jueves, 9 de agosto de 2012

El poder de las fogatas

Por: Gerardo Cornejo
Cuentan los Rarámuri-Pié Corredor Tajumári primigenios, que ”La Lumbre” fue conocida por el hombre aquel lejano día en que un pájaro carpintero picoteó una piedra astillada y le sacó pequeñas chispas, que al caer en la hierba seca, iniciaron una llamarada que se extendió por la pradera. Un rarámuri, “de los que vivieron antes del más antes”, observó aquel fenómeno desde lo alto de un pilar de piedra y: “supo como fue que aquello se hizo”.
Se había descubierto el fuego.
Pero aquel hombre supo también que aquello era un regalo eterno que Onorúame-Iyerúame-Tatariochi concedía a los humanos con la condición y el mandato inapelable de que fuera usado con gran responsabilidad y gran respeto. Por eso, les había mostrado, con la quemazón del pastizal, cuán grande era su poder. Entonces el hombre aceptó el regalo y la condición, y juró el mandato. Así fue como los Pie Corredor empezaron a saber cómo aprovechar el fuego y como respetarlo. Y así fue también como se prendieron las primeras “lumbradas” en las cuevas para calentar el sueño, como se empezó a cocinar la carne de los animales de caza y como se encendieron las primeras fogatas durante las noches de campamento al descampado. Y allí, “según dicen los más primeros”, fue donde, al calor y al resplandor fogateros, fue naciendo el compañerismo y la familiaridad y se fue afianzando la tribalidad. La fogata se convirtió así en el círculo protector contra las bestias nocturnas y contra los seres desconocidos de la oscurana.
Mucho después, las fogatas aumentaron de tamaño y de importancia en los espacios públicos de las primeras comunidades donde se convirtieron  en el centro mismo de las festividades, de las danzas colectivas y de los ritos mágicos.
Desde entonces le viene al hombre su fascinada atracción por las fogatas cuyo crepitar, con su irresistible poder hipnótico, lo transporta mentalmente a sus edades primigenias y le desentierran nostalgias subterráneas generadas surgidas de la memoria genética de antes de la memoria histórica. Por eso es que, ante el parpadeo intermitente de la llama, se le desatan los recuerdos de lejanos tiempos durante los que fue aprendiendo a vencer los demonios del miedo, los temores a la oscuridad y el terror a las manifestaciones explosivas de la naturaleza; de cuando fue aprendiendo cómo vencer los grandes obstáculos que esta le imponía  y de cómo fue que aprendió a escalar montañas, domesticar ríos, surcar mares y sobrevolar distancias. Y, a la luz de la fogata fue también aprendiendo a:
a disfrutar los sonidos del silencio y escuchar cómo…
…cómo el totorrúi, con su canto lanza el primer arrullo de la noche
toma posición en las penumbras
señala, con su rúi, su territorio.
El búho grazna su presencia circunspecta,
las alas grandes de repliegan
las pequeñas se abren y laten.
Venus se va brillando de rojo atardecido
y regresa
de azul de madrugada;
a deleitarse con los secretos de la noche al escuchar cómo…
…un batir de alas diminutas orquesta una sinfonía de grillos recién entonados. Un becerro tierno lanza su llamado a las tinieblas y recibe respuestas desde el echadero cercano donde su madre remastica el bolo con paciencia de vaca. En lo profundo de la bosquedad, se oye apenas un gruñido remoto y desde más allá, llegan leves gritos de aves recónditas que habitan la penumbra;
a percibir la música del viento en las frondas del bosque y oír el…
… rumor de las ramasones remecidas
batir de alas en bandada
crepitar las gotas en las hojarascas
refluir de corrientes en descenso
pinos que le responden cuando piensa
con un silvar de agujas en el viento.
Y… frente a la misma fogata, que le dora el rostro con su resplandor, lo iluminan por dentro dos luces distintas: la de la llama que le hace palpitar el corazón y la de las estrellas que le hace navegar la mente entre galaxias.
Pero… pero ahora, frente a ese mismo crepitar, ese palpitar y ése temblar de la fogata, el hombre de nuestro tiempo tiene, por fuerza, por razón y hasta por instinto, que afrontar lo inescapable e inmediata responsabilidad de refrenar el frenético poder destructivo que le ha hecho desoír aquel mandato originario y convertirse en el demonio depredador que todo lo caza, lo derriba, lo corta, lo arrasa y, sobre todo, le prende fuego.
¿Hasta cuándo , entonces, animal sordo y ciego, volverás a ser el cuidadoso preservador de tu medio ambiente natural. El que juró usar el regalo eterno con gran responsabilidad y con gran respeto?¿Hasta cuándo…?
Canto ritual  
El rayo con el torrente
bajaron corriendo el cerro
perdió el río con su corriente
el rayo llegó primero
le ayudó su luz fulgente
y aquel pájaro de fuego.

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