lunes, 8 de agosto de 2011

Presentación del libro


La prensa y los libros de la Colonia y su influencia en la Cultura de Orizaba*
Por Jesús Jiménez Castillo
La Academia Mexicana de la Educación, sección Veracruz, presidida por el distinguido maestro Wilfrido Sánchez Márquez, es una institución que ha permanecido vigente por más de 25 años en el Estado de Veracruz. En este largo tiempo, su función como interlocutora de la sociedad civil veracruzana ante las políticas educativas a que se obliga el Estado, es reconocida por el magisterio y personas comprometidas con la cultura y la educación. Y ha sido también promotora de la obra valiosa que realizan educadores, investigadores y creadores de cultura, en el sentido más amplio. Así lo atestiguan las múltiples actividades realizadas hasta ahora: congresos, conferencias, cursos, simposios, coloquios, publicaciones y tareas de difusión y extensión del conocimiento, entre otras.
Hoy, para continuar con el cometido de nuestra institución, tenemos el honor de presentar el libro: “La prensa y los libros de la Colonia y su influencia en la Cultura de Orizaba”, cuyo autor es precisamente un distinguido integrante de nuestra Academia Mexicana de la Educación, en el capítulo correspondiente a la región de Huatusco-Orizaba. Me refiero al ingeniero Dante Octavio Hernández Guzmán, personaje destacado en la vida social y cultural de este solar veracruzano por su trabajo como educador, historiador, editor, director de teatro, conferencista y escritor de cuentos para niños.
El maestro Dante se desempeña actualmente como director del Archivo Municipal de Orizaba y está afiliado a diferentes asociaciones, entre ellas, la Comunidad Morelos, el Seminario de Cultura y la Sociedad General de Escritores de México. Su labor como escritor es prolífica, pues ha publicado más de 30 libros sobre temas educativos, históricos y literarios, destacando los que ha dedicado al estudio de su región. Su gran trabajo multifacético, relacionado con documentos escritos, rescate, conservación, producción, publicación y difusión, lo caracterizan como un consumado bibliógrafo, adjetivo que con toda justicia se suma a los ya señalados en torno a la obra realizada por él.
El libro que hoy ponemos a la consideración de ustedes, es un documento que posee una gran riqueza temática en su contenido, y que es conveniente analizar y estudiar. Sin embargo, ante la brevedad del tiempo disponible en esta ocasión, sólo nos ocuparemos de algunos aspectos.
Para iniciar mis comentarios, diré que los seres humanos tenemos como base de sustentación de la vida, entre otros elementos, el aprender y la memorización. El primero como medio de transformación de nuestras condiciones de vida; la segunda, como herramienta para hacer posible la acumulación y utilización de lo aprendido. Sabemos que ambos procesos tienen una relación directa con nuestras funciones cerebrales, pero también sabemos, a través de la experiencia, que las funciones de nuestra mente no son suficientes para asimilar todo ese producto social que llamamos conocimiento, y que es generado por el hombre en su vida comunitaria o gregaria.
Para suplir esa insuficiencia orgánica el ser humano inventó el libro, que aparece en sus diferentes formas instrumentales desde las épocas más primitivas hasta el presente, constituyéndose en uno de los mejores auxiliares que ha tenido, y tiene, la especie humana para conservar los productos de su cultura. La historia del libro es muy larga, además de interesante, tanto como la del propio ser humano, así que sólo diré que la memoria escrita del hombre, dicho en sentido genérico, no sólo implica libros, sino también escritores, editores, difusores, empresarios, lectores y muchos otros protagonistas que son necesarios para su realización. Y es justamente lo que nos muestra la obra del ingeniero Dante, el valor del libro a través del tiempo, su utilidad como vehículo de conocimiento, su valor como medio de conservación del pasado, su función como base de la cultura y su extraordinaria capacidad de transformación de la realidad.
Pensemos tan sólo en la importancia que han tenido en el desarrollo de la cultura occidental -que es una de nuestras raíces-, las obras de Homero, Platón, Aristóteles, Newton, Maquiavelo, Cervantes, los enciclopedistas, Carlos Marx y Albert Einstein, por mencionar sólo algunos de los más influyentes; sin olvidar aquellos que contribuyeron a la conformación de nuestro país. En la Colonia, por ejemplo, los textos que apoyaron la educación practicada por los jesuitas, así como los escritos de Bernardo de Balbuena, Carlos de Sigüenza y Góngora, Juan Ruiz de Alarcón, Sor Juana Inés de la Cruz, Rafael Landivar y Diego José Abad. Y después, tal como lo muestra nuestro autor, los impresos que influyeron y provocaron las revoluciones latinoamericanas y la Revolución de Independencia de México, entre ellos, los escritos de Francisco Javier Clavijero, Francisco Javier Alegre, Fray Servando Teresa de Mier y José Joaquín Fernández de Lizardi, hasta las obras de los grandes creadores que influyeron en la consolidación del Estado nacional en el siglo XIX, como Ignacio Ramírez, Manuel Payno, Lucas Alamán, Ignacio Manuel Altamirano, Amado Nervo, Enrique González Martínez, Ramón López Velarde, Justo Sierra, José Vasconcelos y muchos más.
La obra del maestro Dante nos ilustra sobre los orígenes de la imprenta en el Nuevo Mundo, y hace alusión a Fray Juan de Zumárraga, que junto con el Virrey Antonio de Mendoza, realizaron las gestiones para traer la primera imprenta a la Nueva España, teniendo como consecuencia la concesión a Juan Cromberger (impresor alemán establecido en Sevilla) el privilegio exclusivo de tener imprenta en México y traer libros; y quien confió dicha empresa a Juan Pablos (Giovanni Paoli), impresor de origen italiano que era oficial de su taller y que tendría, a partir de 1539, una notable influencia en el desarrollo de la imprenta en la Nueva España. Aunque se considera a Juan Pablos el primer impresor, algunos estudiosos sostienen que es probable que ya en 1533 o 1537 existiera un modesto taller, a cuyo frente estaba un personaje llamado Esteban Martín, que publicó, en 1535, la Escala Espiritual que había compuesto San Juan Clímaco, y en 1537, la Doctrina de Toribio de Motolinía y el Catecismo Mexicano de Juan de Ribas. Aunque la imprenta en sus inicios se utilizó para publicar cartillas y doctrinas en lenguas indígenas para atender la cristianización de los naturales, al término del siglo XVI había cubierto una gran diversidad de temas.
La empresa del libro, su historia e influencia en la vida cultural de México y, principalmente en la región de Orizaba, es explicada en muchos detalles por el maestro Dante, quien logra una valiosa síntesis de un tema muy amplio, También hace alusión a la esforzada y trascendente labor de nuestros intelectuales, editores, impresores, bibliógrafos, bibliófilos y difusores que se han interesado a lo largo de nuestra historia por promover al libro como el vehículo transmisor de ideas, y cuya importancia hace que la historia de la cultura en Occidente sea, en buena medida, una especie de historia de la bibliografía.
Así, podemos mencionar a algunos de esos notables hombres que cultivaron, preservaron y difundieron su obra propia y la de otros, pues sabían que gran parte del trabajo historiográfico es, esencialmente, bibliográfico. Uno de los pioneros fue Fray Bernardino de Sahagún y su monumental obra de recopilación de la cultura indígena: Historia general de las cosas de la Nueva España, uno de los documentos más valiosos para la reconstrucción de la historia del México antiguo. Y otros muy destacados como Juan José de Eguiara y Eguren y su Bibliotheca Mexicana; José M. Beristaín y Souza, y la Biblioteca Hispanoamericana Septentrional; Joaquín García Icazbalceta, Bibliografía Mexicana del Siglo XVI; Vicente de Paula Andrade, Ensayo Bibliográfico Mexicano del Siglo XVII; Nicolás León, Bibliografía Mexicana del Siglo XVIII; José Toribio Medina, La imprenta en México; y Manuel Orozco y Berra y su Historia antigua y de la Conquista de México. A ellos podemos agregar a Lucas Alamán, Genaro Estrada, Alfonso Reyes, José Luis Martínez, Ario Garza Mercado y muchos otros más.
Finalmente quiero mencionar el valioso trabajo bibliográfico que ha realizado el maestro Dante, y que se trasmina a través de este libro. El énfasis que pone en el patrimonio cultural que representan los archivos municipales, principalmente como fuentes de estudio e investigación de nuestra historia. Notable es la tarea que se ha impuesto como director del Archivo Municipal de Orizaba, y que no sólo debe ser reconocida, sino tomada como ejemplo de lo que se debe hacer para la restauración, conservación, protección, enriquecimiento y administración de los acervos municipales, sin duda, la mejor fuente de información de la vida social, económica, política y cultural, en el más amplio sentido, de nuestros pueblos y ciudades, incluidas las comunidades indígenas.
Para nadie es un secreto que los archivos municipales se han considerado siempre como un montón de papeles viejos, que sólo estorban a aquellos que se asumen como modernos y actuales, despreciando la memoria sobre el pasado o destruyéndola, mostrando con ello sólo ignorancia. La tarea del maestro Dante, permite vislumbrar la gran riqueza histórica, social, política, económica y cultural que tienen estos acervos. Los archivos municipales constituyen un patrimonio cultural invaluable, pues son una fuente muy importante de información y de ideas que permiten reconstruir la historia viva, en el sentido de propiciar un acercamiento a esa realidad de lo que hemos sido en algún momento, como habitantes de este mundo, a lo largo de los siglos; por ejemplo, lo que ocurrió en la colonia bajo la égida del imperio español, y después los acontecimientos que dieron lugar a la formación del Estado nacional mexicano.
No me queda más que felicitar a nuestro amigo y compañero de la Academia Mexicana de la Educación, Dante Octavio por su valiosa obra, que es una aportación al conocimiento de nuestra cultura e historia.

*Texto leído en el Paraninfo del Colegio Preparatorio de Xalapa, el 15 de julio de 2011.



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