miércoles, 27 de junio de 2012

El docente como facilitador del proceso de aprendizaje

Por: Juana Velázquez Aquino y  Mareza Hernández Sandoval
La función del docente consiste en promover los  cambios de la sociedad. Por lo tanto sus conocimientos, capacidad  y creatividad están encaminados para formar a las nuevas generaciones con las habilidades, para desarrollar su capacidad para resolver los problemas de su entorno y personales. Carl Rogers, desde su perspectiva, afirma que  la finalidad del quehacer educativo, consiste en crear una relación y un clima  en el que el estudiante pueda utilizar sus aprendizajes  para su desarrollo personal. Este proyecto, en consecuencia, responde a la modernización educativa,  entonces, la formación docente debe descansar en el desarrollo y fortaleza de las competencias. Sólo cuando los profesores se comprometen  será posible la creación de un espacio educativo donde el estudiante sienta, perciba, capte y aprenda en sentido estricto; y no como simple receptor de saberes inertes
Es fácil inferir de lo anterior la necesidad de las instituciones  formadoras de docentes, deben fincar de su actividad  en desarrollar las competencias necesarias para cumplir con eficiencia su práctica escolar. Sólo con un proyecto moderno y humanista, el personal podrá tomar conciencia  de la dignidad de su práctica social
En el nuevo proyecto educativo, el alumno es el centro del aprendizaje, no es posible ignorar la red de múltiples relaciones de diversa índole Por tal motivo la relación entre docente y discente, esta inmersa en una indeterminada relación social.
En ese contexto, el facilitador, necesita adquirir las competencias necesarias antes de poder promoverlas en sus estudiantes adquiriendo la preparación profesional a través de las actividades que le permitan un desarrollo más pleno y el aprendizaje de las habilidades conducentes a facilitar en los demás su crecimiento y formación. Esta propuesta no es arbitraria, responde a las exigencias del siglo XXI, En los proyectos modernizadores, hay la necesidad de profesores cada vez más capacitados y más comprometidos consigo mismos y con la sociedad. Puesto que las nuevas prácticas consecuentes con la concepción holísticas de la educación, donde integren las emociones, sensibilidades, como impulsoras en la construcción de problemas, capaces de elaborar saberes significativos.
            En este sentido Rogers describe a los profesores consecuentes con la tradición occidental y las necesidades del desarrollo tecnológico. Esas características son: apertura y flexibilidad; sólo así pueden ser eficientes y comprometidos con los conocimientos y valores esenciales del pasado como de dar con ansiedad la bienvenida a las innovaciones necesarias para el futuro desconocido. Una educación así puede estar acorde con los cambios en la sociedad y el desarrollo del conocimiento y las revoluciones científicas y tecnológicas. En esas circunstancias la educación exclusivamente memorística deja de ser funcional; por tanto es necesario promover la innovación a través de la formación de individuos con confianza en si misma, consciente de los derechos de sus semejantes y la importancia del equilibrio ecológico. Entonces una persona educada alcanzara realmente su dimensión humana.
Por lo tanto, la reflexión de la formación del docente  debe superar por tanto los criterios academicistas y tecnocráticos, pues solo así esta práctica social alcanzara la verdadera significación.
La teoría humanista de Rogers, conocida como la Terapia Centrada en el Cliente, está fundada en el campo de la psicología clínica. Este fundamento subyace la finalidad de la terapia. Esta es la explicación de la insistencia de la finalidad educativa, consiste en ser claramente positiva y optimista.
El supuesto de  Rogers consiste en la tesis: los seres humanos la capacidad de auto-regular su perfeccionamiento, apostando al desarrollo holístico debido a que el ser humano posee el potencial innato para sobrevivir; desarrollar y relacionarse con los demás.
El valor de las relaciones interpersonales es una de las principales preocupaciones  en las obras de Carl Rogers quien opina que la interacción con otra u otras personas facilita el crecimiento del individuo, pero para que esta relación se dé en la educación, el docente debe tener ciertas cualidades que ayuden al discente a aprender de aprender porque solo “estas cualidades se volverán efectos si el profesor a través de establecer con el alumno una relación suficientemente cálida, de aceptación y entendimiento”
El maestro debe ser auténtico, sin ninguna máscara; crear un ambiente que propicie las relaciones incondicionales y empáticas, donde todos y cada uno de tal se sientan aceptados tal como son, con sus virtudes y sus defectos. En otras palabras, la actividad docente no se reduce a principios intelectuales, por el contrario, la relación necesariamente compleja y multidimensional, como es la varadera comunicación humana. En esta perspectiva la relación educador-educando, en consecuencia debe ser integral.
La práctica docente se inicia con la tarea exploratoria, y a partir de ella se articula en torno a los obstáculos que encuentra. Por supuesto no significa negar las nuevas tecnologías de la información, desarrollando simultáneamente la responsabilidad personal y los valores éticos. Con esta forma de pensar asumir la situación global y la actualización en su entorno local.
El compromiso exige las siguientes características del docente: autenticidad, tolerancia, paciencia, humildad, responsabilidad, respetuoso, cooperación, capacidad.
Sin embargo, este nuevo papel conlleva a una red de contradicciones para el trabajo del profesor, por un lado le es confiado un rol dentro de las instituciones educativas, como representante de una sociedad que prescribe respetar ciertas normas, actitudes, pero por otro, se le exige institucionalmente una demanda implícita para mejorar su excelencia, su calidad, su pertenencia, su superación de conocimiento y la adquisición de nuevos saberes. 
Si este es el esquema, entonces queda claro que es necesario desarrollar y fortalecer en el docente las tres condiciones necesarias para este clima de aprendizaje las cuales son de acuerdo a la terapia centrada en el estudiante: la aceptación incondicional, la congruencia y la empatía;  actitudes que sin duda hacen que el estudiante sienta, perciba, capte, aprenda y desarrolle esas actitudes.
Debemos concluir que la educación centrada en el estudiante es, por un lado, la nueva educación exige un aprendizaje en libertad. Pero en el sistema educativo promueve por una parte, nuevos procedimientos para desarrollar un conjunto de conocimientos y aprendizajes significativos a través de métodos y estrategias apropiadas, para facilitar la comprensión, el desarrollo de habilidades, destrezas y actitudes favorables ante las situaciones diversas que les permitan a los alumnos reflexionar sobre su propio aprendizaje. Pero a la vez, obliga el cumplimiento de un programa con objetivos bien establecidos, y estrategias definidas. En una palabra, la libertad totalmente condicionada. Esta contradicción debe superarse. Las herramientas de construcción, enriquecimientos y actualización de su teoría pedagógica, y acentuar la vocación, aspecto importante para una buena práctica docente, ya que por medio de ésta se tienen ideas más claras y un compromiso profesional con la sociedad.
Un profesor, formado así, la vocación lo responsabiliza, entusiasma y se involucra en mejorar la enseñanza. No obstante debe reconocer que los aprendizajes, no se circunscribe a las aulas. Por tanto debe saber los límites de su acción y aprovechar las influencias externas.
De este modo la docencia es el medio para el  despliegue de acciones de sujetos concretos. La institución educativa (maestros, alumnos, directores, académicos e investigadores) son medios no fines.  Este hecho nos lleva a afirmar que por lo tanto  la práctica docente como tal no existe, ni existirá en  libros, ni leyes, ni tratados, puesto que como institución esta destinada a generar estrategias tendientes a lograr la adaptación rápida y contundente a la única de aprendizaje.
La ruptura con la tradición educativa que es necesario superar son el trabajo escolar centrado en el profesor, el alumno se encuentra presente como receptor de saberes inertes, en un ámbito segregado de la realidad social. Por tanto el maestro y alumno los personajes principales del acto educativo y en torno a ellos gira todo lo demás. La forma de superar este mito, consiste en insertar la práctica educativa en la realidad social.
 Por lo tanto el conocimiento y la explicación no podrían circunscribirse sólo en el ámbito escolar. La práctica docente está condicionada por el contexto social en que se realiza, así como por las relaciones que entre maestro y el marco institucional y normativo se dan para la educación de los alumnos. Sin embargo, dichos marcos muchas veces no favorece en auténtico desarrollo académico.
A manera de conclusión: las relaciones que el docente establecidas en su práctica educativa, no es neutral, cumple una intención, en el caso de Rogers, propone favorecer el desarrollo humano con actitudes de criticidad y compromiso.
Por ello es conveniente que los docentes se sensibilicen y asuman su formación como un medio de supervisión permanente en tanto profesional de la educación. Para ello podría considerarse como punto de partida las necesidades de su quehacer y con base en ella promover  eventos académicos de formación en donde se resalten la principales actitudes, desde el humanismo relacionadas con la práctica docente.

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