sábado, 12 de noviembre de 2011

RECONOCER Y VALORAR NUESTROS ORÍGENES

Alicia Soto Palomino Es muy importante conocer y reconocer nuestras raíces, tradiciones, fortalezas y debilidades. Como habitantes de México es preciso ver con otra óptica todas las virtudes de nuestros pobladores, tradiciones, mitos, leyendas, comidas, recetas, porque ahí está la esencia de la originalidad. Desde que llego a una comunidad me gusta ver el rostro de las personas, su forma de sonreír, saludar de forma tan efusiva que me ha hecho sentir en casa. Es formidable ver la mirada inocente de los niños, llenos de esperanza, el rostro de los ancianos que a veces ya no sonríen, pero nos muestran la quietud de la experiencia y la madurez juntas. El hecho de caminar por las calles empedradas de los pequeños poblados, entrar a sus museos, ruinas e imaginarme todos los acontecimientos que dieron origen a esas construcciones y temblar de emoción. En el mes de septiembre de 2011 tuve la oportunidad de viajar a la ciudad de Oaxtepec, Morelos y logré conocer algunos lugares, entre ellos está Tlayacapan que proviene del náhuatl que significa “primeros cerros en la nariz de la tierra” es un lugar rodeado de montañas, cerca de ahí se ve el Tepozteco, un cerro majestuoso. Tlayacapan, está en medio de cerros y lo más sorprendente son la momias que se encuentran en el ex convento de San Juan Bautista, convertido actualmente en museo que está a cargo de una asociación de señoras que cuidan los vestigios culturales de ese lugar. Ellas no permiten que se saquen fotos de nada; así que los visitantes tenemos que recurrir a nuestra memoria para preservar las bellezas del recinto. Junto al museo se encuentra la iglesia del mismo nombre que data del siglo XVI. La cual está muy deteriorada y olvidada, pues me comentaron que después del temblor de 1985 la reconstruyeron y la dejaron solamente en color blanco sus paredes y se perdió su decorado original. Debajo del altar mayor, se hallaron 39 sepulturas de niños y adolescentes momificados, pero al no estar en condiciones adecuadas, solamente se conservan 10. Estos cuerpos datan de los siglos XVII y XVIII. En la entrada se encuentran varios murales donde están dibujados varios rostros y cuerpos enteros de sacerdotes, algunos en color rojo y negro. Los dibujos del monasterio están mejor preservados que los de la iglesia. Cuando se inicia el recorrido y se da la vuelta hacia el lado derecho hay una muestra fotográfica de unos monjes vestidos de negro afuera de la muralla que rodea la iglesia y el museo; los cuales provocan una imagen tétrica. Al pasar por un corredor se aprecia la construcción del monasterio: grandes pilares, un jardín en medio y una puerta que permite el acceso a las momias. Al mirar el primer ataúd, se puede observar un bebé con su manita que sostiene un palo, se ven sus dedos pequeños y su rostro está completo con el cráneo redondo y sus ojos disecados. Lo sorprendente es el ropaje, aún se conserva con sus colores, texturas, los zapatos son de lo más extraño, sus calcetas de color blanco y la caja de madera café guarda los adornos con pintura blanca al rededor. Se aprecia que el ataúd fue hecho a mano, de forma artesanal y su confección era rústica. Dicen que por su ropaje podían haber sido hijos de españoles, pues solamente los adinerados podían pagar para ser enterrados en la iglesia. Al avanzar de ese lado (izquierdo) hay una adolescente que conserva el pelo y las uñas se ve que crecieron, pues el tamaño de las uñas es más grande que los dedos y esto se observa en varias momias. Enfrente hay otros ataúdes que no se pueden ver bien porque están muy altos y no alcancé a ver los detalles a la perfección, pero puedo decirles que estás momias están mejor conservadas que las de Guanajuato. Incluso una compañera que iba con nosotros nos dijo que ya fue a Egipto y que las momias que estábamos viendo están mejor conservadas que las de allá. Lástima que las instituciones dedicadas a la conservación y difusión de los hallazgos históricos de nuestro país no tomen en cuenta las bellezas y tesoros que poseemos en nuestras comunidades. Tienen que aparecer algunos “personajes” del extranjero para afirmar que es valiosa nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestro lenguaje y entonces, sólo así le dan difusión a los hallazgos que son evidentes para los pobladores de las comunidades que las poseen. Las señoras que cuidan estos tesoros dicen que forman parte de una asociación que mantiene el museo y que no hay respaldo por parte de las autoridades para la difusión y preservación del museo. Así sucede en mucha partes de nuestro país. Los extranjeros conocen lo valioso de la gente y sus productos culturales, los copian y se los llevan, los revenden y nosotros seguimos desvalorizándolos y comprando más caros los productos porque nos llegan etiquetados con marcas extranjeras. Echemos un vistazo a nuestro entorno y nos daremos cuenta que las réplicas de las flores ornamentales de nuestro país vienen de China, las orquídeas más exóticas que podemos encontrar en nuestro país, ya están siendo reproducidas en los centros comerciales más caros de las grandes urbes. Las prendas elaboradas por manos de artesanos mexicanos también están siendo exportadas al extranjero con un precio muy elevado y no se diga de los dulces y productos artesanales de todo tipo que se valoran en otros lados de forma sorprendente. ¿Hasta cuándo nos daremos cuenta de lo que tenemos? ¿Hasta cuándo comenzaremos a apreciar a nuestros hermanos indígenas? ¿Cuándo les daremos el espacio que realmente merecen? Ellos necesitan ser integrados a esta sociedad que cae en el desequilibrio ecológico e irracional de la compra de productos chatarra, del consumismo y las relaciones personales que se van perdiendo en la indiferencias y falta de originalidad. Recuerdo que en un ensayo, una alumna escribió que vivía en una comunidad situada cerca de Zongolica y cuando tenía que bajar a la ciudad se le quedaban viendo de forma despectiva, y ella no se explicaba por qué era tan mal vista quizás porque era indígena, pero le hacía un reclamo a la sociedad. Considero que cada uno de nosotros podemos cambiar algunas perspectivas para valorar a nuestra gente. La sonrisa, el trato amable, el consumir los productos que nos venden y pagar el precio que nos dicen, pues siempre andamos pidiendo rebajas y si supiéramos del tiempo y el esfuerzo que dedican para relazar un producto, quizás nos daríamos cuenta que el valor que nos piden, es el justo por el producto que nos venden . Valoremos la trayectoria de esas personas para producir una mercancía, los recursos que gastan para trasladarse y la forma de vida que llevan, cuánto pueden hacer si sobreviven con lo mínimo y a veces ni siquiera logran vender los productos para poder comer. Eso me hace recordar la canción del jibarito y me da mucha tristeza, saber que mi gente no tiene la culpa de ser lo que es y de estar donde está. A veces la ignorancia nos hace actuar de forma errónea, por eso los invito a conocer a nuestra gente, a valorarla por lo que hace, lo que dice, cómo vive y si recuperamos esas riquezas, comprenderemos mejor a los demás. Es preciso que como mexicanos y veracruzanos echemos un vistazo a nuestras comunidades, que vayamos con los ancianos y rescatemos sus leyendas, tradiciones, costumbres, mitos, ya que de esta manera haremos permanentes sus conocimientos, sus riquezas y no se perderán, al contrario estaremos contribuyendo a la preservación de nuestros orígenes. El presente es nuestro aliado, lo que hoy hagamos será herencia para nuestros hijos y alumnos .

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