miércoles, 27 de junio de 2012

MANANTIAL DE ALEGRÍAS VERBALES EN LA POESÍA DE PELLICER

Por: Lisardo Enríquez  L.
Entre las grandes cosas que México tiene como nación orgullosa ante el mundo, están los poetas con su obra. Es larga la lista de buenos poetas que han nacido en este país, y en general de escritores que han dejado como testimonio su obra literaria. Octavio Paz, notable poeta y ensayista mexicano, ha dicho que “la poesía de Carlos Pellicer sigue siendo un inagotable surtidor de alegrías verbales”. Esta afirmación data del año 1955, época en la que el poeta tabasqueño seguía produciendo.
En Pellicer hay vocación literaria, rigor y entrega a la actividad creadora. Comenzó a escribir a los once años; a los quince hizo un poema al paisaje acuático inspirado en una fotografía en color. De los dieciséis a los veintiún años publicó sus primeros poemas en revistas como El Estudiante, Gladios y San-Ev-Ank, en la Ciudad de México. En esa época, de 1913 a 1918, participó en tertulias literarias organizadas por el poeta Enrique González Martínez, a las cuales asistían varios jóvenes que después serían conocidos como el Grupo de los Contemporáneos, nombre que les vino de una revista que publicaron entre 1928 y 1931, y en la cual participaron Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet, Gilberto Owen, José Gorostiza, el propio Carlos Pellicer, Jorge Cuesta, Bernardo Ortiz de Montellano, Salvador Novo y Enrique González Rojo.
Los seres humanos en general, y los mexicanos en particular, a quien más apegados estamos de pequeños, y en ocasiones de jóvenes y adultos, es a nuestra madre, y en determinadas personas ese apego es mayor todavía, como fue el caso de Carlos Pellicer respecto a Doña Deifilia Cámara, su madre. Llegó a expresar “mi madre y yo somos una sola persona”. En el poema Nocturno a mi madre, escrito en 1942, cuando ella todavía vivía, dice que lo enseñó a leer y a decir versos y que por ese tiempo también lo llevó por primera vez al mar. Aparte de escribir poesía, a este autor le gustaba leer y decir poemas en voz alta en la compañía de amigos o de público para el cual se hacía ex profeso.
De sus viajes a la América del Sur, en Argentina fue invitado en varias ocasiones a la casa del poeta Leopoldo Lugones. En una de esas ocasiones éste le pidió a Pellicer que leyera algo de su poesía, y recordaba que después de haber leído Lugones expresó: “Le fluye al mozo”. Al final de esta visita el argentino le obsequió a Pellicer uno de sus libros con la siguiente dedicatoria: “A Carlos Pellicer /Amigo y buen poeta, /para que nos prometa / que pronto ha de volver” 1.
En relación al mar, el mismo Paz ha dicho en Las peras del olmo lo siguiente: “. . . en casi ninguno de nuestros poetas está presente el mar. Al menos con esa luz, esa vehemencia, esa insistencia de oleaje. Pellicer lleva de la mano al mar nocturno y al mar diurno, al mar resonante de fechas y batallas y al mar salvaje, sin nombre todavía” 2. A su paso por el Puerto de Veracruz escribió en 1915 uno de sus primeros poemas titulado Canto al mar, que en algunos de sus versos dice: “Tú que levantas /entre epilépticas ondulaciones /tu voz enorme que se desgarra; /tú que combates contra las rocas, /cual una eterna gigantomaquia; tú que a los vientos que te dan vida /ofreces tantas rosas de espuma /que se disuelven /con fina gracia; /y en la locura de los crepúsculos te desbaratas, /¡Señor magnífico!”     El poema Yo no sé qué tiene el mar, dice en unos de sus versos: “Yo no sé qué tiene el mar, /que se ha vuelto tan callado /desde el último crepúsculo /lunar. . ./Los romances de la noche/ abren ala en el palmar, /y dice el viento nocturno: /Yo no sé qué tiene el mar”. Este poema corresponde a su primer libro llamado Colores en el mar, publicado en 1921.
Carlos Pellicer Cámara nació en 1897 en San Juan Bautista, hoy Villahermosa, Tabasco, lugar en donde se pertenece al agua, al aire y a la tierra. Al leer sus  versos en un lunes literario en el Palacio de Bellas Artes en 1971, dijo al público: “Para un tabasqueño hablar de tierra es hablar de agua sobre la tierra. Eso significa este poema: Noche del agua: Yo te lo dije, noche del agua. /Cuatro luceros clavan el aire, cuatro luceros. / Por cuatro cielos/ la noche vale. /Tiempo y alhajas se lleva el río. / Noche del agua/. . .” Este es sólo un fragmento de ese  poema que aparece en su libro Subordinaciones publicado en 1949, pero es ilustrativo de su identificación con la naturaleza de su lugar de origen.
En su poema “He olvidado mi nombre”, cuyo verso que completa el título dice Todo será posible menos  llamarse Carlos, se encuentran estos otros versos: “Siento que un territorio parecido a Tabasco /me lleva entre sus ríos inaugurando bosques, /unos bosques tan jóvenes que da pena escucharlos /deletreando los nombres de los pájaros”. Este poema aparece en el libro Material poético, cuya publicación es del año 1946. Un poema largo de su etapa de madurez es El canto del Usumacinta, incluido en su libro Subordinaciones de 1949, que comienza de la siguiente manera: “De aquel hondo tumulto de rocas primitivas, /abriéndose paso entre sombras incendiadas, /arrancándose harapos de los gritos de nadie, /huyendo de los altos desórdenes de abajo, /con el cuchillo de la luz entre los dientes, /y así sonriente y límpida, /brotó el agua”.
En el prólogo que Jorge Brash escribió para la antología de Pellicer titulada Esta barca sin remos es la mía, dice: “Tuve la fortuna de oírlo decir, en 1975, “Grupo de palomas”, poema complejo y deslumbrante en que se despliegan todos los recursos de la lírica…El “asunto” del poema es muy sencillo: se trata de una escena como la que presenciamos tantos domingos en cualquier parque, pero las protagonistas son las palomas. . . le sugerimos reparar en la siguiente estrofa: “La inevitablemente blanca, /sabe su perfección. Bebe en la fuente /y se bebe a sí misma y se adelgaza /cual un poco de brisa en una lente /que recoge el paisaje. /Es una simpleza /cerca del agua. Inclina la cabeza /con tal dulzura, / que la escritura desfallece /en una serie de sílabas maduras” 3.
El poeta reflexiona sobre la evolución de su obra temprana, y dice que fue en Colombia y en la Isla de Curazao donde escribió sus primeros versos con acento propio; que los poemas Recuerdos de Iza, Recuerdo de Curazao y Estudio le permitieron darse cuenta que esos poemas no se parecían a los de ningún otro escritor; que se había encontrado como poeta. Estos poemas fueron publicados en su primer libro, ya citado,  que data de 1921. Es conveniente aclarar que con el título de Estudio escribió varios poemas diferentes, la mayoría de los cuales fueron publicados en su libro Hora y 20, publicado en 1927. Aquí me refiero al primero con ese nombre.
 Piedra de sacrificios, Poema Iberoamericano, es su segundo libro y  se publica en 1924 con prólogo de José Vasconcelos, quien dice: “Leyendo estos versos he pensado en una religión nueva que alguna vez soñé predicar: la religión del paisaje. . . El culto del paisaje expresado por poetas como Pellicer, de sentido étnico y social, traería como consecuencia el afán de unirnos por afinidades de contemplación estética y nos llevaría a considerar que la patria es el paisaje” 4. En este libro aparece el poema Iguazú, que Pellicer creó después de visitar estas cataratas en compañía precisamente de José Vasconcelos y de Julio Torri. En sus primeros versos expresa: “Agua de América, /agua salvaje, agua tremenda, /mi voluntad se echó a tus ruidos /como la luz sobre la selva”, y más adelante dice: “El agua del Iguazú se derrumba a grandes gritos /o cae en simple melodía; /numera el infinito /igual en una cuerda que en locas griterías”. Es uno de los varios poemas dedicados al maestro de América, José Vasconcelos.
La producción del mayor poeta de Tabasco es abundante. Desde la Antología que publicó el Fondo de Cultura Económica en 1969, Gabriel Zaid señalaba tres etapas, la que va de sus veinte a sus treinta años, en la cual se consideran los siguientes libros: Colores en el mar (1921), Piedra de Sacrificios (1924), 6,7 poemas (1924), Hora y 20 (1927) y Camino (1929); la segunda que comprende los libros publicados a sus cuarenta años: Hora de junio (1937), Exágonos (1941) y Recinto (1941); y la tercera en la cual se incluyen los libros que publica a partir de sus cincuenta años: Subordinaciones (1949), Práctica de vuelo (1956) y Material poético (1962).
Un pasaje importante de su vida tiene lugar y tiempo en el año de 1937, cuando viaja a Europa junto con Silvestre Revueltas, Juan de la Cabada y Octavio Paz, para asistir al Congreso de Escritores de Valencia y solidarizarse con la República Española. En ese Congreso conoció a Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, José Bergamín, Antonio Machado y a Miguel Hernández. Con este último hizo una amistad muy especial y dijo de él: “¡Qué hondura de poeta, qué desgarramiento de español el de Miguel! 5.
De los gustos y los afectos de Pellicer hay que destacar a los poetas de su preferencia, entre ellos el nicaragüense Rubén Darío, y los mexicanos Salvador Díaz Mirón y Ramón López Velarde. Le interesaban la música y la pintura, y era un conocedor de ambas manifestaciones artísticas. Durante algún tiempo se desempeñó como Director de Bellas Artes, donde llevó a cabo una importante labor, especialmente en lo que concierne a las artes plásticas. Entre sus maestros establece una larga amistad con el filósofo Antonio Caso, quien lo presentó con Vasconcelos, y también tiene una buena relación con Antonio Castro Leal, José Juan Tablada y Enrique González Martínez. Entre sus compañeros es cercano a los hermanos José y Celestino Gorostiza, a los también hermanos Carlos y Eduardo Chávez, así como a Luis Enrique Erro y Daniel Cosío Villegas.
De la historia, quienes más le apasionaron fueron el libertador Simón Bolívar y San Francisco de Asís. Su padre le facilitó los medios para conocer a Bolívar, pero años más tarde tuvo oportunidad de presenciar, el 10 de agosto de 1919,  la conmemoración del centenario de la entrada de este héroe de la libertad a Bogotá, y poco después escribió su Biografía sobre Simón Bolívar que se publicó en el Tomo II de las Lecturas clásicas para niños, editadas por la Secretaría de Educación Pública durante la gestión del Lic. José Vasconcelos, obra de la cual se han hecho ediciones facsimilares en años posteriores.
De la profunda influencia que recibió de su madre Doña Deifilia Cámara, se puede citar su formación espiritual-religiosa como católico, cuya huella se puede encontrar en poemas que aparecen en sus diversos libros y otros que fueron publicados posteriormente, la mayoría de ellos en forma de sonetos. Pero más allá de esta huella, poco se ha dicho de su enraizada pasión por San Francisco de Asís, el santo que amaba profundamente a la naturaleza, a los animales, al sol, a la luna, al fuego; que predicaba a los pájaros; que amansó un lobo salvaje, y dio motivo a los Motivos del lobo de Rubén Darío. En suma, San Francisco de Asís es el santo del medioambiente y Carlos Pellicer puede ser visto como el poeta mexicano de la ecología. En eso estriba la plena identificación de Pellicer con San Francisco.
Octavio Paz primero y Gabriel Zaid después, han hecho referencia a la obra de Pellicer como fe y homenaje a la alegría, porque es una “poesía ardiente, brotada de la vida y el diálogo del hombre con el mundo” 6, lo cual nos recuerda el capítulo sobre la perfecta alegría que nos relata Abreu Gómez en su obra literaria sobre San Francisco, y de ahí las alegrías verbales que brotan por doquier en la poesía de Carlos Pellicer.
Para terminar, describiré una fase escasamente difundida del poeta de la alegría. Durante los acontecimientos lamentables de la Decena Trágica en nuestro país, el padre del poeta se incorporó a las filas del Ejército Constitucionalista y la familia se vio ante la imposibilidad de permanecer en la Ciudad de México, por lo cual emprendieron una vida errante por diversos lugares como Yucatán, Campeche, y la misma Ciudad de Villahermosa. Pero lo más importante a señalar en este comentario es que al salir de la Ciudad de México, Doña Deifilia, el joven poeta Carlos y su hermano Juan llegaron primero al estado de Veracruz, permaneciendo por muy poco tiempo en la Ciudad de Orizaba y luego en Xalapa, donde Carlos asistió al Colegio Preparatorio a estudiar y a reunirse en el Parque Juárez con Carlos Chávez y un grupo de amigos, a quienes hablaba de los poetas Leopoldo Lugones, José Santos Chocano, Rubén Darío y Amado Nervo, que bien conocía, y a los cuales leía también sus propios poemas. Xalapa, la Ciudad culta, ha sido lugar visitado por grandes poetas. Alguna vez vino a Xalapa y Coatepec Rubén Darío, Carlos Pellicer en 1913, así como Xavier Villaurrutia y Octavio Paz, quienes estuvieron en el Parque Díaz Mirón, en 1942. Carlos Pellicer murió de un paro cardiaco en la Ciudad de México en 1977.
Referencias bibliográficas.
1 Gordon, Samuel (1997), Carlos Pellicer. Breve biografía literaria. Ediciones del Equilibrista/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México. p.36.
2  Paz, Octavio (1957), Las peras del olmo. Editado por la Universidad Nacional Autónoma de México. Editorial Seix Barral, S.A., Segunda Edición (1974), Biblioteca Breve de Bolsillo. Barcelona. p.79.
3 Pellicer, Carlos, Esta barca sin remos es la mía (2008). Universidad Veracruzana, Biblioteca del Universitario, Número 23. Xalapa, Ver., México. p.27.
4  Pellicer, Carlos (1981). Obras. Poesía. Edición de Luis Mario Schneider. Letras Mexicanas, Fondo de Cultura Económica, Primera reimpresión, 1986, México.
5  Gordon, Samuel, op. cit., p. 63.
6  Pellicer, Carlos. Antología (1969). Fondo de Cultura Económica, Colección Popular Número 95, México.

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