jueves, 8 de agosto de 2013

El oficio de profesor.

                                   
                                                                                   José Vitelio García

     Para Marguerite Altet, académica de la Universidad de Nantes, Francia, “cavilar sobre el profesionalismo del formador de maestros es igual a reflexionar sobre los fundamentos de sus prácticas”.
     En México, cuando fue rector de la UNAM el Ingeniero Javier Barros Sierra y Secretario General el Licenciado Fernando Solana, en 1969, se formó el Centro de Didáctica cuyo objetivo fue lograr la especificidad de la profesión docente en términos de habilidades y de un estatuto de “maestro profesional”, en esa institución de educación superior. En otros términos, integrar profesionales de la enseñanza y del aprendizaje, cuya formación perseguía apropiación de habilidades para saber enseñar y no sólo el dominio de los contenidos relativos a las materias.
     En Francia  se objetivó un paradigma de investigación que indagó sobre el pensamiento del maestro, a fin de conocer su capacidad para aplicar y actualizar sus conocimientos en la práctica y en relación a su propio “habitus”. Así,  analizó opiniones a partir de simulación de casos y de situaciones reales filmadas en video.
     En el proceso de integración de un modelo de maestro profesional, se encontró que     son gente de oficio, “profesionales” con distintos acervos de profesiones docentes, dentro de un proceso que se agranda, “cuando la puesta en práctica de normas preestablecidas cede el lugar a estrategias guiadas por unos objetivos y una ética” (Perrenoud).    Asimismo, cuando realizan su trabajo como un oficio artesanal, con determinadas técnicas y normas, su profesión se cimenta, cada vez más,  con estrategias a partir de conocimientos racionales, que le permiten desarrollar su autonomía y dominar sus acciones profesionales.
     El maestro profesional deviene así como una persona autónoma dotada de habilidades específicas, especializadas, ancladas en una base de conocimientos racionales, reconocidos, procedentes de la ciencia (legitimados por la academia) o de conocimientos explícitos surgidos de distintas prácticas.  Si estos conocimientos proceden de ámbitos contextualizados, entonces son autonomizados y profesados, explicitados verbalmente de forma racional, siendo el maestro capaz de rendir cuentas de ellos.
     El maestro como profesional, aplica sus habilidades de acción en cualquier situación. Hombre de la situación es capaz de reflexionar en acción y de adaptarse para dominar una nueva situación. Tiene además  capacidad de adaptación, eficacia, competencia; capacidad de respuesta, de reajuste frente a la demanda, al contexto y ante problemas complejos y variados; capacidad  de rendir cuentas de sus conocimientos, sus procedimientos, sus actos. Como profesional  también sabe jugar con las normas, su relación con los conocimientos teóricos, no es reverente y dependiente, sino crítica, pragmática e incluso oportunista.
     La historia de la educación nos muestra diversos modelos de profesionalismo docente.
El maestro magister o mago: modelo intelectualista que consideraba al maestro como un mago, que lo sabía todo, que no necesitaba formación específica o de investigación, su carisma y sus habilidades retóricas bastaban.
El maestro técnico: surge con las escuelas normales, su formación se basa en el aprendizaje imitativo de las prácticas del maestro experimentado, quien transmite al estudiante sus procedimientos y sus trucos. El formador es un practicante experimentado “modelo”, sus habilidades técnicas son dominantes.
El maestro ingeniero: especialista en aspectos técnicos. Utiliza las aportaciones científicas de las ciencias humanas, racionaliza su práctica, intenta aplicar la teoría a la práctica. La formación está a cargo de teóricos especialistas del diseño pedagógico o de la didáctica.
     El maestro profesional es finalmente un practicante reflexivo. Substituye la dialéctica teoría-práctica por un movimiento de práctica-teoría-práctica. Es un profesional reflexivo capaz de analizar sus propias prácticas, de resolver problemas y de inventar estrategias. Su formación integra aportaciones de los practicantes y de los investigadores. Desarrolla un enfoque de las situaciones vividas: acción-saber-problema. Al conjuntar teoría y práctica, el maestro construye capacidades necesarias de meta-cognición y análisis de sus propias prácticas.
     La especificidad de la profesión docente hace que el maestro sea un profesional de la articulación del proceso enseñanza-aprendizaje “in situ”, un profesional de la interacción de las significaciones compartidas.
     La enseñanza como un proceso interpersonal e intencional, utiliza básicamente la comunicación verbal y el discurso dialógico como medios para provocar, favorecer  y conseguir aprendizajes en determinada situación. Es una práctica relacional con finalidad precisa, ya que enseñar es hacer aprendizaje mediante la comunicación de ciertos parámetros situacionales.
     El maestro es un profesional del aprendizaje, de la gestión de las condiciones del aprendizaje y del control interactivo en clase.
     El aprendiz de maestro debe sacar provecho de diversas situaciones que se presentan en el contexto educativo; situaciones prácticas para la formación del educando; desarrollo de conocimientos y habilidades para tomarlos como base hacia el surgimiento de meta-habilidades; aprovechar las representaciones para saber analizar; ante saberes múltiples reflexionar durante la acción; ante las rutinas, justificarlas (entenderlas) mediante la razón pedagógica y ante los esquemas de acción, tomar conciencia de los mismos como parte del “habitus” propio
      La doble agenda del maestro abarca, la función de estructuración y gestión del contenido, además la función pedagógica de control interactivo de los hechos de clase. Ambas se articulan de manera funcional. La información es “exterior al sujeto y de orden social”. El conocimiento es “integrado por el sujeto y de orden personal”. El saber se sitúa entre los dos, como la interfaz entre el conocimiento y la información. Como aseveraba Don Manuel C. Tello,  ” el conocimiento es formativo, es educación; la información es externa, es instrucción; ambas indisolublemente unidas como las dos caras de una misma moneda”, constituyen  núcleos esenciales del saber analizar, saber reflexionar y saber justificar , “constructos” de la formación del maestro profesional, capaz de adaptarse a sus circunstancias.
Capitulo importantes es el que trata sobre los saberes. Para algunos investigadores hay tres formas de saber: Declarativo (saber qué) procedimental (saber cómo) y condicional o contextual (saber cuando y donde).
El enfoque cognitivista delimita los procesos de decisión de los maestros, dado que la enseñanza se asimila a una actividad de resolución de problemas complejos, ya sea por razonamiento lógico, inductivo o deductivo.
El maestro emplea razonamientos maleables, analógicos, intuitivos e incluso “abductivos” (que son resultado del instinto, de la introspección o de la intuición).
Su competencia profesional se acrecienta con ideas nuevas, planteando soluciones originales en situaciones paradójicas (caso del médico experto que hace un diagnóstico utilizando ejemplos específicos de su experiencia, proponiendo soluciones originales).
En su calidad de “practicante reflexivo” utiliza su pensamiento como una reflexión en acción, fundamentada en cogniciones implícitas, imbricadas en situaciones que el profesional a veces es incapaz de describir. Es el polo opuesto de una reflexión sobre la acción (antes o después de la acción) y se basa en conocimientos explícitos. Sus “saberes pragmáticos” son los conocimientos estratégicos que posee y que están ubicados en la intersección de lo cognitivo y lo afectivo.
Los conocimientos teóricos del maestro (de orden declarativo) quedan agrupados en lo que enseña, tomándolos de las distintas disciplinas y de las ciencias. Por otra parte, maneja interactivamente la categoría pedagógica con los principios necesarios para enseñar, los didácticos aplicados a las diversas disciplinas, conforme a su cultura docente.
Sus saberes prácticos son resultantes de sus experiencias cotidianas las cuales, contextualiza como productos de su situación laboral. La empiria y la experiencia permiten distinguir al debutante del experto.
Así llega a conformar un sistema de representación y tratamiento (SRT) en el que articula los distintos conocimientos de su acción e interioriza sus áreas de práctica, en las cuales desarrolló su actividad.
Los grandes pasos de su formación son: práctica – teoría – práctica. Los de la investigación vienen siendo: acción – formación – investigación. De tal suerte que sus saberes pedagógicos son saberes formalizados a partir de la práctica.
En la confluencia de lo pedagógico con lo sociológico encontramos “dimensiones” que nos permiten “entender” y al mismo tiempo plantearnos un esquema de operacionalización, para “investigar” lo educativo.
Estas dimensiones relacionan los conocimientos científicos con los saberes prácticos no conscientes.
La dimensión heurística, descubre pistas de reflexión teórica y posibilita el surgimiento de nuevos conceptos.
La dimensión de problematización, plantea y determina los problemas.
La dimensión instrumental conjunta herramientas metodológicas para racionalizar las experiencias prácticas.
La dimensión de cambio, estructura nuevas representaciones preparatorias para la transformación.
El enfoque de la investigación con su validez a priori es de valor epistemológico. Los conocimientos organizados y formalizados (trasferibles y trasmisibles) son la “razón pedagógica” y de ahí su validez a posteriori.
En síntesis: Saber analizar, saber reflexionar y saber justificar están en el centro de la formación de un maestro profesional capaz de adaptarse y de superarse.
                  
                 

  

No hay comentarios: