lunes, 16 de abril de 2012

El magisterio y el cambio social.

Por: SILVIO HUMBERTO BIBIANO VENTURA.

La sociedad mundial enfrenta en estos últimos veinte años, una crisis generalizada, producto de un sistema capitalista que a decir de los expertos está dando muestras de un agotamiento a partir del cual no se vislumbran respuestas para resolver las urgencias que día a día se agudizan cada vez más; en forma permanente se incrementa el número de pobres en el planeta, los recursos naturales se agotan en forma vertiginosa, los daños al medio ambiente cada vez son mayores, los movimientos sociales se multiplican en distintas latitudes, entre otros síntomas.
Frente a ese panorama caótico, aparece como una de las vías para crear nuevas condiciones sociales, la educación. Los esfuerzos internacionales para establecer sistemas educativos más eficientes están orientandos por las políticas diseñadas por organismos como la OCDE, el Fondo Monetario Internacional, quienes sugieren crear modelos acordes a sus intereses.
Dentro de ese contexto, en particular nuestro país lleva a cabo desde hace ocho años un plan de reforma educativa con el propósito de ubicarnos en una perspectiva de mejores rendimientos escolares en educación básica. Dicha reforma hasta el momento no muestra muchos resultados, situación que nos lleva a identificar algunos factores cuya intervención resulta central para alcanzar los propósitos; hablaremos en este caso de la figura del docente.
Para poder determinar en que medida existe un grado de conciencia ideológica del papel del magisterio como agente del cambio social, es necesario revisar brevemente el perfil histórico que este sector ha tenido desde su aparición como grupo con identidad propia, así como su participación en los grandes momentos sociales que nuestro país ha vivido en los XIX y XX.
En su texto que se refiere  al trayecto histórico del magisterio mexicano, Ávila Carrillo (1994) dice que desde el último tercio del siglo XIX se configuró un magisterio  cuya característica fue “la segmentación como grupo”. Es decir, que en el transcurso del Porfiriato, aparecen definidos dos grandes sectores: el maestro que sostuvo una buena relación con el Estado y la burguesía capitalista incipiente, y por el otro lado, un educador que se integró al pueblo y logró identificarse con sus  problemas; en este último se trata de aquel maestro que se desempeñó en comunidades rurales. Es así como cada segmento se identificó con ideologías distintas: el primero con el liberalismo (positivista) y el segundo con el pensamiento anarco-sindicalista (racionalismo).
En este sentido, es posible que como una consecuencia de tal identificación de su papel social, se observe en las luchas de la Revolución Mexicana entre 1910-1917, una parte del magisterio haya participado al lado de los revolucionarios que defendieron la causa de la burguesía nacional y por el otro, al grupo de maestros rurales identificados con la verdadera causa de la revolución, quienes demandaron una transformación social y por tanto, la reivindicación del derecho de las clases más necesitadas que era la mayoría.
Durante este periodo, la participación magisterial se observa regionalizada y orientada más bien por la ubicación de cada maestro, es decir que no se actúa como grupo organizado hasta ese momento; tal circunstancias aparece en la medida en que el sector se incrementa y que las necesidades laborales les son similares y por tanto, les obliga a presentar sus reclamos en un frente común y así demandar mejores condiciones de vida como gremio.
Aunado a ese crecimiento como grupo que tiene una labor comunitaria, el magisterio se convierte en un grupo “pensante” y por ello, ejerce una gran influencia con la población. En esa medida el sistema político naciente, se interesa en absorberlos y tenerlos como aliados, con el propósito de contar con su apoyo para afianzar su control de la sociedad. Así, los intentos por corporativizarlos se pueden localizar en los años 30´s del siglo XX, cuando grupos de maestros sienten la necesidad de organizar sindicatos regionales y a través de ellos, demandar mejores salarios además de algunas prestaciones sociales tal como otros trabajadores. Cabe mencionar que actúa como punta de la lanza en esta tarea Vicente Lombardo Toledano, quien aprovechando su discurso “socializante” y su buena relación con los trabajadores de otros sectores, los canaliza hacia un acercamiento con el Estado.
El reconocimiento del magisterio como un grupo organizado se lleva a cabo durante la etapa cardenista (1934-1940), periodo en el cual el corporativismo sindical alcanzó su “máxima expresión; la táctica aglutinadora entre obreros y campesinos que llevó a crear a la CTM y la CNC, quiso hacerse extensiva con el sector magisterial, sin embargo, debido a las diferencias ideológicas del propio magisterio, donde militaban distintas formas de pensar, no lo permitieron de inmediato.
En estos años, los sindicatos magisteriales regionales demandaron: incrementos salariales, seguridad en el empleo, pensión de vejez, pago expedito de sueldos, asistencia social (médicos-medicinas), cese de actitudes represivas por parte de las autoridades educativas (inspectores, Direcciones Generales).
Para 1940 militaban en las filas magisteriales grupos de distintas orientaciones ideológicas, situación que hacía muy difícil la unificación de todo el sector en un solo grupo organizado.
No obstante estas circunstancia objetivas, con el inicio del gobierno de Manuel Ávila Camacho, se inicia la política de “unidad nacional”; en primer término, debido a las condiciones internacionales (Segunda Guerra Mundial) que así lo exigía; desde esa perspectiva era necesario estar unidos para enfrentar agresiones externas, y en segundo lugar, porque los grupos de trabajadores cada vez exigían mejores condiciones de vida con grados distintos y frente a ello, la única táctica que el gobierno considero para enfrentarlos era coptando tales movimientos mediante el control de los líderes para unirlos y así, evitar las negociaciones de un cúmulo de líderes regionales situación que resultaba más complicado.
El Estado Mexicano mediante sus mecanismos de gobierno, inició una tarea envolvente para llamar a la unidad a los sindicatos magisteriales más representativos y así, bajo la protección gubernamental se convocó a un congreso nacional en la Ciudad de México, del 24 al 30 de diciembre de 1943. El 30 de diciembre, de ese año el SUNTE, el SMMTE, el STERM, el SNATE y algunas otras pequeñas organizaciones de maestros deciden integrar el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), nombrando a Luis Chávez Orozco, como primer Secretario General; el 15 de marzo de 1944 se expidió un decreto presidencial que reconocía como único sindicato magisterial al SNTE.
A pesar de esa aparente unidad, al interior del mismo tanto lombardistas, pro-comunistas, leales a Chávez Orozco y una corriente democrática, enfrentaban una lucha en defensa de sus intereses grupales.
Hasta aquí; el SNTE se vislumbró como un organismo pro-gobiernista porque aceptó las políticas oficiales sin enfrentarlas dado que surgió como órgano supeditado al Estado. Aunque esta actitud se hace más evidente, 1945, cuando su nuevo Secretario General Gaudencio Pereza Esquiliano, declara su apoyo a la pre-candidatura presidencial de Miguel  Alemán Valdés y con ello, autoriza la incorporación de un gran contingente magisterial a las tareas de apoyo político como parte del naciente Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Esta política entreguista y de sumisión se ve obstaculizada por una acción que constituye una primera muestra de que al interior del SNTE existen grupos que no están de acuerdo con esta actitud; los maestros del D.F. en demandas de mejoras salariales realizan paros sin consentimiento del CEN del SNTE.
Más tarde, en el ll Congreso Nacional celebrado en marzo de 1949, se elige como Secretario General del SNTE a Jesús Robles Martínez, quien centraliza la vida política del sindicato, hace ostensible su alianza con el gobierno en turno y somete a las secciones del país a un control basado en la corrupción y el anti- comunismo. A pesar de esta restricción los sectores progresistas del SNTE inician una lucha para contrarrestar tal ofensiva y en 1951 fundan el Frente Nacional Unificado Magisterial (FNUM).
Con esta acción es importante observar que una vez más, se definen claramente dos tendencias dentro del gremio magisterial: los retardatarios pro-gobiernistas y los disidentes con actitudes democráticas y “progresistas”. Resulta significativo señalar que la sección 9  del D.F., el magisterio de Chiapas, Oaxaca, Tabasco, Michoacán y Guerrero, son grupos que durante un lapso de 60 años logran mantener actitud de lucha y enfrentamiento a la corrupción y a la antidemocracia sindical  del SNTE.
En ese ambiente de tensión; la cúpula del SNTE si bien ha sufrido pugnas internas por el poder  en ningún momento ha intentado dar entrada a corrientes verdaderamente innovadoras. Al  robles- martinismo lo sustituye el jongitudismo, grupo que a punta de metralletas y con golpeadores profesionales, se apropian del control del sindicato el 22 de septiembre de 1972. La toma por asalto, con una actitud netamente gansterial ilustra el tipo de personas que a partir de ese momento, representarían al magisterio nacional durante casi 17 años.
Con la llegada de Carlos Jongitud Barrio a la Secretaria General el SNTE, el organismo sindical cae en un esquema corporativo de alianza nunca antes visto; los lideres magisteriales tienen la facilidad de incorporarse al ejercicio del poder político porque el SNTE recibe su cuota, la cual se traduce en cargos políticos; presidencias municipales, diputaciones locales, federales, senaduría e incluso gubernaturas.
La base magisterial sometida a los designios de los lideres corruptos, ve cada vez más alejada la posibilidad de resolver sus necesidades salariales y de prestaciones sociales; ahora, suma una exigencia más a sus demandas: democracia sindical. Como esa voz no tiene respuesta, crece la disidencia en un principio desarticulada, como en antaño, regionalizada; la propuesta se une y en diciembre de 1979, reunidos en el Primer Foro Nacional de Trabajadores de la Educación y Organizaciones Democráticas del SNTE, en Tuxtla Gutiérrez Chiapas, se integra la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y Organizaciones Democráticas del SNTE (CNTE), organización que como parte del SNTE, tendrá como propósito exigir un incremento salarial del 30%, descongelamiento de sobresueldos, incrementos porcentuales por cada región y lucha por la democracia al interior del SNTE.
Con esa corriente ideológica se inicia la lucha intensa entre los grupos “vanguardistas” y la CNTE en casi la totalidad de las secciones del país; en algunas secciones se muestra con mayor fuerza debido a las condiciones locales que enfrentan. Sin embargo, este segmento abandera causas en los estados de Michoacán, Guerrero, Tabasco, Chiapas y Oaxaca cuyos movimientos masivos sacuden las bases sindicales sumando a otros grupos como de la sociedad padres de familia y estudiantes en los años 1980 a 1982. En casi todos, a pesar de la cerrazón oficial y la pasividad del CEN del SNTE, las luchas internas obtienen triunfos significativos.
El movimiento que viene a marcar el final de una etapa más de un sindicalismo sometido se genera en XV Congreso Nacional del SNTE efectuado en febrero de 1989, donde los maestros de la CNTE llevan como propuesta demandar el 100% de incremento salarial y exigir democracia sindical rechazando el servilismo frente al Estado y al PRI.
Por otra parte, como una señal importante que muestra la aplicación de una política globalizada, está el hecho de que en Europa, Asia y América se vive una crisis donde los trabajadores del magisterio y de la educación en general, son amenazados gravemente por las políticas del FMI y del Banco Mundial organismos que sugieren una restricción del financiamiento y una reorganización de los sistemas educativos para corresponder a las necesidades generadas por el capitalismo hacia el final del siglo XX.
Dentro de ese ambiente, la gran movilización magisterial de 1989 se produce como un efecto de las restricciones que el Estado lleva a cabo en el financiamiento educativo, siguiendo los dictados de la banca mundial; además de la exagerada cerrazón a una vida democrática a nivel nacional y en particular, al interior del propio SNTE.
Este movimiento magisterial llegó a su punto agudo en abril de 1989 y en el mes de mayo, la intervención del gobierno como mediador permitió un acuerdo entre la CNTE y el SNTE; este hecho logró el reconocimiento formal de la existencia de la CNTE y por tanto, significo un triunfo del sector progresista del magisterio.
En esa etapa, entre otros efectos de la lucha sindical, el gobierno consideró que Carlos Jongitud Barrios ya no era útil al sistema, pues había perdido el control del SNTE al permitir que la Coordinadora lo hubiese rebasado en su capacidad de gestión frente al Estado. Por lo tanto, el entonces Presidente de la República Carlos Salinas de Gortari, el 23 de abril de 1989, le solicitó la renuncia al “lider vitalicio de Vanguardia Revolucionaria”.
Aunque el nombramiento de la nueva líder fue acordada por el propio gobierno y no por las bases, al ascenso de Elba Esther Gordillo Morales representó un nuevo periodo en la vida sindical del magisterio. Desde esa fecha los grupos disidentes se han incrementado y continúan mostrando su rechazo a una dirigencia que se ha convertido en un grupo corporativo que se vende al mejor postor con tal de mantener sus privilegios.
Ahora bien, el balance que se puede hacer de todo este recorrido histórico es interesante si aceptamos que a pesar de la corporativización del Estado y del férreo control interno del sindicato, las fuerzas democráticas y progresistas se han multiplicado a lo largo de estos años y por tanto, la educación continúa con el papel de ser posible vía para alcanzar el cambio social que la sociedad requiere y que sólo será posible en la medida que el magisterio actúa en forma consciente y con sentido crítico hacia el sistema económico, político y social, que actualmente se vive. Es necesario asumir una conducta más activa para convertir a la escuela y al magisterio nacional en un verdadero factor de cambio; esto implica pasar de una educación neutra a una educación comprometida con la sociedad formando a las nuevas generaciones con valores, actitudes y competencias que les permitan en un futuro inmediato, participar con sentido crítico y propositivo con el propósito de construir una sociedad más justa, igualitaria y democrática.
Por su parte, en ese contexto, en un ambiente de mayor democracia el magisterio podrá cumplir un compromiso con las nuevas generaciones, mediante el ejemplo, sumando su esfuerzo con otras fuerzas progresistas que coadyuden a construir una sociedad más humana, incorporando acciones dirigidas a la transformación social de nuestro país.  

Xalapa., Ver., febrero de 2012

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