sábado, 10 de septiembre de 2011

El hombre es un ser en tensión entre el instinto y la razón

Por Javier Ortiz Aguilar

La biografía del autor poco abona a la comprensión de su obra intelectual, pues sus ide-as, que son las que importan, están ya plasmadas en el texto. Sin embargo diré que tuve la suerte de conocer a Marcelo Ramírez en la escuela preparatoria, en los tiempos de la llamada guerra fría, de las “guerras localizadas” (así les llamaban entonces a las inter-venciones norteamericanas a los países que luchaban por la liberación nacional), y en la consolidación en plenas contradicciones del modelo de desarrollo estabilizador en México. En esos años existe el evidente crecimiento del producto interno bruto en el país, el control de la inflación y la paridad del peso frente al dólar, y por el otro, la acen-tuación de la desigualdad social y la consecuente inquietud social. Por tanto surgen prioridades tanto para políticos como para intelectuales. Tal vez por ello, escribe nuestro autor en el ensayo Ética y modernidad: “Hablar de ética hace apenas unos lustros era exponerse a ser acusado de anacrónico” Nuestro autor, desde entonces, aborda el pro-blema desde su raíz, es decir, de la misma naturaleza humana. Este es el problema que orienta al maestro Ramírez desde muy joven, y después de varios años de estudio, sus ideas se condensan en este libro que hoy tenemos la posibilidad de leer: Los valores en la ciudad secular.
El motivo de recordar una situación consiste en apuntar que esta obra es produc-to de muchos años de estudio, reflexión y discusiones y no en una moda propagada por los medios para explicar los problemas que aquejan a la sociedad actual.
El autor aborda el problema radical de la existencia humana, desde una definida convicción humanista y un riguroso método de trabajo, y por ello presenta sugerentes ideas.
Este libro consta de 23 ensayos. Todos ellos tienen ese hilo conductor que per-mite aprehender la entidad que subyace en la vida comunitaria del hombre
I

No obstante, su preocupación es ajena a las abstracciones y a los dogmas mora-lizantes y a la pretensión de un retorno acrítico a concepciones pasadas. Por el contrario, sus tesis son formas de asumir racionalmente nuestra época, citando nuevamente al autor “(…) no el mero retorno a Kant, Tomás de Aquino o Aristóteles, sino un repensar a la luz de su legado, los problemas actuales a fin de comprender el lugar del hombre en el mundo.” . Esta concepción que nos recuerda la idea aristotélica de la naturaleza co-munitaria del hombre donde dichas manifestaciones constituyen la estructura misma de lo humano.
Con el propósito de incidir en nuestra época, nuestro autor recupera la tradición filosófica pero no ignora las concepciones contemporáneas. No hay una pretensión eru-dita, sino una reflexión fincada en el diálogo con filósofos contemporáneos.
Desde la perspectiva del humanismo ético concibe al hombre como un ser libre, y por ello responsable de sus acciones. Esta libertad intrínseca crea las condiciones de posibilidad de pensar en los valores, como las referencias de las acciones buenas y malas.
En mi intervención acentuaré su concepción sobre las tres dimensiones de la existencia humana: la política, la ética y la educativa

II

Recuperando esta tradición occidental asume explícitamente la tesis de que el hombre es un ser en tensión entre el instinto y la razón: “El hombre parece encontrarse a medio camino entre la naturaleza y el espíritu. El estar anclado de estas realidades hace de él un ser dividido; no como el resto de los animales, sujeto al poder de los instintos (…) y tampoco ha podido liberarse de ellos.” Aquí reside el problema de elección entre el bien y el mal, que encuentra eco en la naturaleza intrínseca del hombre. Hasta aquí la tesis es indiscutible. El problema, para el Maestro Ramírez, emerge con la secularización moderna. Esta afirmación no implica negar lo valioso de la modernidad, como es el desarrollo de la racionalidad científica, la democracia y los valores, como la libertad, la igualdad, la fraternidad, la tolerancia, etc.
Recuerdo un texto de Karl Löwith donde señala que así como la preocupación griega por la phisis niega la existencia de la historia, la modernidad al sobrevalorar la razón histórica niega la naturaleza humana. En la cultura griega en consecuencia la “vida buena” constituye una exigencia de la naturaleza, mientras que en la modernidad, el imperativo categórico es un mandato sin fuerza, o si se quiere una convención social. El problema se agrava por los intereses dominantes por lograr un crecimiento de las ga-nancias, que la razón desemboca en una razón instrumental, harto criticada desde Marx hasta la primera generación de la Escuela de Frankfurt
Así el hombre alejado de imperativos trascendentes queda, por una parte, con-vertido en sujeto de la sociedad moderna, producto de la diversidad cultural, donde la pérdida del centro, lo conduce inexorablemente a la pérdida de las certidumbres básicas, y en consecuencia a un relativismo ético. Y, por otra, en la condición de mercancía que se vende para comprar. Es un ser dispuesto a lo que sea y como sea para obtener el poder y la capacidad de comprar, creando así un mundo extraño para el hombre mismo.
La secularización moderna genera en consecuencia, concepciones y proyectos que resultan desastrosos. El Holocausto, el gulag, las guerras imperialistas, la discrimi-nación son los resultados de los límites de la modernidad. Estas consecuencias ya están previstas, según el autor, en las concepciones metafísicas clásicas.

III

El individuo en la convivencia elige. Por lo anterior, es fundamental el conoci-miento de la ética. En el ensayo El preguntar ético ofrece una definición básica para la existencia personal: “La ética se presenta como una empresa racional y es ante todo razón donde debe acreditar las aportaciones que ofrece para iluminar mi proyecto vital. Una ética racional, empero, no tiene que quedar encerrada en los límites de un raciona-lismo estrecho, la razón misma llevada a su límite se abre al misterio de la trascenden-cia.”
A la persona inmersa en una sociedad global, multicultural, en la era de la in-formación, de la insurgencia de las minorías, le resulta imprescindible la presencia de una tabla de valores que le permita reconocer la naturaleza humana en la complejidad y riqueza de la humanidad globalizada, capaz de instituir un orden democrático plural e incluyente. Visto así el pensamiento antropológico, político y ético, deberán integrarse. En esta pretensión finca su concepción educativa.

IV

Para nuestro autor, la práctica educativa no queda restringida al estrecho ámbito de la tecnología, sino a una voluntad de trascender el sistema educativo y la misma rea-lidad humana. Aquí es precisamente donde alcanza la verdadera significación de los valores; no la formación de los valores en abstracto, sino enraizadas en esta ciudad se-cular.
Martha Nussbaum afirma de manera contundente la situación contemporánea: ““Estamos en medio de una crisis de proporciones gigantescas y de enorme gravedad a nivel mundial. No me refiero a la crisis económica global que comenzó a principios de 2008. (…) me refiero a una crisis que pasa prácticamente inadvertida / como un cáncer (…) me refiero a (…) la crisis mundial de educación”
El origen de esta crisis reside en un modelo de desarrollo que opone el creci-miento económico a los proyectos democráticos, y en consecuencia al fundamento de los valores. Este capitalismo salvaje conduce a conductas irracionales: “Sedientos de dinero, los sistemas nacionales y sus sistemas de educación, dice la autora, están descartando sin advertirlo ciertas aptitudes que son necesarias para mantener viva a la democracia. Así esta tendencia se prolonga, las naciones de todo el mundo en breve, producirán generaciones enteras de máquinas utilitarias, en lugar de ciudadanos cabales para pensar por sí mismos, poseer una mirada crítica sobre la tradiciones Y [subrayo] comprender los logros y sufrimientos ajenos.”
Aquí encuentro la coincidencia esencial con la propuesta del libro que nos ocupa: educar no es simplemente adiestrar la futura mano de obra para el desarrollo del gran capital, sino para dar a las nuevas generaciones el sentido a sus vidas. En otras palabras: desarrollar “la capacidad de imaginar con compasión las dificultades del prójimo” 26
Marcelo Ramírez, al respecto, es contundente desde su perspectiva: “Sin la exis-tencia de valores sería imposible una educación en valores.”
Invito a leer este trabajo, porque estoy convencido que es un texto que nos lleva a un punto central de la reflexión filosófica, política y educativa. No es, insisto, un libro dogmático, por el contrario provoca la reflexión y el diálogo sobre los problemas esen-ciales del tiempo que en suerte nos ha tocado vivir.
Conviene subrayar la limpia edición del texto y las pertinentes ilustraciones de Fernando Morales.
Sólo me queda agradecer al Maestro Marcelo por haberme invitado a presentar este libro, invitación que me permite compartir ideas con entrañables amigos y admira-dos maestros, como son la doctora Adriana Menassé y el Doctor Jesús Jiménez. Y a ustedes por su generosa paciencia. Muchas gracias.

*Evento realizado el viernes 26 de agosto de 2011, en el Auditorio “Silvestre Moreno Cora”, ubicado en el interior del Palacio de Gobierno del Estado de Veracruz, Esq. De Leandro Valle y Zaragoza, de la Ciudad de Xalapa, Ver.

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