miércoles, 8 de febrero de 2012

Gonzalo Aguirre Beltrán: Obra Educativa

En recuerdo de su vida y obra, al cumplirse un año más de su nacimiento* Por Jesús Jiménez Castillo E l análisis de la obra educativa del doctor Gonzalo Aguirre Beltrán es tarea difícil, que requiere de mucho tiempo y gran dedicación, pues la misma comprende prácticamente el análisis de su vida y obra intelectual en conjunto. Por consiguiente, me voy a referir solamente a algunas cuestiones que considero significativas destacar y dimensionar respecto de las aportaciones del doctor en este campo de estudio, por demás fundamental en su pensamiento y en su obra escrita. Son muchos los perfiles que el doctor Aguirre cinceló como estudioso de las ciencias sociales y la medicina; así, se le puede definir como médico, antropólogo, educador, lingüista, historiador, escritor, político, pensador o científico social, entre otros. Si bien se le reconoce primordialmente como antropólogo, este referente hacia su persona lo aceptó el doctor, pero asumiendo el sentido más amplio que se le puede dar a la antropología como disciplina, que es considerarla como la ciencia del hombre. El propio Aguirre Beltrán nos dice: Por definición debería ocuparse del hombre en general, no obstante suele limitarse a observar y reflejar la realidad de un hombre en particular, al que algunas veces llamamos salvaje y otras primitivo, porque lo contrastamos con nosotros mismos que nos consideramos civilizados y sabihondos. En México…, la antropología no se dedica al estudio de los salvajes o primitivos –que no los hay en el territorio- sino fundamentalmente al estudio del indio, es decir, a adquirir conocimiento sobre ese componente de la sociedad mexicana que el dominio colonial colocó en una situación de dependencia y marginalidad de la que aún no sale. Pero la obra del doctor Aguirre, muy amplia en sus temas y campos de estudio, tiene como centro generador de su práctica como científico social y como médico, la investigación antropológica -en el sentido ya mencionado- del indio y el negro, sin excluir la raíz española, pero dando primacía a los dos grupos étnicos aludidos, en virtud de representar a los sectores de la sociedad mexicana más necesitados de atención y apoyo. Con esto queda en evidencia la actitud reivindicativa que de inicio va a definir la personalidad de un ser humano excepcional comprometido con los más desposeídos. La obra educativa de Aguirre Beltrán no se puede comprender en su real dimensión sin tomar en cuenta su formación intelectual y científica, sobre todo considerando que su tránsito de la medicina a la antropología ha sido percibido por algunos como rasgo de improvisación y falto de formalidad académica. Nada más lejos de la verdad, el doctor Aguirre ha sido uno de los estudiosos más serios en el campo de las ciencias sociales y la medicina, que hurgó en las fuentes más reconocidas de la historia y la teoría de las ciencias sociales, y otras afines, para estructurar las premisas de su pensamiento y obra teórica y práctica. Es un hecho que la formación intelectual de Aguirre Beltrán siguió cominos distintos a la tradición académica. Al inicio de su carrera no se involucró en el estudio de las ciencias sociales, específicamente a la antropología, pues antes cursó la carrera de medicina, profesión universitaria que le proporcionó el rigor metodológico y crítico que es necesario en todo investigador para el cultivo de las ciencias. Y aunque Arturo Warman dice que: Tuvo una sólida formación literaria y humanista, que acaso más influyó el ambiente familiar que su formación escolar. Aguirre aclara, que debe mucho a la lectura de pensadores como Bakunin, Hegel, Marx, y Alhtuser, al reconocer que <>. En su obra se nota también la influencia de Francisco Javier Clavijero, Ricardo Flores Magón, Francisco Flores, Moisés Sáenz, Rafael Ramírez, Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gamio, Alfonso Caso, Juan Comas, Alfonso Villa Rojas, Julio de la Fuente y Ángel Palerm Vich. A lo dicho por los críticos del desarrollo científico e intelectual del doctor Aguirre, opondría, justamente, que ellos se quedaron cortos en su apreciación, pues nuestro homenajeado no sólo realizó estudios como autodidacta, sino, recibió también enseñanzas teórico-prácticas de científicos sociales eminentes como el francés Alfred Metraux y los norteamericanos Melville J. Herskovits, destacado africanista, y el erudito sicoanalista Irving A. Hallowell, así como de Manuel Gamio, pionero de la antropología en México, entre otros, que a lo largo de su trayectoria investigativa le permitieron adquirir un bagaje teórico-metodológico riguroso y sólido, muy superior al de los académicos de marras. Auto declarado positivista, bajo la influencia del pensamiento de Augusto Comte y Gabino barreda, la formación científica del doctor Aguirre Beltrán comprendió, prácticamente, el estudio de los representantes más significativos de las ciencias sociales y áreas análogas, tanto los anteriores a su época como contemporáneos, Noam Chomsky y Thomas S. Kuhn, entre los más recientes. Ni que decir sobre el conocimiento y dominio que tuvo de las corrientes antropológicas que fueron de su interés. Como médico fue un conocedor profundo de la historia de las ideas en el campo de la medicina, que lo llevó a incursionar en el pensamiento clásico de los grandes médicos de la antigüedad, como los griegos Hipócrates de Cos, Claudio Galeno y Dioscórides; los persas Rhazés, Avicena, el filósofo cordobés Averroe; y la obra del traductor italiano Gerardo de Cremona, que convirtió textos médicos árabes al español. Notables son sus lecturas y análisis, serios y profundos, de textos de autores clásicos de la filosofía, como Platón, Aristóteles y Dionisio de Tracia , en quienes realizó pesquisas sobre el estudio del lenguaje, y filósofos del cristianismo como Tomás de Aquino; así como el conocimiento de los filósofos de la Ilustración europea, que tomó como referencia para comprender el fenómeno de la modernidad en América y su historia, entre ellos: Diderot, D’Alambert, Montequieu, Voltaire, Hollbach, Condillac, Rousseau, Condorcet, Buffon, Pauw, Willian Robertson, y los hermanos de origen alemán, Guillermo y Alejandro de Humboldt, filólogo uno y naturalista el otro. Todos ellos citados o examinados en sus obras. Mención especial merece la erudición que muestra en sus obras sobre los teóricos de la educación. Extranjeros como Francisco Ferrer Guardia, Juan Godofredo Herder, Juan Enrique Pestalozzi, Juan Amadeo Fichte, Gregorio Girard, Federico Augusto Froebel, Adolfo Diesterweg, Andrés Bell, José Lancaster y Julio Ferry, entre otros; y pensadores y pedagogos nacionales como Francisco Javier Clavijero, Ignacio Manuel Altamirano, Joaquín Baranda, padre fundador de la escuela pública en México, y al que el doctor Aguirre expresa encendidos elogios; otros son Justo Sierra, Enrique Laubscher, Enrique C. Rébsamen, Luis A. Bauregard y Carlos A. Carrillo, que le sirvieron de valiosos referentes para el análisis e interpretación de la historia de la educación nacional. Pero no sólo fue un hombre dedicado a las ciencias y las humanidades, también se dio tiempo para saber de arte y literatura. En algunos de sus libros menciona el amplio conocimiento que tenía sobre la poesía y literatura hispanoamericana. Sobre el particular vale una anécdota ocurrida durante una de las visitas que le hice, privilegiando la confianza y amistad que cultivamos en los últimos años de su vida. En esa ocasión me platicó, a propósito de la reciente aparición de la novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, que conocía todo lo más importante de la literatura hispanoamericana, pero que sus intereses literarios se habían quedado estancados en la década de los sesentas, en virtud de sus ocupaciones científicas. Aprovechando el momento, le pregunté sobre la posibilidad de que Octavio Paz recibiera el Premio Nobel, me contestó que para él quien merecía ser galardonado con ese premio era Juan Rulfo, quien había sido su colaborador cuando fungió como director del Instituto Nacional Indigenista, y por quien profesaba un gran respeto y admiración a su obra. Menciono esta anécdota porque lo revela como un hombre conocedor de su tiempo y nos permite acercarnos a una parte íntima del doctor Aguirre Beltrán como ser humano, que lo fue de manera insigne. La obra educativa del doctor comprende, además de lo escrito en sus libros –casi en todos aborda inevitablemente el tema de la educación-, el resultado de sus ideas aplicadas en el ejercicio de la función pública, proponiendo la creación de nuevas instituciones y medios para la enseñanza y difusión del conocimiento. Sirva a manera de ejemplo, la fundación de los centros coordinadores indigenistas, la creación de facultades e institutos en la Universidad Veracruzana; y la publicación de la colección Sep Setentas, siendo subsecretario de cultura de la SEP, y La Palabra y el Hombre, revista emblemática de la Universidad Veracruzana, creada durante su rectorado. En su obra teórica y aplicada tienen un lugar especial estudios sobre la educación y la familia, los niños, los adultos y el desarrollo de la comunidad. Sobre las ideas pedagógicas de Aguirre Beltrán, Marcelo Ramírez, amigo del autor de este trabajo, y una de las personas más cercanas en los afectos y obra intelectual de nuestro homenajeado, escribió un largo y elaborado ensayo en el cual se ocupa del pensamiento del doctor sobre el tema. En dicho escrito podemos leer lo siguiente: Ahora bien, ¿en que sentido puede hablarse de una antropología pedagógica de Gonzalo Aguirre Beltrán? Una primera respuesta diría simplemente que él ha escrito algunas obras dedicadas ex profeso a analizar el fenómeno educativo en la situación intercultural, poniendo en juego las categorías del pensamiento antropológico, pero tal respuesta, correcta sin duda, sería insuficiente para explicar el alcance de nuestro propósito. Consideramos que no podemos dispensarnos el esfuerzo de revisar aquellos trabajos estrictamente antropológicos, a modo de hacer visible aunque sea sólo en la medida necesaria, la estructura general de la doctrina de nuestro autor. En otros términos, un conocimiento mínimos de las tesis y postulados doctrinarios que se encuentran en la base de la obra de Aguirre Beltrán, se hace imprescindible para iluminar su teoría pedagógica tal como el mismo nos la ha dado a conocer. Otro campo del conocimiento que recibió atención especial de don Gonzalo, fue el relativo a la educación superior. Siendo rector de la Universidad Veracruzana, escribió el libro La universidad latinoamericana, el cual recoge sus ideas en torno a la institución de enseñanza superior y lo esencial de lo dicho en sus discursos como rector. Llama la atención la seriedad, responsabilidad y profesionalismo con que desempeñó el cargo al frente de nuestra Máxima Casa de Estudios. Su mayor preocupación era el desarrollo de las funciones sustantivas universitarias, lo cual lo impelía a visitar de manera permanente los diferentes centros de trabajo y, sobre todo, estar presente en los inicios y fines de cursos para tomar la palabra y establecer un vínculo directo con la comunidad académica. Para muchos, yo incluido, la Universidad Veracruzana vivió durante el rectorado de Gonzalo Aguirre Beltrán el mejor momento de su historia. Una síntesis de la concepción que él tenía de la universidad como centro de la más elevada cultura, quedó plasmada en la opinión vertida en su libro sobre la naturaleza y propósito de la autonomía universitaria. La autonomía, sin embargo, no se evalúa por el derecho irrestricto o limitado que las universidades tienen para darse su propio régimen de gobierno, para elegir sus propias autoridades, nombrar sus docentes e investigadores y seleccionar sus estudiantes. Tampoco se mide por el número mayor o menor de la representación estudiantil en el cogobierno ni por la cuantía de sus fondos propios o la administración de los ajenos sin extraña fiscalización. Todo ello es secundario o derivado, lo importante, lo que define la autonomía es el grado de respeto que, el poder público, los grupos de presión y los universitarios mismos, tengan por la triada de libertades básicas –se refiere a las funciones de docencia, investigación y difusión-, ya que de su ejercicio depende la efectiva autonomía de la universidad. Para finalizar, solo quiero agregar que la obra de Aguirre Beltrán, toda ella, por su carácter de teoría emergida genuinamente de la práctica de la antropología, representa una valiosa aportación para la fundamentación epistemológica de las ciencias sociales, pues integra disciplinas afines y esenciales para el estudio del fenómeno social. * Texto leído en el auditorio de la Biblioteca “Gonzalo Aguirre Beltrán”, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Sede Xalapa, dentro del marco conmemorativo del 25 aniversario de la fundación de la Academia Mexicana de la Educación, Sección Veracruz, al rendirle un homenaje al doctor Gonzalo Aguirre Beltrán con motivo de cumplirse, el día 20 de enero de 2008, un centenario de su nacimiento, y reconocer en él a uno de los científicos sociales, integrante de dicha institución, que ha dado prestigio y luz a la ciencia y la cultura universales.

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