jueves, 19 de enero de 2012

Entre la simulación, violencia e incertidumbre

Por Raúl Hernández Viveros La agresión más feroz del colonizador ha sido despojarlos de su historia, porque sin historia no se es y con una historia falsa, ajena, se es otro pero no uno mismo. Guillermo Bonfil Batalla: Para comprender la crisis que experimenta el Estado mexicano, es conviene realizar una reflexión en torno a nuestro pasado que alimenta el presente y vislumbra el terror de un futuro incierto, en donde desaparece el respeto a los valores y a las normas constitucionales. Se trata del final de un proyecto de nación que fue aniquilado por las ambiciones grupos políticos de la riqueza heredada por generaciones. La plutocracia denomina a un sistema de gobierno en el que el poder lo ostentan quienes poseen las fuentes de riqueza. Representa un tipo de oligarquía en su visión clásica promovida por las experiencias en algunas ciudades griegas y ciudades-estados de Italia medieval. Igualmente en México todavía refleja un tipo de mandato imperativo y vinculante que establece un nexo de unión inmediata entre mandante y mandatario. Esta estructura suele aparecer en aquellos sistemas de gobierno en los que aquellos que ostentan el poder político y legislativo ordenan a su antojo el poder económico. La oligarquía, es una forma de gobierno en la que el poder supremo está en manos de unas pocas personas. Los griegos antiguos reconocieron el término para designar la forma degenerada y negativa de aristocracia: gobierno de los ricos. La oligarquía aparece cuando la sucesión de un sistema aristocrático se perpetúe por transferencia sanguínea o mítica, sin que las cualidades éticas y de dirección de los mejores surjan como mérito reconocido por la comunidad. Dicha definición se aproxima a la de monarquía y nobleza. A través del poder económico y político, se han enriquecido consolidando la fuerza totalitaria, concentrada en un grupo minoritario de personas, de una misma clase social, generalmente con poder e influencia, que controla a la sociedad e instituciones estatales. Al mismo tiempo prevalece el dominio del nepotismo, el cual significa que los funcionarios gubernamentales disponen de los bienes públicos en su beneficio que desemboca en el influyentismo y compadrazgo. Sin ningún pudor se recomienda a familiares cercanos o amigos próximos al jefe en turno. Un ejemplo magistral se encuentra en la designación de los funcionarios federales a carga del poder Ejecutivo. Desde luego en la actualidad no se buscan los mejores perfiles académicos y tampoco el conocimiento de las materias en las secretarias de Estado. Sólo prevalecen las garantías del servilismo y tráfico de influencias. La repartición de puestos importantes en la pirámide burocrática corresponde a los mejores puestos para sus recomendados y parientes. Por lo tanto resulta fundamental revisar el papel de nuestros intelectuales que han sido en nuestros días marginados frente a la pulverización contemporánea del Estado de Derecho. Desde el periodo de Benito Juárez por cuestiones de crisis económica, se intentó la reducción del poder de la Iglesia católica. Con el respaldo de ilustres liberales encabezados por Ponciano Arriaga se perfiló el proyecto de la Constitución de 1857. Durante la dictadura de Porfirio Díaz, con el respaldo de un grupo de intelectuales denominado “Grupo de Científicos”, se mantuvo en el poder más de treinta años; esto lo logro gracias al congreso, institución política encargada de reformar las leyes, que modificaba la constitución para que su administración aceptara los requisitos señalados por la ley. No obstante se simuló el cumplimiento con algunas costumbres republicanas, pero no tomó en cuenta los demás poderes (legislativo y judicial), en cambio nombro a personas de su entera confianza para desempeñar los puestos directivos de dichos poderes. Como se hizo costumbre en el sistema político mexicano contemporáneo, el partido de Estado obedecía directamente las instrucciones del Ejecutivo que manipula al judicial, e impone la toma de decisiones al nombrar magistrados. Después en la Revolución mexicana brotó el enfrentamiento con la guerra cristera. Hasta de nuestros días prosigue la manipulación de las fuerzas clericales. Sin embargo, destacados pensadores continuaron la labor de escribir la historia nacional. Desde los conservadores hasta los liberales existió la terrible preocupación de ubicar un camino hacia el desarrollo de México. Con el gobierno de Lázaro Cárdenas hubo el intento de un proyecto nacional que protegiera los bienes terrenales. Nunca se pudo resolver el problema de los grupos indígenas, y nada más se llegó a una política integracionista que estuvo en contra de sus usos y costumbres. Gonzalo Aguirre Beltrán mantuvo la polémica sobre: “La necesidad de poner de manifiesto la condición evolutiva de los grupos indios “se antojaba mas urgente que nunca” y destaco la definición de indio, de Alfonso Caso: “aquella en que predominan elementos somáticos no europeos, que habla preferentemente una lengua indígena, que poseé en su cultura material y espiritual elementos indígenas en fuerte proporción y que, por último, tiene un sentido social de comunidad aislada dentro de las otras comunidades que la rodean, que la hace distinguirse así mismo de los pueblos de blancos y mestizos” . Por lo cual destacado antropólogos mexicanos, encabezados por Rodolfo Stavenhagen, respondieron sobre la necesidad de estudiar la realidad concreta. Stavenhagen, contestó: “aunque esa definición sea mucho más aceptable por el hecho de que ya no considera al indio como un ser aislado sino perteneciendo a un grupo social bien limitado, el autor reduce la calidad de indio a un sentimiento subjetivo y evoca, a pesar de él, consideraciones raciales al diferenciar las comunidades indias de las comunidades de blancos y mestizos”. Posteriormente, con el “milagro mexicano”, nació el engaño de la industrialización gracias a la segunda guerra mundial, y Estados Unidos de Norteamérica recurrió a la mano de obra barata y a la fabricación de productos de consumo popular, cosechas de semillas, verduras y frutas, y a la exportación de productos de la pesca en México. Todo este simulado desarrollo tuvo como escenario siete décadas de gobiernos del PRI, que sufrieron breves interrupciones con la huelga de médicos que exigían el mejoramiento de salarios, la lucha sindical de los ferrocarrileros, el movimiento estudiantil de 1968, la guerra de guerrillas a principios de los setenta, y la aparición del movimiento neo zapatista de los indígenas de Chiapas, en 1994. La intervención del ejército mexicano demostró su eficacia, control de la inteligencia militar, y con la aprobación de los diputados federales se permitió que salieran de los cuarteles. Lo anterior lleva a la acción crítica de comparar la violencia actual, que en un lustro se contemple la estadística de casi cincuenta mil muertos durante esta guerra sucia que intenta legitimar el gobierno federal hasta la fecha. Aunque siempre se ha recurrido desde los altos poderes a señalar el pesimismo del pueblo mexicano delante de la demagogia oficial que siempre recurre a la mentira y simulación, gracias al pago de la propaganda en los medios informativos correspondientes de radio y televisión, siempre se obtiene la versión oficialista de hechos, datos y cifras triunfalistas. Hay que mencionar algunas reflexiones, por ejemplo el “Ensayo sobre la ontología del mexicano” (1949), donde Emilio Uranga escribió: “El mexicano vive siempre indignado. Ve que las cosas van mal y siempre tiene en la mano el principio de acuerdo con el cual las condena; pero no se exacerba por esa constatación, no se lanza a la acción, lo único que hace es protestar…”. Las posturas oficiales son casi cómicas cuando dicen que los muertos son parte de los pleitos entre mafiosos. Ezequiel Chávez señaló en su “Ensayo sobre los rasgos distintivos de la sensibilidad como factor del carácter del mexicano”, algunas características sobre la idiosincrasia de nuestras raíces que influyeron en Samuel Ramos, a pesar de que nunca lo reconoció en sus reflexiones acerca del perfil del hombre mexicano. Chávez inició los estudios sobre la esencia del pueblo mexicano: “los rasgos distintivos de la sensibilidad para sentir emociones como elemento constitutivo del mismo carácter”. En su Credo definió que: “si todo está relacionado con todo y todo cae sin cesar en nuevas y nuevas formas de suprema armonía... y hacer esa armonía incesantemente renaciente, ¿cómo explicarse este final y constante efecto, si no es reconocido que, en el Universo, todo está concertado y torna a cada instante a concertarse dentro de un mismo Plan Divino?”. También que “una cosa externa no puede, en efecto, estar mas que donde está, pero mi pensamiento está en mi... si doy mis ideas, ninguna de ellas deja de ser mía”, lo cual lo lleva a afirmar que ello consiste y reafirma un proceso ideal existente”. Reconoció el papel de la intuición directa e inmediata, fruto de la unidad mental del hombre y de su autonomía. Chávez aceptó la libertad de la duda cuando señaló que nadie era: “incapaz de evitar el mal, ni un Dios malvado que se complazca en producirlo, sino un Dios que quiere que cada cual se labre su propio destino, porque no impone nada; ni el bien mismo, y porque con respeto infinito por la libertad de cada cual, no deja más limitación a la libertad de cada cual que la que resulta de la interferencia recíproca de todas las libertades”. Igual que Alfonso Reyes, Alfonso Caso propuso la lucha contra el positivismo y la polémica con los enemigos de la libertad de cátedra y de la autonomía universitaria. En su ensayo “La existencia como caridad”, planteó la alternativa sobre: “Lo que se destruye a si mismo por su propia naturaleza no puede ser fin en si. Lo que, como la vida, es esfuerzo de conquista que termina en el esfuerzo de conquista que termina en el fracaso de toda individualidad que lo intenta, lejos de poderse considerar como termino ideal, lejos de poderse erigir en fin final de la existencia, es la demostración de su propia inanidad. Conquistar, se dice: ¿para que conquistar? Triunfar del medio o del semejante ¿para que tales triunfos efímeros? Reproducirse, crecer discontinuamente, ¿para que crecer de tal suerte, engendrando nuevos seres que, a su vez, habrá de crece y reproducirse? Morir… ¿para que tal desenlace funesto y preciso de un equilibrio móvil que al fin termina en el aniquilamiento de la individualidad?...” “El artista sacrifica la economía de la vida a la objetividad de la intuición, que es innata; y el hombre de bien sacrifica el egoísmo a socorrer al semejante, y tal sacrificio es libre. Por esto decía Pascal: “Todos los cuerpos, el firmamento, las estrellas, la tierra y sus reinos, no valen lo que el amor de los espíritus; y todas sus producciones no valen el menor movimiento de caridad”. En suma, la tabla de valores de la humanidad es esta: mientras mas se sacrifica y mas difícilmente se efectúa el sacrificio de la vida meramente animal a fines desinteresados, hasta llegar –desde la contemplación estética y las mas simples buenas acciones- a la acción heroica, se es mas noble.” Carlos Trejo Lerdo de Tejada dio a conocer su trascendental reflexión, en 1916: “La Revolución y el nacionalismo.” En 1912 concentró en sus responsabilidades en la Cámara de Diputados; sus participaciones consistieron en hacer propuestas legislativas para reestructurar la propiedad agraria. Definió su investigación como “estudio de sociología política nacional”, y un diagnóstico de los vicios orgánicos de México. Tuvo el valor de: “señalar a los políticos enfermedades y cánceres políticos colectivos, para que el arte del gobierno los conozca y corrija”. Destacó las cuatro etapas: a) La Independencia: Miguel Hidalgo, y Agustín de Iturbide, b) La reforma político económica: Miguel Lerdo de Tejada; c) La reforma político religiosa: Benito Juárez; y d) Reforma agraria y política económica iniciada por Francisco I. Madero y continuada por Venustiano Carranza. Acerca de su abuelo Miguel Lerdo de Tejada, escribió “con su diáfana visión de verdadero estadista, planteó la Reforma en su aspecto social, político y económico, dando con las leyes de desamortización y nacionalización de bienes el primer golpe mortal y certero a ese Goliat [el clero] que durante siglos sujetó entre sus garras poderosas, nuestra organización social y política y nuestros destinos nacionales.” Tuvo la visión de señalar que: “…persiguiendo al clero, en sus componentes personales, que atropellando irreflexivamente los sentimientos religiosos de una gran parte del país se está cometiendo el error sin resolver nada en definitiva, de convertir al clero en víctima, dándole así una popularidad que no merece y que había perdido grandemente.” Y la misión de involucrar los cimientos liberales en México: “[La revolución, que como aspiración nacional a mi juicio ha triunfado por completo y saturado la conciencia nacional tiene que afianzar el poder, cuando las diferentes facciones liberales que ahora se lo disputan, comprendan todo el peligro que su injustificada división acarrea, tienen que completar, más bien reconstruir esa obra reformista y seguir su firme orientación político-económica, que las generaciones liberales contemporáneas, por error o incapacidad no quisieron o no pudieron continuar”. Advirtió sobre su obra histórica en la siguiente manera: “Dedico esta obra a las modernas generaciones liberales y a sus apóstoles y caudillos, que han puesto su vida el servicio de nuestra gran revolución eminentemente nacional”, y agregó que: “Por herencia ancestral, por convicción arraigada, he sido y soy un liberal sincero. Este libro, que condensa la génesis y expresión de mi credo político, lleva el sello de la más sana intención y del más puro patriotismo”. Contemporáneo de Andrés Molina Enríquez, Luis Cabrera y Manuel Gamio; insistió en la búsqueda de la paz y desarrollo de la nación: “No me cansaré de repetirlo, si hemos usado ante la revolución el derecho de censurarla, no para condenar sus errores y protestar contra sus innecesarios atropellos, también debemos colocarnos en un alto y desapasionado criterio de justicia, no para exigirle por hoy, más conquistas y efectos que los que puede lógicamente producir, una revolución nacional honda, que apenas ha realizado su triunfo militar, que debe sacudirse el polvo y suciedades del camino recorrido para penetrar limpia y purificada, en los umbrales majestuosos de nuestro templo gubernativo nacional”. Fue promotor de que la figura Quetzalcóatl se transformara como parte esencial de las fiestas navideñas en México. Lo hizo cuando se desempeño como subsecretario de Educación, y difundida con la intención de inculcar estereotipos nacionales que se arraigaran en el imaginario social. Definió su proyecto con la finalidad de: “engendrar en el corazón del niño el amor por nuestra cultura y nuestra raza”. Esta genialidad por el reconocimiento de nuestros dioses prehispánicos permitió que las fuerzas católicas, no aceptaran dicha profanación en contra del dogma del nacimiento de Cristo. Dicho proyecto casi religioso obtuvo la aprobación del presidente Pascual Ortiz Rubio, quien lo respaldó y participó con su esposa el 24 de diciembre de 1930, frente al Palacio Nacional y la Catedral de la ciudad de México. Encima de un templete apareció un individuo fuerte y alto, con rasgos mestizos, disfrazado con un taparrabos, capa de colores brillantes, adornos de imitación de oro, sandalias plateadas, collar de conchas, y un majestoso penacho de plumas de quetzal, que regaló juguetes a los niños acompañados de sus familias y de una multitud de valientes y enardecidos mexicanos. Emilio Uranga ilustre pensador, perteneció a la generación que intentó elaborar una filosofía acerca de la necesidad de: “que el mexicano debía elegir un destino de acuerdo a sus posibilidades y a las condiciones sociales y políticas”. Fue miembro del grupo “Hiperión”, al lado de Jorge Portilla, Joaquín Sánchez Mcgrégor, Salvador Reyes Nevares, Fausto Vega, Luis Villoro y Leopoldo Zea. Después de la segunda guerra mundial, los intelectuales mexicanos recibieron la llegada de los refugiados republicanos españoles que aportaban sus enseñanzas y difundieron el pensamiento europeo en territorio nacional. Esto permitió que se interpretaran los movimientos y paradigmas que establecieron los cambios propuestos por la modernidad. Se hizo indispensable continuar con la reflexión propuesta por nuestros antepasados prehispánicos: “En el interior del cielo / Sólo allá en el interior del cielo tú inventas tu palabra, dador de la vida. / ¿Qué tenemos lo que deseas, / busca tu poema favorito para compartirlo / En el interior del cielo… Aproximarse al estudio de los antiguos filósofos griegos, hasta llegar a la interpretación de Martín Heidegger o Jean Paul Sartre. La historia de frustraciones, fracasos, sacrificios, traiciones, y muertes, continúa con las mentiras, la violencia, corrupción e imposición de antivalores. Este sometimiento lleva al círculo vicioso de la pirámide institucional. Desde el sojuzgamiento y el rechazo al pueblo en general, la incertidumbre del vacío y el abismo cada día mayor entre la gente de bien y los pelados, marginados, pobres y miserables que solo son aceptados para la compra o el intercambio de canastas básicas por votos. Entre la melancolía, el relajo, desprecio y discriminación, destacan las identidades y metamorfosis del ser mexicano. La orfandad, el desamparo, la soledad y el desprecio por cualquier característica de raíces indígenas ha permitido la escritura de profundos ensayos de Octavio Paz, Roger Bartra, Santiago Ramírez, y Aniceto Aramoni. Destacan las investigaciones de Guillermo Bonfil Batalla: “…una gran cantidad de mestizos raciales que nacieron y crecieron en las comunidades indias fueron considerados indios...muchos indios sin mezcla pasaron por mestizos cuando abandonaron sus comunidades de origen y se convirtieron en laboríos o trabajadores libres. Algunos mestizos eran tomados por criollos y el paso de un grupo a otro tenía que ver menos con la relativa “pureza de sangre” que con otros factores sociales entre los que tenía especial importancia la riqueza. Los españoles miserables formaban parte de la “plebe” confundidos con las castas. En haciendas, minas y obrajes, los mulatos y los mestizos eran frecuentemente los capataces y mayordomos encargados de vigilar y exigir el trabajo de los esclavos y los indios”. El rechazo o la negación a lo indígena: “no se limita al campo de nuestros toponímicos, a nuestros hábitos alimenticios o a nuestras costumbres cotidianas de las que frecuentemente desconocemos su origen o sus motivaciones, sino que va hasta nuestras conductas sociales y a nuestras formas de interpretar el mundo. Es un hecho de la realidad cultural mexicana el que a nivel consciente exaltemos las realizaciones de las grandes civilizaciones mesoamericanas, pero a nivel inconsciente asociemos lo indígena a lo primitivo, a lo feo; a la derrota o a la pobreza. Enaltecemos frecuentemente a los antiguos mexicanos o a los mayas, pero si alguien nos dice que tenemos rasgos físicos indígenas o que nuestras costumbres y actitudes están más cerca de lo indio que de lo occidental, a pesar de que nos vistamos a la occidental o que vivamos en zonas urbanas, nos ofendemos y esto es igualmente un rasgo característico de la condición humana del mexicano contemporáneo.” Esto representa el verdadero desastre de la vida nacional, en donde prosiguen arriba de la pirámide los emisarios de familias poderosas vinculadas a los grupos de poder que manejan a su antojo el sistema político con la única meta de lograr el enriquecimiento infinito y el sojuzgamiento absoluto de una nación que cada día se empobrece más. Algo idéntico a lo que señaló Alfonso Reyes en su conferencia “México en una nuez”: “Los aztecas, raza militar dominaban por el terror a un conjunto de pueblos heterogéneos y solo escapaban a su imperio los muy alejados o los muy bravos, como la altiva república de Tlaxcala, cuyos hijos preferían cocinar sus alimentos sin sal a tener trato con los tiranos de Anáhuac”.

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