circulación, per secula secolurom, siempre y cuando cumplan con el sagrado protocolo, siempre y cuando hayan interactuado con respeto en la liturgia de sumisión a largo plazo, es decir que en esos mismos días y años, hayan manejado por la ciudad -o por la burocracia- sin cuestionar su absurdo.   Si Ud. piensa un poco en ello, descubrirá por si sólo no sólo la frase favorita, sino la filosofía universal del Xalapeño, ilustre o no: "la vida da muchas vueltas, es un subibaja, una rueda de la fortuna". Descubrirá al mismo tiempo,  como por arte de magia, el velo del misterio del tránsito vehicular en la Xalapa  -que sí, adivino- da también muchas vueltas y sube y baja, por lo que se permite se prohibe pero se limita pero se estimula pero se castiga pero se premia: todo depende de la autoridad en turno y la suerte en ciernes. Y ¿quién sabe? Por la diosa Fortuna, puede ser usted el siguiente, o puede ser el lector o puedo ser yo, así es que mucho/poco cuidado: puede Ud. cruzar a media avenida. 
Aclaro. Presento una hipótesis semiótica2 que interpreta una supuesta similitud entre el comportamiento burocrático y el tránsito vehicular, basada no sólo en el hecho obvio de la prepotencia manifiesta del charolazo, la mordida,  la amenaza de despido que sufre el encargado de mantener la fluidez vehicular, sino en su espejo conductual: la "venganza" de los agentes de  tránsito  que reflejan el capricho de los demasiados jefes en el diseño de una circulación aún más caprichosa, cercana al caos. La semiosis refleja ambos códigos o se repiten los mismos códigos de una manera automática. 
Una vez hecha esta digresión producida por un corto circuito en el sistema de señales de los ciudadanos xalapeños,  o nos atascamos o respondemos a la pregunta: ¿podrá Xalapa superar la absurda ecuación tránsito = burocracia? si la hipótesis enunciada es correcta ¿por dónde empezar entonces la modernización de Xalapa?  Las primeras respuestas son sencillas: 
Primero: por medio de la instalación de una nomenclatura y una señalización urbana muy clara, evidentemente visible, lógica, constante y permanentemente mantenida; esta acción se interpretaría como un claro signo y manifestación de una muy buena comunicación entre autoridades y ciudadanos. Segundo: en la aplicación de las reglas más sencillas sobre el tráfico y en su manifestación visual; eso sí, inflexibles y respetadas, sin excepción,  tanto por todas las autoridades como por todos los usuarios de la red interna de comunicación vial. Tercero: es necesaria, urgente, la capacitación para los agentes de tránsito y la educación vial para los ciudadanos, es decir, una concientización para que terminen con los ahora interminables abusos. Avisarles, ya de perdida, que se trata de una importante ciudad capital de un importante Estado y, muy atentamente, notificarles que ya estamos en el Siglo  XXI.       
    
IV PROGRESION ¿O FUGA? 
Cuando yo te conocí, eras, sencillamente,  Jalapa. Ahora, crecida como tus araucarias, Te expandes hacia los cuatro puntos cardinales:  
Eres el utrópico, eres  
   alapa   
Exquisita Dalia Novohispana  
Señora Sultana  
Clavel Colonial 
Jardín del Anáhuac 
Pueblerina Insurgente 
Atenas Veracruzana 
Xalapa de Enriquez 
Ciudad de las Flores  
Señora Hechicera  
Ciudad cada vez más antigua y cada vez menos bella 
Ciudad con el chipi-chipi en fuga 
Sonido del Agua y Arena 
Ciudad del silencio y de la bruma, del canto y de la música: 
 ¿Serás capaz de ser hermosamente moderna?     
X
    
Epílogo ¿INGRESION O AGRESION? 
Agreste sigue siendo Xalapa mientras absorbe los flujos migratorios que proceden de gran parte del propio Estado, de Puebla y de la Cd. de México. Ello se vive como agresión por parte del xalapeño, sobre todo del proveniente de la última ciudad, y, en contraste, se vive como ingresión por parte del inmigrante, pues éste llega para quedarse: se incorpora, no  invade. Su presencia desde luego, trastorna los lugares comunes y comuniza los lugares xalapeños al hacerlos parte de un orden transcultural pretendidamente moderno. 
La contradicción de significados y significantes refleja la indecisión de Xalapa en abandonar su historia o en llegar a ser una ciudad moderna: pero es imprescindible, inaplazable, resolverla y adaptarse. La agresión a la arquitectura tradicional de los siglos XVII y XVIII ha sido casi total, del siglo XIX se han destruido más de 600 casonas. Sí, es necesario entender que la ciudad es un organismo vivo y si bien las ideas modernistas han pretendido inclinarse por la funcionalidad y otros criterios prioritarios (¿para quién?) la cultura expresada en su arquitectura devastada ha sido la gran perdedora, y por lo tanto, su semiótica particular e histórico-social como ciudad. 
Por otra parte, debería darse continuidad a algunos proyectos que se han deshechado por razones "políticas" como los proyectos de planeación urbana del Ing. Tellez  por los años 40 y desde luego, reforzar otros como los de Bernardo Sayago para dar agua suficiente a la ciudad.  Hablamos de un proceso histórico donde falta el eslabón que pueda unir o adaptar la historia  a la actualidad y que pueda unir la agresividad geográfica natural de la ciudad  a las exigencias de una parte de esa pretendida modernidad; modernidad que, sin embargo, no lo es todo, como menciono al final de este ensayo. 
Independientemente del carácter divertido de la digresión del capítulo respectivo, es necesario insistir en que tanto los problemas del tráfico vehicular como la falta de mantenimiento de las calles, genera costos en la economía de la ciudad, externalidades negativas y costos financieros  que alguien paga (y no precisamente el ayuntamiento), situación que ahuyenta o desanima la inversión foránea en una economía ya de por si cerrada, que se sostiene precariamente por los flujos quincenales y mensuales de pagos a la burocracia y los ciclos de las inscripciones y colegiaturas, y que por lo tanto, es aún poco atractiva para los capitales externos (como lo están ya descubriendo los ocupantes de los nuevos centros comerciales).  
Así, Xalapa, corre el riego de ser des-capitalizada, tanto por la falta de inversión privada y pública, como por la falta de capital político, que podría cambiar una vez más la sede de los poderes del Estado a otra ciudad con mayor presencia económica.
  
Otro costo muy importante es la que ocasiona la agresión al medio ambiente, principalmente por la tala de árboles y por la contaminación de sus ríos y arroyos, costo que ya ha afectado el clima de la ciudad que ha dejado de ser tradicionalmente lluviosa y neblinosa para entrar en una zona de calor y sequedad que afecta la vegetación, los mantos freáticos y los ríos, ahora sumamente contaminados. 
La esclerosis transito/burocrática es sólo una señal de graves deficiencias en el sistema, en la capacidad de adaptación de la ciudad a la racionalidad moderna, en la falta de "signos del progreso" que deberían expresarse naturalmente en una solución de continuidad y manifestarse tanto en el flujo constante del tráfico vehicular como en la adaptación arquitectónica de la ciudad a los requerimientos que demanda este nuevo tipo de vida: velocidad, eficiencia, precisión, economía -y también funcionalidad y belleza- misma que se haría explícita en  las avenidas y puentes, en casas y oficinas, parques y mercados, y, sin lugar a dudas, también en unas reglas de circulación vehicular/personal razonadas y razonables, que ya no obedecerían al capricho burocrático.  
La relación autoridad-sociedad civil se da en este nivel de primer contacto, he hablado aquí de problemas superficiales pues el problema real esta en la acumulación de errores y omisiones del pasado, en la deficiente infraestructura vial, en los abusos de taxistas y líneas urbanas, en las "grillas" burocráticas interminables, en los dispendios y robos y las pésimas administraciones, en la ausencia de políticas públicas de desarrollo urbano, en la falta de democracia y de transparencia en las acciones de los gobiernos municipales y estatales.  
Actualmente parece que ya se traza el camino correcto mediante  dos respuestas sencillas que nos conducen o prefiguran un futuro promisorio -y que por cierto estarían descritas en los mismos esquemas del lenguaje o código semiótico- que presupongo: la democracia política y el respeto del otro: "uno por uno" y "el peatón es primero", ambas inscritas en la semiótica de la cultura como fórmulas de civilidad y signos elementales de desarrollo. 
Las respuestas posteriores tienen que ver con grandes inversiones,  buenos arquitectos y mejores ingenieros, planeadores urbanos y economistas y hasta psicólogos y sociólogos y, desde luego, con una mayor participación ciudadana y, por supuesto, con buenos alcaldes, y ahí le paro, por que ya es mucho pedir. Sí las tres primeras respuestas, sencillas y económicas, se dan, se constituirían en un marco de referencia adecuado y tenderían así los puentes para el paso de una ciudad antigua y hermosa a una ciudad moderna y hermosa. 
Reflexión final: En antítesis de lo que expongo, también podría nuestra ciudad, en contraste, permanecer en lo antiguo y bello como lo es su centro histórico, o bien seguir siendo, toda ella, una ciudad histórica conservada museograficamente sólo para el peatón3: un subibaja sin ruedas de la fortuna; ciudad viva y  única, como patrimonio cultural de la humanidad (todavía).   
Desde Xalapa, el Utrópico, agosto del 2006.
  
                                            1 La semiótica, esa palabrota, fue propuesta por John Locke como uno de los tres grandes dominios de la ciencia. Ya los antiguos médicos griegos hablaban de semeiotikón: el arte de reconocer los semeia, los signos o los síntomas de la enfermedad. La moderna ciencia médica habla de semiótica o semiología, como sintomatología. La propuesta de Locke maduró entre los siglos XVIII y XIX  y durante el XX se afirmó el uso de semiótica tanto para la ciencia de los signos linguísticos como para la actividad misma de producción y comprensión de signos. 

2 "Cada semiosis presupone y transfiere, pero también elabora conocimiento, y en esto y por esto presupone y determina acciones e interacciones entre los partícipes de la semiosis. Se vincula con el ámbito del conocer y el del actuar sin disolverse en uno u otro" Tulio de Mauro, Primera lección sobre el lenguaje. Editorial Siglo XXI. México, 2005. Pag, 63.  3 Traducir la antigüedad a la modernidad, trasladar los valores de un mundo a otro, es terreno de otro ensayo que tendría que definir en primer lugar cuál es el significado de la cacareada modernidad, pero no pertenece a este escrito, sólo a lo que evoca la cita inicial del poema de Saint-John Perse (1911)  

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