jueves, 19 de enero de 2012

De oficio escritor

Por: Víctor Manuel Vásquez Gándara Inmersos en un contexto nacional en donde ha salido a relucir la ignorancia relativa a la literatura, en consecuencia también de la escasa lectura –por cierto tema nada nuevo-, porque bien es sabido que los índices de lectura en nuestro país es bajo en relación con otras naciones, no escapando a este fenómeno el gremio político, hoy nos reunimos para homenajear a un personaje que ha hecho del trabajo literario su oficio. Haciendo una analogía plasmada en el libro Materialismo Dialéctico de Yahot: “Lenin consagró su vida al marxismo…”: Raúl Hernández Viveros, a quien me refiero, ha consagrado su vida a las letras. Agradezco la presencia de todos ustedes, el prestar atención a este comentario y muy especialmente a los organizadores de este merecido homenaje a Raúl: gracias por la invitación para compartir algunos recuerdos respecto a la obra de nuestro común amigo. Traigo aquí la evidencia. Un poco más allá de la mitad de mi vida acudí, tal vez a uno de mis primeros ecuentros con el mundo literario: la presentación de la novela Entre la pena y la nada. Dedicada a Aída, y al adquirirla también a mí. El autor escribió en la primera hoja lo siguiente: Para el compañero C. P. Víctor M. Vásquez G., este trabajo literario de un amigo. Un saludo afectuoso. 31/ene/1985 Jalapa, Ver. A pesar de haber leído en mi juventud algunos autores clásicos como Edgar Alan Poe, Fedor Dostoievki, debido a mi formación académica, soy contador Público y Auditor, el tipo de lectura realizada estaba enfocada a temas administrativos, contables, fiscales… así como algunos políticos. Inmiscuido en el ámbito periodístico con mayor profundidad, mi primera experiencia en Diario de Xalapa, laboré por el año de 1972, pero profesionalmente con madurez a partir de 1980 en Gráfico de Xalapa, me obligó a adentrarme en eventos diversos, entre ellos los sociales y culturales. A Raúl ya lo conocía a través de las relaciones de él con el periódico, como mucha gente del medio lo conoce, pero fue la primera vez que lo traté de forma más cercana, surgiendo así nuestra amistad. Conocí en el evento al escritor, escuché con atención la presentación de su libro, la cual no repetiré por que en su momento la hicieron críticos literarios reconocidos, actividad que no es de mi dominio. Soy un modesto lector, aunque apasionado, pero modesto. Soy editor y el contacto con el trabajo literario me hace valorarlo por todas las dimenciones que le son inherentes, en consecuencia admiro el trabajo literario y a quienes hacen de esa actividad su oficio, como Raúl. Pero recordando aquel evento realizado el 31 de enero de 1985 en el Ágora de la Ciudad, Raúl me desmentirá si la memoria me traiciona, llega a mi mente una anécdota. Entre autores, escritores –escuché aquella ocasión-, hay la constubre de rebautizar la obra por presentar y uno de los invitados a participar, se refirió a la novela con el título “Entre la pierna y la nalga” Por supuesto el comentario rompió el hielo, la formalidad despareció, más no la seriedad, menos aún el respeto al trabajo en mención. El ambiente se hizo cordial, ameno, amigable. Estamos hablando de que han transcurrido veintiséis años. Imaginemos al homenajeado hace dos década y media, pero no físicamente, literariamente: ya era un personaje, ya había publicado varias obras, ya era reconocido como escritor y otras lides, como dirigir proyectos literarios. Aquella obra mostraba una vez más su vocación no exclusivamente como novelista sino como escritor, esa vocación que resalta Mario Vargas Llosa como el primer requisito para constituirse en novelista. Cultivar alguno o varios géneros literarios requieren sensibilidad, esa sensibilidad menospreciada, poco valorada y a la cual hace referencia Manuel José Othon en el prólogo de sus Poemas rústicos. La vocación de escribir implica poseer un ideal, aquel ideal que mueve a la acción citado por José Ingenieros en El hombre mediocre. Aun cuando se me invitó a comentar específicamente sobre la novela anteriormente mencionada, y como en este homenaje cada uno de los invitados ha resaltado parte de la obra de Raúl Hernández Viveros, no puedo dejar de subrayar su actividad de editor. Después de XV aniversarios de Cultura de Veracruz, revista literaria en la que el amante de la literatura ha brindado el espacio a connotados escritores, también a noveles, no queda más que admirar su labor como editor. Tarea complicada la de editor, transitando desde, el despliegue de la capacidad de convocatoria para reunir talentos convergentes del trabajo intelectual, que es la literatura, hasta incursionar en la mercadotecnia y la vigilancia del diseño y producción editorial ¡vaya trabajo! Comercializar la revista, financiarla, representan preocupaciones que a cualquiera distrae, o atrae toda la atención para lograr el objetivo, No es el caso de Raúl, él continúa su oficio, el oficio de escritor, por eso y por todo lo expresado por los compañeros del presidium, quienes estamos aquí le admiramos y ofrecemos este significativo homenaje: Felicidades Raúl. Texto leído por Víctor Manuel Vásquez Gándara en su intervención. Diciembre 12, 2012.

2 comentarios:

JULIETTE' dijo...

-Mi qerido profesor, un gusto el encontrarle en sus publicaciones'!!..

JULIETTE' dijo...

-Saludos'..