martes, 10 de septiembre de 2013

Benito Pérez Galdós un republicano vigente



Olga Fernández Alejandre*

      Que mejor comenzar el año haciendo mención a uno de los mejores escritores que han dado las letras españolas. Me refiero a don Benito Pérez Galdós. Novelista, dramaturgo, periodista y político, un quehacer que compaginó acertadamente.
      De él, se ha dicho que es un gran reformador de la novela española, del naturalismo y del romanticismo. Sus novelas tienen verdaderos tintes realistas, sin embargo están llenas de ternura y como si de una pintura se tratase, su pincel da pocos trazos pero llenos de matices. Por el largo sendero de sus escritos más de ocho mil figuras de caracteres diferentes se apoderan de la escena, en una caravana interminable de detalles inherentes al temperamento humano.
      También se asegura: Es el segundo novelista después del ilustre Cervantes y uno de los más grandes novelistas europeos. Comparable a Dickens, Balzac o Dostoievski. Siendo traducido a un sinnúmero de idiomas.
      Es un narrador omnisciente, sobre todo siente la responsabilidad y el compromiso del problema social español. Por consiguiente es escrupuloso, minucioso y muy cuidadoso en los diálogos de la lengua castellana con sabor castizo; tiene una gran virtud; elige los nombres de sus personajes de acuerdo al modo de ser de cada uno.
      Se afirma que se asemeja a Cervantes en compartir una vida común y corriente (aparentemente) además, los dos fueron muy fecundos. Hicieron ambos; personajes de invención, de verdadera fábula, haciéndolos tan reales y verosímiles que se puede decir con seguridad son personajes de carne y hueso.
      Este genio de las letras españolas nació en la isla las Palmas de Gran Canaria un 10 de mayo de 1843. Fue un niño callado, introvertido y muy observador. De pequeño asiste a un colegio inglés donde aprende a dialogar, pero sobretodo se planta en él, la semilla liberal. Su padre teniente coronel siempre le contaba sobre la guerra de independencia contra los franceses.
      Al cumplir los diecinueve años parte para el continente, al llegar a Cádiz toma un tren que lo llevará hasta Madrid. Se inscribe en la facultad de Derecho de la Universidad Central. Como las clases le aburren no asiste a ellas, pero un día descubre el ateneo de la calle Montera y se pone a leer en su biblioteca, alternando tertulias con los amigos, idas al teatro y a la ópera. Sus padres preocupados porque no iba a la escuela, lo amonestan y el para calmarlos encuentra un empleo en el periódico La Ilustración de Madrid y en La Nación, donde comienza a escribir sus artículos. Era de complexión delgada, alto, ojos negros, una gran cabellera y un copioso bigote.
      En 1867 viaja a París y visita la Exposición Universal, ahí descubre a Balzac, lectura que lo marcaría para siempre, y junto con Dickens y Cervantes formarían su proposición literaria.
      Escribe La Fontana de Oro siendo su primera novela, y queda convencido que el ser escritor es su vocación. Como nadie le quiere editar su libro se asocia con una imprenta, pero el ser autor y editor desgraciadamente, lo dejan en la ruina. El socio pretendió apoderarse de los derechos de autor de varias de sus trabajos y tuvo un largo y costoso proceso para rescatar sus obras.
      Ramón Pérez Ayala afirmaba: En una ocasión su editor Gabino Pérez quiso comprarle los derechos literarios de las dos primeras series de los “Episodios Nacionales” por mil quinientas pesetas, una fortuna en ese entonces. Don Benito replicó: “Don Gabino, ¿vendería usted a su hijo?
      En 1870 publica la novela La Sombra en la revista de “España”, en episodios. Hay quien dice que fue su primera obra, anterior a la Fontana de Oro.
      En 1871 conoce a un viejo de apellido Galán, había sido grumete del barco “Santísima Trinidad” y fue testigo del combate de Trafalgar. Le contó varios sucesos de ésta batalla, que le sirvieron a Benito junto con los relatos de su padre, como punto de partida para escribir los “Episodios Nacionales”.
      Recibió varios reconocimientos a lo largo de su vida. En 1870 fue nombrado Caballero de la Orden de Isabel la Católica. Y en 1876 recibe la Cruz de la Orden de Carlos III.
      En 1885, lo eligen diputado, tiempo después junto con un gallego apellidado Iglesias pronto dirigen el partido social-republicano. Durante estos años le toca vivir las revueltas, motines, manifestaciones, encarcelamientos y hasta fusilamientos. Incluso el atentado que sufrió el rey Alfonso el día de su boda.
      Posteriormente se trasladan a Madrid, sus hermanas María y Carmen, viuda, con su hijo José y comienza una nueva etapa. De su vida amorosa poco se sabe ya que fue muy discreto; destaca la escritora Emilia Pardo Bazán con la que tuvo un romance de casi 20 años. De uno de sus amoríos, le quedó María, una hija natural. Incluso en sus Memorias de un Desmemoriado, (autobiografía) casi no toca el tema.
      El 7 de febrero de 1897 ingresa a la Real Academia Española de la lengua. Su discurso de ingreso se llamó “La sociedad presente como materia novelable”. En ese mismo mes el 21 contestaría el discurso de ingreso de José María de Pereda uno de sus más queridos amigos.
      En 1901 estrena la obra teatral “Electra”, al decir de los críticos de aquella época cuando cayó el telón en el quinto acto, los asistentes le dieron tal ovación, cimbrando el teatro; de tal modo que él tuvo que salir, ¡dieciséis veces! A invitación del respetable público.
      La obra por donde quiera que se le mire es de corte anticlerical y a partir de su estreno motivó muchas manifestaciones en contra de la iglesia en todo el país.
      Los católicos trataron de boicotearla; sin embargo esto sirvió para aumentar su fama ya que en Madrid se representó más de cien veces, en provincia más de quinientas y lo increíble se llevó a París y a Roma cosechando los mismos triunfos que en España e inmediatamente se tradujo a varios idiomas.
      Muchas de sus novelas fueron adaptaciones para el teatro. Según nos dice, José Luís García Fernández: “El mérito teatral de Galdós está más en lo sicológico que en la tramoya”. Las más conocidas son: Electra, Las de San Quintín, Mariucha, El Abuelo, Casandra, Doña Perfecta, La Loca de la Casa, por supuesto se acortó porque era muy extensa.
      Por esas fechas ya le habían practicado dos operaciones en los ojos por cataratas, que no tuvieron éxito quedando totalmente ciego.
      Muy enfermo asistió a la inauguración de un busto que le hicieron en el parque del retiro el 19 de enero de 1919, durante toda la ceremonia preguntaba si no había asistido el rey, hasta que alguien le contestó: ¡Don Benito que cosas pregunta usted sabiéndose profundamente republicano! Lo tuvieron que izar pues quiso tocar su efigie con las manos. Ciego como estaba comentó: ¡Se parece mucho a mí! Llorando de emoción.
      El 4 de enero de 1920, se extinguió un genio de las letras de habla hispana, acompañado de sus familiares. Al mismo tiempo, lo flanqueaban sus protagonistas a los que dio una verdadera existencia en sus creaciones literarias, ahí, a sus pies se encontraba doña Perfecta, erecta, firme y con el gesto adusto, figura que sacó en parte de su madre por su intransigencia, Marianela, la pobre ciega, Benigna la bondadosa, el abuelo, el usurero Torquemada. Igualmente Fortunata, Jacinta y Juanito Santa Cruz, en fin tantos y tantos personajes, que dieron fuerza a sus magníficos escritos.
      Su entierro reunió a la más alta sociedad española, intelectuales, políticos, familiares y un grupo numerosísimo de obreros y obreras, ellas portando su mantón de Manila para las grandes ocasiones, pusieron una nota de calidez, y de salero en uno de los entierros más concurridos de que se tiene memoria. Según los periódicos de la época más de treinta mil personas acudieron a su entierro; en los balcones y terrazas se amontonaban las personas para verlo pasar.
      Su obra “Los episodios Nacionales” es la crónica de la España del siglo XIX. El país palpita con gran fuerza en sus escritos aunque a veces parezcan descuidados, son maravillosamente animados. Es una obra formidable, donde la acción va unida a sucesos históricos en forma cronológica.
      La primera serie (su protagonista Gabriel Araceli) (1873-1875) trata de la guerra de la independencia. La segunda (1875-1879) describe las luchas entre liberales y absolutistas. (Su personaje principal es el liberal Salvador Monsalud). Tras un silencio de veinte años vuelve a escribir la tercera parte (1898-1909). Aquí relata la primera guerra Carlista. La cuarta (1902-1907) se desarrolla durante la revolución de 1848 y la caída de Isabel II. La quinta parte (1907-1912) queda incompleta.
      La imponente obra constituye una de las más importantes de la literatura española de todos los tiempos y desempeña un efecto bastante considerable en el camino de la novela histórica Española. Aquí se percibe la evolución épica desde la primera serie, hasta una dolorosa incredulidad, y la intolerancia de la política, como el trastorno social de los subsiguientes volúmenes.
      En cambio en sus novelas su creación es genealógica. Las narraciones de la primera etapa representan caracteres mucho más intolerantes, verticales y rígidos. Él poco a poco fue dejándose seducir por sus personajes, ya que esto contribuye a escudriñar en la vida y en la psique de cada uno de sus protagonistas e influenciado en gran parte por el método francés del naturalismo. Por supuesto lo lleva de la mano hacia un realismo más humano, siendo algunas de las características de las narraciones galdocianas.
      Logra su madurez de escritor con “Doña Perfecta” en ella manifiesta la intolerancia de ideas alrededor de un pueblo (Orvajosa) varado en un mundo tradicional, cerrado e inmovilizado en el tiempo, poniendo de manifiesto el fanatismo.
      Era sabido su postura anticlerical que se ve reflejada en esta novela, como también en Electra, Misericordia, Nazarín, Gloria, la Familia de León Roch, Ángel Guerra, etcétera. El afirmaba: “Los curas, nunca se refugian en las enseñanzas de San Francisco de Asís y prefieren el poder y el dinero”. Tronaba contra ellos diciendo: “Ellos saben arrimarse al sol que más calienta siempre al lado de los ricos y subiendo al carro de los vencedores”. Por estas y otras razones desde muy joven se hizo anticlerical.
A todas estas se les llaman novelas de tesis es decir sus opiniones son antirreligiosas y en ellas descubre la hipocresía de una religión intolerante contra la corriente liberal. Conforme a sus puntos de vista.
      Así mismo hay que destacar Miau. Retrata la vida de un ex funcionario de Hacienda; queda despedido, siempre esperando que lo vuelvan a llamar. Aquí enfatiza la esperanza por un lado y por el otro la insensibilidad e inconciencia de su familia.
      También destacan La Desheredada, La Incógnita, Tormento y la de Bringas, Torquemada en la cruz, Torquemada en el Purgatorio, La Razón de la sin Razón, Realidad, etcétera.
      En 1904 se le otorga el premio Nobel a José Echegaray; a decir de muchos conocedores, a Galdós se lo escamotearon vilmente, por sus ataques a la iglesia y por su filiación socialista.
      Su obra maestra “Fortunata y Jacinta” es tan extensa como “La Guerra y la Paz” de Tolstoi. Narra los destinos de cuatro personajes (1886-1887) .Se asegura que es más realista que el propio autor ruso o Balzac. Y como Dickens, detesta el esnobismo de la clase media y su temor a la pobreza. Esta novela no solo es un relato de adulterio de finales del siglo XIX, sino también las ideas tanto sociales como políticas que pululaban en los cafés de aquella época. Al mismo tiempo se recrea en las relaciones humanas, el odio, el amor, la mujer y el sexo. En la novela manifiesta todo en forma coloquial y quizá abusando de algunas expresiones. Sin embargo representa la cumbre del realismo.
      Valle-Inclán le puso el apodo de “garbancero”, lejos de humillarlo fue prácticamente un halago, ya que Galdós pese a sus diálogos de la realidad cotidiana y castiza bastante vulgar de la clase baja, para asombro de sus detractores fue; cuidadoso y culto como pocos.
Tenía la costumbre de recorrer España con boletos de tercera clase en el ferrocarril y hospedarse en posadas de mala muerte. Lo mismo, le encantaba recorrer los barrios bajos y las calles populosas para oír como hablaba el pueblo y como se comportaba (a esto se debe el apodo) pues la gente humilde solo comía un puchero de garbanzos.
      Galdós manifestaba una sensibilidad excepcional para el lenguaje vulgar. Pío Baroja decía de él: “Sabía hacer hablar al pueblo”.
      A la par, algunas de sus novelas fueron llevadas al cine con gran éxito como: Doña perfecta, Nazarín, el Abuelo, Tristana, Viridiana basada en la novela Halma, la Loca de la Casa, Misericordia, Marianela, etcétera.
      Benito es uno de los autores más fértiles de las letras españolas y sus escritos a pesar de que siempre fueron polémicos y al decir de algunos, tener fallas de composición, constituyen una monumental obra literaria.
      Germán Gullón en su obra “Benito Pérez Galdós, un Clásico Moderno”, expresa: “Galdós no es nuestro Balzac o el Dickens nacional. Su madurez y maestría lo sitúan junto a Gustave Flaubert o Henrry James, como ellos es un escritor moderno y no un simple narrador decimonónico, o un representante de su clase. Galdós es mucho más: Un clásico moderno”.
      Este extraordinario autor nos legó cuarenta y seis volúmenes de los “Episodios Nacionales”, treinta y cuatro novelas, veintidós obras para teatro, la Sombra en episodios. Además artículos periodísticos e incluso traducciones, pues hablaba perfectamente francés e inglés, también la obra inconclusa Anton Ceballos que más tarde la terminarían los hermanos Álvarez Quintero.
      Resumiendo Benito Pérez Galdós transmitió a los escritores, específicamente a los novelistas de habla hispana algo muy primordial; la aproximación a la existencia.

titama43@hotmail.com
                                                                                                                                                   *colaboradora


No hay comentarios: