lunes, 8 de agosto de 2011

MI PARTICIPACIÓN EN EL FRENTE CULTURAL NORMALISTA: UN TESTIMONIO.


Por Francisco Guzmán Márquez.
Era el año de 1965. El mundo estaba convulso y complejo, preñado de contradicciones, víctima de los desesperados esfuerzos del sistema imperialista internacional por su supervivencia, por el dominio del mundo. La lucha se daba entre capitalismo y socialismo. México sufría plenamente el autoritarismo político ejercido por un partido único que se autodenominaba “heredero de la Revolución Mexicana”. Acontecimientos inmediatamente anteriores definían la situación: las demandas campesinas eran ahogadas en sangre como sucedió en el Estado de Morelos con el asesinato de Rubén Jaramillo en 1961 que reclamaba la repartición de la hacienda de Cocoyoc y fue abatido a traición junto con su esposa embarazada y sus hijos, engañado por el Presidente Adolfo López Mateos. Las libertades democráticas estaban canceladas, el sindicalismo independiente había sido reprimido brutalmente en 1959 y sus líderes, Demetrio Vallejo y Valentín Campa, estaban en la cárcel. De igual manera, en 1959 se ejerció represión militar al Instituto Politécnico Nacional y al movimiento magisterial de la Sección IX del S.N.T.E., cuyo líder de ésta era Othón Salazar Ramírez.
En esas circunstancias el ámbito de la protesta se desplazó a los centros de educación superior, desarrollándose como fuerzas políticas locales de singular importancia, el Movimiento universitario de Puebla (1961 y 1969); el Movimiento de la Universidad Nicolaita (1965-1966); el Movimiento de los Médicos Residentes del Hospital 20 de Noviembre; el Movimiento Estudiantil de Sinaloa (1966); y el movimiento de Tabasco (1967). También se produjeron los primeros movimientos armados como el Asalto al Cuartel Madera en 1965, el movimiento encabezado por el periodista Víctor Rico Galán en 1966 y el frente guerrillero de Genaro Vázquez Rojas en 1967.
En nuestro continente los golpes de estado se sucedían repetidamente. Mientras tanto, la Revolución Cubana, triunfante, sembraba su ejemplo en la conciencia de la juventud.
Veracruz era gobernado por un político de mano dura, digno representante del sistema imperante.
En la Benemérita Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen” se estrenaba una Reforma Educativa considerada vanguardista, ya que inauguraba el plan de formación de maestros de cuatro años, hecho que fue un precedente a nivel nacional. A fin de llevar a cabo tal propósito, el Gobierno del Estado otorgó todo el apoyo a la Institución, tanto en lo administrativo y político, como en lo presupuestal.
En este contexto ingresé como alumno a la mencionada Escuela Normal Veracruzana, después de haber encabezado un movimiento de rechazados que, gracias a la lucha, logró la conformación de un grupo más de alumnos. Así inicié mis actividades político-estudiantiles que por su carácter independiente, concitaron el recelo tanto de la autoridad educativa como del Comité Ejecutivo Estudiantil.
Inmediatamente mis compañeros me eligieron jefe de grupo para que los representara ante el consejo estudiantil e inicié una intensa labor de unidad y coordinación con los otros compañeros jefes de grupo de primer grado. En ese momento se iniciaron las acciones de intimidación y represión a mi activismo: El Comité Ejecutivo Estudiantil irrumpió en una asamblea de jefes de grupo y la dirección de la escuela dispuso mi cambio de grupo arguyendo ajustes de carácter psicopedagógico, con la finalidad de detener mis actividades políticas, despojándome de la representación que mis compañeros me habían conferido.
Posteriormente me opuse a que la generación llevará el nombre de “Reforma”, pues consideraba que tal decisión tomada por la autoridad sólo perseguía satisfacer sentimientos egocéntricos e individualismos protagónicos a fin de figurar en las “gloriosas” páginas de la historia educativa de Veracruz. Protesté enérgicamente en el acto de apadrinamiento y entrega del banderín alusivo celebrado en el auditorio de la escuela, actitud que provocó la ira de la autoridad quien en el mismo acto me amenazó con expulsarme exclamando que “si no les parecen las decisiones que se toman en la Institución, las puertas están tan abiertas para entrar como para salir”. Tal actitud significaba una flagrante intromisión en los asuntos estudiantiles.
Después de esas evidentes muestras represivas y la colusión entre la autoridad y el Comité Ejecutivo Estudiantil, decidí convocar a la organización de un movimiento que incluyera a compañeros que coincidieran con nuestra forma de pensar y en la necesidad de organización para defendernos de los atropellos autoritarios. Así surge el Frente Cultural de Estudiantes Normalistas “Gral. Heriberto Jara Corona”, integrado por alumnos de primero, segundo y tercer grado.
Los Estatutos de la Sociedad Estudiantil Normalista establecían que cualquier organización o grupo que surgiera en el seno de la Escuela Normal debía contar con la aprobación del Comité Ejecutivo Estudiantil. Nos sujetamos a esa disposición reglamentaria, solicitamos el reconocimiento que, después de una larga sesión en la cual estuvieron los miembros del Comité Estudiantil y –por supuesto-, las autoridades de la escuela, en donde se escucharon nuestros discursos encendidamente nacionalistas, ya que nos acusaban de ser comunistas, la decisión unánime fue negarnos el reconocimiento.
No obstante tal determinación aberrante y anticonstitucional, decidimos continuar con nuestras actividades desafiando los obstáculos y las actitudes autoritarias y francamente retardatarias, que reproducían, al interior de la institución, el sistema político antidemocrático carente de espacios para la expresión de la oposición de izquierda que ahogaba a nuestro país.
Nuestro plan de actividades comprendía, entre otras, la transmisión en vivo de un programa radiofónico de una hora en el cual participaban cantantes, declamadores, tríos, pianistas, que formaban parte del rico semillero de artistas de la Normal; conferencias y mesas redondas de análisis de la realidad nacional e internacional; la edición de un periódico; la solidaridad con movimientos sociales locales y nacionales; la realización de mítines de protesta contra la invasión yanqui a la República Dominicana, de apoyo a la Revolución Cubana y de repudio a la guerra invasora contra el pueblo de Viet Nam, así como la proyección de documentales cubanos. Por las noches, en nuestras casas, después de las actividades escolares, llevábamos a cabo círculos de estudio donde abordábamos lecturas de filosofía dialéctica, materialismo histórico, economía política y literatura revolucionaria de México y de Rusia y de la Segunda Guerra Mundial. Los de abajo, de Mariano Azuela; El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán, La madre, de Máximo Gorki; La joven guardia, entre otras, las devorábamos ansiosos para encontrar orientación e inspiración intelectual a nuestros intereses políticos juveniles.
En el año de 1965 participamos en la elección para renovar el Comité Ejecutivo Estudiantil. Fuimos objeto de una burda maniobra orquestada por la autoridad y el Comité Estudiantil. Al llegar a clases a las 8 de la mañana, nos sorprendió encontrar la escuela tapizada de propaganda de la planilla oficial, que alevosamente la habían perpetrado durante la noche anterior; además, descubrimos que la convocatoria correspondiente no tenía el visto bueno de la dirección de la escuela. Hicimos patente nuestra inconformidad, exigimos se le cancelara el registro a la planilla oficialista, pero no lo conseguimos. Así era de enorme el apoyo que la autoridad les brindaba. A pesar de las circunstancias y de las condiciones altamente adversas, continuamos en la pelea por el liderazgo de la sociedad estudiantil. Las elecciones fueron muy reñidas, el conteo de votos fue muy complicado a tal grado que tuvo que realizarse en repetidas ocasiones hasta aclarar los resultados y que las partes quedaran conformes. La diferencia mínima de votos hacía más confuso el resultado. Al final perdimos por sólo 13 sufragios.
Pero ese no era el objetivo de nuestra lucha. Habíamos comprendido cabalmente que el régimen “emanado” de la Revolución Mexicana había instaurado en el poder a una clase social dominante cuyo discurso era a favor de los obreros y los campesinos pero la realidad era su opresión, su manipulación, el engaño, la demagogia, y en consecuencia, la pobreza, el acaparamiento de tierras, la carestía, la dependencia del exterior, los latifundios abiertos y simulados, y decidimos insertarnos en esa difícil lucha por la liberación de nuestra patria, con el Frente Cultural de Estudiantes Normalistas “Gral. Heriberto Jara Corona”.
Por esos años, muchos pensábamos que la vía electoral estaba cancelada. El corporativismo, base fundamental de la poderosa estructura de control y explotación de la clase trabajadora del campo y de la ciudad impuesto por el sistema, no permitía la participación política a la oposición de izquierda. El P.R.I. dominaba la vida política nacional, el P.A.N. el P.P.S. y el P.A.R.M. eran apéndices del Gobierno, no representaban una auténtica oposición pues eran beneficiarios de los diputados de partido que era una concesión del Gobierno para mantener el control en el Congreso de la Unión. El Partido Comunista Mexicano se mantenía en la semiclandestinidad con su política de centralismo democrático y una fuerte influencia prosoviética. También surgieron grupos armados revolucionarios. En ese contexto nacional surgió y actuó el Frente Cultural de Estudiantes Normalistas “Gral. Heriberto Jara Corona”, como tantos otros grupos, asociaciones, federaciones, que bien pueden llamarse partidos políticos estudiantiles, tal y como los definió acertadamente el Ing. Heberto Castillo Martínez, que fueron construyéndose como una necesidad de organización y expresión política, ante el fuerte autoritarismo gubernamental imperante que ahogaba el ambiente político de México y que hizo explosión con el glorioso Movimiento Estudiantil Popular de l968.
Ya han pasado muchos años desde que fundamos el Frente Cultural de Estudiantes Normalistas “Gral. Heriberto Jara Corona”. Nuestro ímpetu juvenil nos hizo creer que el triunfo de nuestra causa estaba a la vuelta de la esquina. Pero han sucedido hechos tristes y dolorosos que hacen más difícil el tránsito a una sociedad socialista justa y democrática, sin explotados ni explotadores. El golpe de estado en Chile contra el gobierno constitucional de Salvador Allende, la caída del mundo socialista, el nefasto neoliberalismo, los fraudes electorales en México, el crimen organizado… Sin embargo, continuamos luchando por organizar al pueblo a fin de tomar el poder y construir una patria libre, donde haya educación, salud, techo, pan y abrigo para los miles de rechazados por el sistema capitalista explotador.


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