miércoles, 27 de junio de 2012

YO Soy 132: ¿CÓMO ENTENDER SUS RECLAMOS?


Por: Marcelo Ramírez Ramírez

            El acontecimiento político más importante surgido en México en los últimos años carece de sello partidista, de ideología definida y de patrocinadores, aunque esto último no sea una verdad absoluta, porque ningún movimiento nace o permanece a salvo de intereses que procuran aprovecharlo en su beneficio. Pero el movimiento que nace el 11 de mayo posee la fuerza del rechazo a las formas rituales de nuestra política, con las que cada seis años se legitima la continuidad del orden institucional en que los mexicanos han de realizar sus proyectos de vida. Este rechazo implica la necesidad de poner, en el espacio ocupado durante las campañas por el ritual, el diálogo verdadero con los candidatos, el análisis y la discusión de los problemas, afrontando la complejidad y el tamaño de estos problemas, lo que significa no quitarles su tremenda seriedad ni pretender conjurarlos con ofertas y promesas que nadie sabe cómo podrían cumplirse. Es esta imperiosa necesidad de honradez política que hoy exigen quienes han hecho su bandera del lema: Yo soy 132, la que conmueve a la ciudadanía y provoca una voluntad de participación en el proceso electoral hasta hace poco inconcebible. Incluso se creía que las elecciones del 2012 estarían marcadas por un alto grado de abstencionismo. En estos momentos el escenario electoral entraña para los partidos y sus candidatos retos, dudas y perspectivas diferentes a las que se avizoraban al inicio de las campañas. Yo soy 132, reivindica una identidad de propósitos con los estudiantes de la Ibero (UIA); propósitos que desbordan a los partidos y a cualquier actor social. La voz de los estudiantes no está encuadrada en ningún interés particular o de grupo y por ello se revela como verdadera instancia ética, donde toda otra visión de la realidad queda relativizada. Los estudiantes expresan la conciencia del pueblo y hablan legítimamente en su nombre. Se han convertido, momentáneamente en actor político y, precisamente porque sólo pueden ser el actor clave en este momento de crisis, cumplen la misión de agentes de cambio. Las demandas del movimiento, sin embargo, van más allá de la coyuntura electoral y en ello ha de verse el alcance de su impacto, si es que existe la sensibilidad para prestarles la debida atención. Lo que el movimiento cuestiona no es, aunque así parezca a la  mirada superficial, el estilo personal de los candidatos, sino lo que éstos representan, los compromisos que eventualmente podrían cumplir en el ejercicio del poder, de manera que a través de dicho ejercicio la republica reencuentre el camino del desarrollo con justicia. El estilo de los candidatos, los rasgos dominantes de su personalidad, tales como la simpatía y dotes persuasivas de Enrique Peña Nieto, la fuerza de convicción que transmite Josefina Vásquez Mota o la curiosa amalgama de carisma religioso y político de Andrés Manuel López Obrador, seguirán siendo factores de peso en el curso de las campañas; pero el movimiento Yo soy 132 ha desplazado el análisis y el debate a un nivel critico de mayor altura. De la crítica moralizante será posible pasar a la crítica de las estructuras de injusticia; deontología práctica, en vez de deontología verbal, según pedía a los periodistas europeos Pierre Bordieu.

            Por ahora, los estudiantes aportan el tipo de crítica  que como el fuego, tiene virtud purificadora; es el poder de la negación, de decir: ¡Ya basta!, a todo aquello que ha colmado la paciencia de la sociedad. El contenido positivo de las propuestas, se entiende, está por construirse; será resultado de un ejercicio democrático de participación ciudadana que permita el nacimiento de un nuevo pacto social entre gobernantes y gobernados. Este pacto, del que se viene hablando desde la última década del siglo pasado, no puede proponerlo con visos de credibilidad ninguna fuerza política particular, porque impondría una perspectiva unilateral a una obra que debe recoger los intereses de la realidad plural y por tanto compleja del país. Sólo puede proponerlo hoy, el movimiento Yo soy 132. Proponerlo, no llevarlo a su culminación. El próximo presidente de la República requerirá del consenso y apoyo de todos los actores de nuestra política y de la ciudadanía, el actor permanentemente relegado. La renovación de la vida nacional, significa varias cosas, entre otras, las siguientes: reconstruir el tejido social dañado por la desigualdad y la injusticia, lo que supone combatir las causas estructurales. Crear oportunidades para todos; reinstalar la solidaridad como principio de convivencia; impulsar un proyecto cultural y educativo que permita fortalecer la identidad nacional y la ciudadanía universal. Quien llegue a palacio nacional deberá asumir estos compromisos con un equipo de gobierno que favorezca el proceso de recreación de los órganos del Estado, con la participación activa de la sociedad. La estatura de estadista que manifieste quien llegue a la presidencia de la Republica dependerá, es lo que pensamos desde una óptica ciudadana, de la comprensión de esta imperiosa urgencia de cambio que se expresa en la voz de nuestra juventud. 

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