jueves, 9 de agosto de 2012

El archidiablo Belfegor[1]; el humor de Maquiavelo




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Por: Javier Ortiz Aguilar


Maquiavelo es sin duda el pensador más representativo del Renacimiento europeo. Sus tesis nihilistas influyen decisivamente en las reflexiones barrocas; alcanzando al proyecto de Federico Nietzsche, incluso, Louis Althusser, el pensador francés, niega los antecedentes del marxismo en el romanticismo alemán, para afirmar, que el materialismo histórico, tiene como antecedentes directos las obras de Maquiavelo y Hobbes[2]. En otras palabras no sólo aporta ideas para la real politick, sino para la concepción moderna, secular e inmanente del mundo y de la vida.
            Por supuesto, su breve y polifacética obra intelectual (historia política, novela, poesía, comedia) tiene un propósito explícito: construir una teoría política acorde con las prácticas concretas del tiempo que en suerte le toco vivir; en el momento que emergen los estados nacionales y la presencia indiscutible del capitalismo mercantil. Y es en este mundo, a decir de Marx y Engels, la sociedad inicia el naufragio “(…) en el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas”[3] 
            En ese tiempo que anuncia profundos cambios en Italia, es donde encuentra sentido las ideas maquiavélicas.

I
            Las características de su obra  es la expresión directa, alejada de metáforas o de dobles sentidos, sus informaciones están avaladas por los datos duros tomados de la historia antigua y reciente y por supuesto de la experiencia. Estas características no exigen un bagaje teórico profundo para comprender de inmediato los mensajes del autor.
Quizá el problema radique en la compleja personalidad del autor. Sus textos sobrios hacen pensar en una persona exageradamente seria, idea que cae cuando se observa su retrato. Este manifiesta una mirada inteligente, un rostro sensual y una sonrisa sarcástica.
El pragmatismo que aconseja a los príncipes nos lleva a pensar en un hombre sin valores, simplemente llevado por la ambición del poder. Don Antonio Gómez Robledo, a pesar de sus diferencias fundamentales ofrece una interpretación personal del florentino renacentista, con una integridad intelectual envidiable, en el ensayo que prologa una edición  que conmemora el quinto centenario de su nacimiento.[4]
En este ensayo subraya la “inmaculada honradez” las cuantiosas riquezas bajo su responsabilidad como secretario de la República; sus convicciones arraigadas sobre la orientación política de la Iglesia, que manifiesta en La historia de Florencia, hecha por encargo del Papa Clemente VII; su integridad de hombre cuando se le asocia con una conjura contra los Medici. Asiste espontáneamente al Palacio de la Señoría, es encarcelado, procesado y torturado. Resiste más vueltas del potro más de lo normal, pero no denuncia a los conjurados, sin estar comprometido con ellos. Incluso su crítica a la Iglesia es exclusivamente política, nunca atenta con los dogmas.  Escribe Gómez Robledo: “Buen cristiano (no digo santo) fue siempre Maquiavelo. Nunca se metió con el dogma, y partió de esta vida después de haber recibido devotamente los últimos sacramentos” [5] Da cuenta de la virtud de santos que cumplieron a cabalidad su compromiso de cristianos, incluso escribe, tiempo ante de morir La apología de la penitencia.

El humor de Maquiavelo.
Este pensador de múltiples facetas: pensador político, diplomático, militar, historiador, estudioso de la lengua, novelista y poesía, muestra por una parte una preocupación por la unidad italiana. Preocupación que la expresa con una consecuente seriedad en sus textos. Pero en su cotidianeidad muestra vitalidad, humor, incluso sarcasmo. Por esto no es raro encontrar en su producción intelectual obras de ficción plenas de humor de la época. La obra más famosa es, sin duda, La mandrágora, considerada como la mejor comedia de la literatura universal. Pero es necesario reiterar que el humor no oculta su crítica política, por el contrario la hace más evidente: las ambiciones de César Borgia, La corrupción de los sacerdotes, la ambición de los comerciantes y la lujuria del embajador, con los elementos de una narración llena de ironías y de denuncias.
Según los estudiosos, el breve cuento, producto de la pluma de Maquiavelo, titulado originalmente El archidiablo Belfegor, y posteriormente El diablo que tomó esposa, posiblemente fue escrito en 1518.Esta edición recupera su título original. No obstante que esta obra no se publica en vida del autor, pues las primeras ediciones son de mediados del siglo XVI, en el siglo XX se le reconoce su valor, en 1966 la lleva al cine Ettore Scola, y se amplia el conocimiento del escritor florentino.
 El centro de la historia es Florencia. Los personajes principales son: Belfegor, arcángel caído, conocido en Florencia como Rodrigo de Castilla; Onesta Donati, esposa de Rodrigo; Giammatteo de Brica, trabajador de campo.
            En realidad no es difícil encontrar las intenciones del autor. Mediante el humor, la ironía y el sarcasmo en el lenguaje que conforma la narración, va subrayando la maldad natural del hombre. Esta maldad, que supera al mismo lucifer, se expresa de acuerdo a las específicas relaciones y prácticas sociales. Esta maldad no respeta las relaciones fincadas en valores como es el matrimonio. De allí la critica mordaz en toda la vida de Florencia: desde el teólogo, el comerciante y la irracionalidad de las creencias populares. Por supuesto, el mal se expresa en el egoísmo que impide una vida humana inspirada en ideales, en bienes cívicos, en la unidad nacional, sólo prevalecen los intereses individuales del comercio y del poder.
            El problema de la historia surge cuando Plutón, rey de los infiernos, convoca a  los jueces del averno, para deliberar si es cierta o no, la versión de la inmensa mayoría de los hombres, que aducen el origen de sus perversidades en la vida proporcionada por sus esposas.
            El acuerdo es enviar a  Belfegor a la tierra, con la finalidad de experimentar la vida en matrimonio. Posteriormente moriría para reintegrarse al infierno. Belfegor escoge Florencia, (…) porque le parecía más apta para albergar a quienes con artes usureras trabajara sus dineros.”[6]. Instalado como hombre poderoso, y rodeado por diablos traídos de los infiernos, es reconocido socialmente y le permite escoger una esposa a su gusto, distinción que le toca a Onesta Doneti, aristócrata caída en la miseria.
            Los diablos acompañantes de Belfegor no resisten la prepotencia de Onesta y retornan huyendo al infierno; mientras el archidiablo se enamora de esa mujer que lo conduce a la bancarrota. El hombre tiene que firmar documentos falsos y salir huyendo de Florencia para evitar la muerte por parte de sus acreedores. Giammatteo de Brica lo esconde en un montón de estiércol, con la promesa de que si lo salva le recompensará con mucho dinero. Al exigir la recompensa, al fin diablo, le tiende una trampa. En principio no le dará dinero, puesto que está en bancarrota, pero será a través de que el  poseerá el cuerpo de mujeres adineradas y el cobrará por el exorcismo. Pero una vez le dijo que no se saldría. El campesino, después de sus ritos, hizo una fiesta enfrente de la iglesia con todas las bandas de la región. Cuando Belfegor preguntó que pasaba, Giammatteo le informó que era la fiesta donde lo entregarían con su esposa Onesta. Belfegor salió del cuerpo de la mujer, para refugiarse en los infiernos. Era más agradable estar allí que compartir con su esposa sus pretensiones y prepotencia.
            La crítica demoledora pero con ese humor maquiavélico, forja sin duda la visión moderna que norma la vida humana.





[1] Maquiavelo, Nicolás. El archidiablo Belfegor. Madrid, Gadir Editoria; 2010.
[2] Cfr. Althusser, Louis. Maquiavelo y nosotros.
[3] Marx, Kaarl y Federico Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Moscú, Editorial Progreso
[4]  Gómez Robledo, Antonio. "Nicolás Maquiavelo en su quinto centenario." En  Maquiavelo, Nicolás. El Príncipe. México. Ed. Porrúa; 1991
[5] Ob. Cit. X
[6] Maquiavelo. Ob. cit. 20

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