domingo, 11 de noviembre de 2012

MAURIZIO VIROLI Y NORBERTO BOBBIO, la virtud clarificadora del diálogo.




Por: Marcelo Ramírez Ramírez

            Existen dos impedimentos para la práctica del diálogo, uno es el dogmatismo, producto del convencimiento de estar en posesión de la verdad; el fanático de un credo religioso o político desea convencer y, si no lo consigue, se encierra en su mundo, dejando a los demás en el error;  en el extremo del fundamentalismo se busca la eliminación del adversario. Eso explica que sólo en las sociedades donde se acepta el pluralismo pueda cultivarse una cultura de la tolerancia y hacer del diálogo la herramienta de acuerdos y consensos para la consecución de fines comunes. Pero esto, naturalmente, es una tarea difícil cuya responsabilidad descansa en la educación que el Estado laico está obligado a promover. La defensa de intereses particulares o de grupo es el segundo obstáculo que impide la verdadera actitud dialógica. Quienes defienden intereses específicos, nunca podrán ir más allá de lo que consideran conveniente a dichos intereses y, de este modo, el bien público queda relegado. Este es el caso reiterado en las democracias, expuestas a ser controladas por grupos que concentran el poder político y económico. Las ideologías  sean de izquierda ó derecha, al prescribir un pensamiento único hacen imposible la actividad política, cuya esencia es la negociación y la conquista de un equilibrio que siempre es provisional. El riesgo del vacio ideológico y el triunfo del pragmatismo es, por el contrario, el de la imposición de los intereses que cuentan con la fuerza suficiente para prevalecer.

            ¿Cómo pueden las democracias pluralistas mantener vivos los ideales de libertad y vida digna de la razón ilustrada? Para algunos analistas dichos ideales se han tornado imposibles; el optimismo de la razón expresado a lo largo de la tradición liberal, lo mismo que los sueños de redención proclamados por el socialismo en sus diversas expresiones ya no resultan viables y no parece quedar otra salida que el pesimismo. En esta atmósfera de crisis del mundo moderno, las reflexiones políticas de Norberto Bobbio y Maurizio Viroli en el Diálogo en torno a la república encierran una lección ejemplar.  No nos referimos únicamente a los conocimientos y talento de estos pensadores, sino al talante moral con el que encaran la discusión de temas controversiales que afectan a las democracias europeas y, en particular a la italiana. Si el talento no los hace infalibles, porque los asuntos tratados son, ni más ni menos las grandes cuestiones de la convivencia humana, su actitud de buscar la verdad por encima de pasiones ó de la vanidad pueril y, desde luego, de intereses personales, da al diálogo un valor inapreciable e inspirador. Viroli explica en el prefacio, con el tono de simple comentario no tener, ni él, ni Bobbio, “verdades definitivas que proponer”. La aclaración no debe entenderse como una disculpa a lectores ilusionados con la esperanza de encontrar  en este diálogo un breviario de recetas políticas, que dos intelectuales de primer nivel podrían obsequiarles a manera de quinta esencia de su pensamiento. Más bien se trata, de un recordatorio sobre la naturaleza del diálogo como instrumento del intelecto humano para buscar la verdad. El diálogo es un ejercicio de clarificación de la realidad; su virtud descansa en la apertura hacia la verdad que trasciende a quienes dialogan. El intento de llegar al meollo de los problemas sociales, tarea de la más alta exigencia intelectual, impone la necesidad de mantenerse receptivo y a no dejarse vencer por la ilusión de creer que se ha encontrado el sistema capaz de explicar la realidad humana en su totalidad, como es el caso precisamente de las ideologías.

            Norberto Bobbio y Maurizio Viroli son herederos y representantes conspicuos del pensamiento Ilustrado.  Bobbio, por causa de su propia historia personal, y, sin duda por temperamento, está marcado por un cierto escepticismo que, sin embargo, no le impidió, hasta el último momento de su vida, luchar por los ideales de la razón Ilustrada. En este diálogo se define, en materia política como un realista; eso significa que, “sea monárquica ó republicana”, la política es lucha por el poder, lo cual nos remite a Maquiavelo de cuyo pensamiento se reconoce deudor. Bobbio reconoce además que en sus obras nunca se ocupó de la república y acepta en los primeros intercambios de ideas con Viroli: “Se ha publicado recientemente una recopilación de mis escritos que ocupa casi setecientas páginas y en el detalladísimo índice analítico no figura la voz “republicanismo”. Me mortifica tener que decirte que ni siquiera, y esto es verdaderamente increíble, consta “república””. (1) Sin embargo, a lo largo del diálogo el concepto estará presente y es, finalmente el que da título al diálogo mismo. La temática abordada no responde a un acuerdo previo de los interlocutores; el intercambio de ideas tiene la vivacidad de la palabra hablada con espontaneidad, con el mérito añadido de la hondura y claridad expositiva de dos mentes cultivadas. De manera natural, la reflexión va tocando los temas que imponen el escenario europeo y las dificultades que aquejan a Italia hacia fines del siglo veinte, dificultades donde ha quedado la huella de la experiencia fascista y de las luchas de cristianos y socialistas por hacer prevalecer sus concepciones sobre el fin del Estado. Así, a lo largo del diálogo se van analizando asuntos como el amor a la patria, la naturaleza de la libertad, el temor de Dios y el amor a Dios, el de la república y sus males y, finalmente, el tema relativo a la gran pregunta planteada por Viroli en los siguientes términos ¿Se puede reencarnar? Se refiere a empezar una nueva existencia política como país,  a curar a la república italiana de sus males, superando el grave problema de la inestabilidad. En esta última parte del diálogo, tampoco se dan recetas, pero si se apuntan algunas vías de solución, una de ellas, la necesidad de crear élites democráticas. Viroli precisa: “En mi opinión, en nuestra Constitución no hay nada que sea un obstáculo para encontrar soluciones a nuestros males. El problema radica más bien en la calidad de la elite política. Se que los demócratas miran con sospecha la palabra elite, porque la teoría de las elites nace como respuesta conservadora al avance de la democracia. Ha habido, sin embargo, escritores políticos demócratas que han teorizado la necesidad de formar nuevas elites capaces de solucionar los males históricos de Italia. (2)

            Estas palabras de Viroli nos hacen pensar en la degradación de la clase política que es un mal casi universal, agravado en países como el nuestro por sumarse, a la incompetencia en el manejo de los asuntos públicos de la mayoría de políticos burócratas componentes, la no aplicación estricta de la ley a quienes llegan al extremo de la corrupción. Bien entendida, una élite es, como lo fue la generación de la Reforma en México, el cerebro y la voluntad que movilizan las energías de la comunidad nacional en pos de fines identificados con el bien público.

Además de la actitud ejemplar asumida por nuestros autores, hay algo que vale la pena de destacarse en esta pequeña obra y es la manera en que es posible acudir al acervo heredado por el pensamiento socialista y liberal e incluso a las ideologías totalitarias, de las cuales también se aprende (y mucho), para renovar los enfoques y encontrar respuestas a los problemas de las democracias contemporáneas. En cuanto a las ideologías autoritarias la historia nos advierte que la razón no siempre sirve a la libertad; ella puede muy bien justificar la omnipotencia del Estado, como en Hegel; y Bobbio recuerda la tesis del Estado ético superior a los individuos, proclamado por Gentile, discípulo del filósofo alemán. Dicha tesis, entre otras semejantes, sirvió para legitimar los atropellos del fascismo. Bajo el dominio del “Estado ético”, -subraya Bobbio-, el individuo no tiene derechos, sólo deberes. En el tema de la libertad, la discusión permite comprender las acepciones fundamentales del término. Viroli se destaca la insuficiencia de la libertad entendida como ausencia de interferencia (Hobbes), tan característica del pensamiento liberal y concluye resumiendo la concepción de la libertad en su significado integral en los siguientes términos: “… creo que es posible distinguir tres concepciones de libertad. La primera, la liberal, sostiene que ser libre significa no estar sometido a interferencias; la segunda, la republicana, afirma que ser libre quiere decir (en primer lugar) no depender de la voluntad arbitraria de otros individuos, y la tercera, la democrática, defiende que ser libre significa, ante todo, poder decidir las normas que regulan la vida social”. (3)  Otro tema de interés, es el poder de los medios para modelar a la sociedad obedeciendo intereses de grupo. Asimismo, se toca el asunto de la construcción de una moral laica, capaz de cohesionar a la sociedad en torno a objetivos superiores al interés egoísta de los individuos. Cosa harto difícil como reconoce Bobbio, desde el momento en que la moral laica no puede referir los valores a un centro que garantice su carácter incondicional. Así, el relativismo corroe a la sociedad moderna en su misma entraña, lo que nos recuerda la propuesta del profesor Laski, de rescatar ciertos principios fundamentales que la modernidad desechó al entregarse a la inmanencia del mundo. La proliferación de partidos políticos sin ideología, creados por familias poderosas, es otra cuestión que abordan nuestros autores. Para ellos, la pérdida del perfil ideológico  de los partidos degenera en pragmatismo nivelador y la presencia del dinero mucho más allá de los límites permitidos por la ley, distorsiona la lucha por el poder, algo en lo que sin duda todos estamos de acuerdo.

            En el Dialogo las reflexiones se van desgranando como enseñanzas valiosas, no sólo para alcanzar una adecuada comprensión del escenario europeo, sino paralelamente, para descubrir en nuestro entorno político la similitud de problemas. Consideremos brevemente una de tales similitudes. Para los países europeos la migración africana pone a prueba la eficacia de la ley en relación a los derechos humanos; reconocidos en la letra, estos derechos resultan inaplicables en la práctica por la escasez de puestos de trabajo y el rechazo a los que llegan de fuera se colorea con los turbios tintes del racismo. En nuestro país, los centroamericanos son victimas de extorsión y trato discriminatorio, sin olvidar que los pobladores originales permanecen condenados a una ciudadanía de segunda o tercera categoría. Aquí también las normas escritas no acaban de ser asimiladas por una cultura de la tolerancia y el reconocimiento a los derechos humanos.

            En el Dialogo en torno a la republica, Maurizio Viroli y Norberto Bobbio han dejado el testimonio de cómo la reflexión política cultivada con honradez y hondura intelectual, abre caminos hacia respuestas creativas a los problemas de la vida social. De los dos, como ya quedó dicho, en Viroli es más viva la confianza en la razón, contrastando con el realismo político de tintes pesimistas de Bobbio.   
 Citas

1.- BOBBIO Norberto y VIROLI Maurizio. Diálogo en torno a la Republica. Rosa Ríos Gatell (Traducción). España: Kriterios Tusquets editores, 1ra. Edición.  2002, p. 10. 
 2.- Ídem. p. 112
3.- Ibídem. pp. 33, 34

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