miércoles, 8 de febrero de 2012

LA OBESIDAD, ENEMIGO A VENCER.

Por: Benito Carmona Grajales México y los Estados unidos son los países que compiten por los primeros lugares en padecimientos crónicos desde que comenzó el auge por la industria alimenticia. Los padecimientos cardiovasculares que afectan al cerebro y al corazón, la diabetes, el cáncer y, sobre todo, la obesidad son las principales causas de muerte porque nos falta una cultura de la alimentación. a.- Definición. El gran diccionario enciclopédico ilustrado de Selecciones del Readers Digest, en su tomo ocho, define la obesidad: “del lat. obesitas, atis, excesiva acumulación de grasas en el cuerpo. Y las clasifica en: endócrina, cuando es producida por el mal funcionamiento de alguna glándula endócrina. Endógena, cuando es originada por alteraciones en el metabolismo. Exógena, cuando es producida por el exceso alimentario.” El diccionario de medicina define la obesidad de la siguiente manera: “Del lat, obesus, gordo, de ob, frente a y endere, comer. Hipertrofia del tejido celuloadiposo que se extiende a todo el organismo; pero, más manifiesta al nivel del tejido celular subcutáneo, en donde el desarrollo del tejido adiposo puede llegar a constituir una verdadera monstruosidad. Las causas de la obesidad son muy variables (continúa la definición de este diccionario): neuroartritismo bajo sus diferentes modalidades (retardo de la nutrición, trastornos de la digestión, de la oxidación celular, de los centros nerviosos bulbares), insuficiencia de las glándulas endócrinas, etc.” La resistencia a la insulina, que es la causa de la diabetes, también lo es de la obesidad y de la hipertensión arterial. El problema crece porque la obesidad induce a la resistencia o rechazo de las células a la insulina y, ésta, alienta a la obesidad. En su mayoría, los males tienen círculos viciosos que los hacen crecer y dificultan la sanación. Así, vemos que la obesidad también tiene sus efectos sobre el sueño. El obeso puede despertar, sin saberlo, más de cien veces en la noche; por eso, para quien ha tenido tantas interrupciones del sueño, es normal que durante el día necesite reponer las horas que no se ha podido dormir. Es la causa por la que solemos ver a los gorditos durmiendo en horas en las que deberían de estar activos. Además, aunque no se la pasen durmiendo, buscan actividades cómodas, donde no haga falta el ejercicio. Esta inactividad o estilo de vida sedentaria, genera más obesidad. Debemos romper esos círculos viciosos para mantener o recuperar un auténtico bienestar. Como decimos vulgarmente, si caemos en el bache de la obesidad, habrá consecuencias graves: La asfixia mientras se duerme, fatiga en el día, infartos que pueden llegar hasta con un simple bostezo, o no poder tomar alcohol ni cenar demasiado sin correr el riesgo de muerte súbita. Sí, no lo olvidemos: Entre más dejemos anidar la obesidad en nuestro cuerpo, más difícil será sacarla. Si la resistencia a la insulina es la causa que la glucosa no pueda alimentar a las células de los tejidos y se quede en la sangre, esto puede desencadenar híper glucemia; sobre todo, si la ingesta de carbohidratos es abundante. Ahora ¿Cuáles son las consecuencias de la hiperglucemia? En primer lugar, aumentar la toxicidad de las grasas, intensificar los procesos de oxidación, lesionar las células endoteliales y las mismas células productoras de insulina. El aumento de triglicéridos (recordemos que son grasas) delata la merma de lipoproteínas protectoras antioxidantes de alta densidad, lo que llamamos colesterol bueno. Mientras tanto, con el exceso en el consumo de carbohidratos refinados, el hígado produce colesterol malo (de baja densidad) La abundancia de insulina aumenta los depósitos de grasa abdominal y torácica produciendo diabetes, hipertensión, excesos de ácido úrico, fibrinógeno y ateromas. Las plaquetas de estos últimos, al desprenderse de las paredes de las arterias, producen trombosis o infartos. Por otro lado, la grasa en exceso genera inflamación. Las células del tejido adiposo son las causantes de enfermedades como las cardiopatías, cáncer y Alzheimer. Estas células, las del tejido adiposo, también tienden a captar el ácido araquidónico, que es el compuesto básico de las hormonas proinflamatorias. Así, el mecanismo producido por ese ácido que se inicia como defensa de nuestro organismo, se transforma en nuestro enemigo si continúa almacenándose; pues terminará generando la producción local de eicosanoides proinflamatorios y, por consiguiente, de más citoquinas inflamatorias, conocidas como interleuquina-6 (IL-6) y factor de necrosis tumoral. Si las citoquinas del tejido grasoso pasan al torrente sanguíneo provocan una cascada de respuestas inflamatorias adicionales por todo el cuerpo. De esta situación se vale la metástasis, característica principal de los tumores malignos. Relación obesidad-insulina-glucosa. Para el no obeso, pero más para el obeso, no queda otra alternativa: darle la batalla a las grasas. La mejor forma de perder el exceso de grasa y de reducir la inflamación es la reducción en la ingesta de calorías, porque entre más calorías se ingiera, más hambre se tiene, por el bajón pasajero de azúcar en la sangre. El cerebro es un devorador de glucosa. Utiliza más del 60 % de la glucosa de la sangre. Cuando bajan los niveles de ésta, las personas se sienten mal, con dificultades para razonar y con un hambre disparada. En estos casos, lo que hace la mayoría es consumir grandes cantidades de hidratos de carbono. Así, el cuerpo se siente mejor; pero se está preparando para otro bajón de glucosa en la sangre porque estos mismos hidratos de carbono han provocado aumento de la secreción de insulina que reducirá espectacularmente los niveles de glucosa en las próximas horas. Si esto continúa, habrá acumulación de grasa provocada por la insulina. La insulina conduce la glucosa hacia el hígado para reserva. El glucagón libera esas reservas cuando lo pide el cerebro. Como lo hemos dicho antes, los hidratos de carbono necesitan de la insulina y estimulan su secreción, mientras que ciertas proteínas hacen lo mismo con el glucagón. La insulina y el glucagón, estando equilibrados, conducen a un control del apetito y hacen que ceda la obesidad disminuyendo el peso corporal. Así, bajando la ingesta de hidratos de carbono, se reduce la superproducción de insulina y entre menos insulina, menos azúcar conduce la sangre y menos hambre se tiene, reduciendo, de este modo, los riesgos de inflamación. La energía del cuerpo se produce por dos combustibles: los carbohidratos y las grasas. Los mejores hidratos de carbono son los que encontramos en los vegetales y en las frutas; los peores hidratos de carbono y que hay que evitar son los refinados, productos de la industria, como galletas, pan, refrescos, pastas, chocolates, azúcar, papas fritas, churros, tortillas de maseca u otras harinas de las que se ha extraído el germen y otras fibras. Los carbohidratos refinados tienen una mayor carga glucémica y provocan obesidad, por su alto contenido de ácido araquidónico y por bajar el metabolismo; además, producen inflamación. Las carnes rojas y las yemas de los huevos hay que consumirlos con moderación, porque producen ácido araquidónico; por eso, si queremos consumir grasas, que son también combustibles del cuerpo y que proporcionan energía, nada mejor que las contenidas en el pescado y en el aceite de oliva, o las del aguacate. Además, el ácido graso decosahexaenoico del pescado, de acuerdo a estudios realizados en la Universidad de Louisiana, con tan sólo 1.8 gramos al día, durante doce semanas, reduce la resistencia a la insulina en más de un 60 % en pacientes con sobrepeso. Las grasas que más dañan al organismo son las que se almacenan alrededor de los órganos abdominales, como el hígado, los riñones y la vesícula biliar. ¡Alerta! Más que las grasas que ingieres directamente, las que más te enferman son las producidas por el hígado por el exceso de carbohidratos refinados y la acción de la insulina. Es preferible consumir grasas naturales como la del aguacate que no se acumulan en el organismo, las células las asimilan fácilmente y le dan energía. Recuerda, la insulina sí engorda. ¿Cómo ocurre lo anterior? Es fácil de entender: Los hidratos de carbono refinados, esto es, los producidos por las industrias alimentarias o procesadas, ya unidos con la insulina, se transforman en glucosa que va a dar casi directamente a la sangre; el hígado convierte esta glucosa en la grasa que más se acumula. Los carbohidratos no procesados por la industria no corren la misma suerte; su proceso dentro del organismo es más lento y el cuerpo los aprovecha en su alimentación celular. Por eso es muy recomendable aumentar el consumo de frutas y verduras, porque la glucosa de éstas, al llegar a tocar las puertas de las células, junto con la insulina, tienen más aceptación; si hubiera rechazo de la insulina, éste sería menor que cuando se trata de carbohidratos refinados como el de la azúcar, el pan, las galletas y las pastas que no tienen un origen integral. Algunas frutas, como los mangos y los plátanos, tienen un alto contenido de carbohidratos; no dejes de consumirlos, pero hazlo con moderación. Lo mismo ocurre con algunos tubérculos como las papas, los camotes, las yucas y las zanahorias; disfrútalos en porciones moderadas. La herbolaria tiene algunas respuestas para las personas que han decidido disminuir su talla: El nopal, con su alto contenido en fibra ayuda a eliminar grasas; es importante que su consumo forme parte de la dieta familiar y que no se catalogue como un remedio, sino como un alimento más. Las hojas del guarumbo (hormiguillo o chancarro), en cocimiento, también eliminan las grasas; se toman dos tazas, una en la mañana y otra por la tarde, antes de los alimentos. La jamaica, en infusión, disminuye el hambre. El cocimiento de las semillas de papaya movilizan las grasas tomándose una taza diariamente; el mismo efecto se produce con la ingestión de una taza diaria del cocimiento del sasafrás. Si combatimos la obesidad, estamos en la batalla contra el peor enemigo de la salud: Recuerda que debes afilar muy bien tus armas, que son: una buena alimentación, ejercicios y tranquilidad, inmersos en una actitud que habrá de forjarse en la disciplina de una nueva cultura. Que nadie te convenza. Convéncete a ti mismo: Si decides bajar tu talla, no olvides la siguiente trilogía: Hay que pensarlo, hay que decirlo y, sobre todo, hay que hacerlo. La mayor felicidad no es la que se conquista con el triunfo, sino la que se va encontrando en cada momento de la lucha. No esperes que todo se resuelva de la noche a la mañana. Ten paciencia. “El que persevera alcanza”. “Poco a poco se va lejos”. Las abejas, en cada vuelo, llevan una pequeñísima gota del néctar de las flores; sin embargo, algún día se llena el panal. Así, tú también podrás saborear la miel de tus esfuerzos. No te excedas en esfuerzos, pero haz algo cada día. Hasta la próxima, decídelo desde ahora, mañana puede ser tarde. Yo sé que sí se puede. Benitocarmona52@hotmail.com

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