lunes, 8 de agosto de 2011

EDUCACION POR COMPETENCIAS… Un nuevo paradigma


Por Silvio Humberto Bibiano Ventura
Al inicio de la década de los noventa, nuestro país iniciaba una nueva etapa al abrir su relación a un mundo que cada día mostraba las exigencias de la globalización; así, México se preparaba para firmar un acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá. Este compromiso implicó reconocer la necesidad de transformar en forma acelerada algunos de los rubros de nuestro sistema económico y social, entre ellos uno central; el educativo.
Al respecto, la reforma educativa más reciente databa de 1972 y por tanto para 1992, en un lapso de veinte años, era evidente que la formación de las nuevas generaciones mostraba serios atrasos frente a los requerimientos educativos de la época. El Tratado Trilateral de Libre Comercio (TLC), exigía condiciones de cierta similitud para cada uno de los países firmantes, a efecto de evitar futuros desequilibrios y, en consecuencia, la posibilidad de incumplimiento en los compromisos contraídos.
En este contexto, el Gobierno Federal convocó a la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB), documento que fue suscrito por los gobernadores de las entidades federativas, secretarios del gobierno federal, representantes de los sectores empresariales y del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), entre otros. Este acuerdo propició la construcción de un nuevo plan de estudios para la educación básica, que ahora reconocía como mínimo una escolaridad de nueve años, es decir, seis de educación primaria y tres de educación secundaria.
Al respecto, el enfoque del diseño curricular se modificó y se propuso una nueva currícula basada en la construcción del conocimiento por parte del alumno, adoptando así las nuevas corrientes educativas que para ese período ya se aplicaban en algunos países de Europa. Con esta decisión, se abandona el modelo conductista de los años 60 que exigía la planeación por objetivos y definía hacia dónde debería ir el docente con sus acciones en busca de metas medibles y evaluables. Se abandonó el marco teórico basado en que el conocimiento se obtiene mediante el estímulo y la respuesta; los maestros ya no formularon sus planeaciones teniendo en cuenta objetivos generales, particulares y específicos. Asimismo, los docentes ya no aplicaron actividades desarticuladas y repetitivas ni continuaron centrando su atención en conductas de aprendizajes concretos en los estudiantes; se eliminó la aplicación de exámenes de opción múltiple o de preguntas cortas que buscaban respuestas contundentes de los conocimientos adquiridos, y por tanto, se alejaron de la memorización como principal recurso de aprendizaje.
La reforma de 1992 introduce a la planeación educativa nuevos conceptos, y ahora el modelo curricular enfatiza su interés en el proceso que debe recorrer el estudiante para obtener sus aprendizajes; de acuerdo con el enfoque constructivista, el conocimiento es construido por el estudiante con la mediación del docente. Así, el maestro pasa de ser el enseñante, el poseedor del conocimiento, a coordinador, a facilitador de los medios para que los alumnos descubran nuevos conocimientos que deberán estar enlazados a otros previos o bien, al aporte de los andamiajes necesarios en la formación de los estudiantes.
Otro de los aspectos que se introducen al lenguaje educativo de la planeación es el diseño por bloques temáticos, los cuales pueden ser independientes unos de otros, pero que en algún momento pueden ser retomados para construir conocimientos más profundos sobre el tema. Por ello, la planeación se define con propósitos en torno a un tema sobre el cual el alumno empezará a construir su propio aprendizaje, en seguimiento a una estrategia trazada por el docente. En cuanto a la evaluación, ésta atenderá al proceso que se siguió para alcanzar el conocimiento y analizará evidencias de tipo formativo y sumativo para saber cómo se llegó a él. Sin embargo, el énfasis estará sólo en la construcción del conocimiento y no tanto en cómo lo usa o aplica el alumno en su vida cotidiana. Por el esfuerzo intelectual puede decirse que el modelo constructivista utiliza todas las áreas cerebrales de asociación y las zonas del lenguaje y en particular, las de construcción de significados.
El final del siglo XX y el inició del siglo XXI ha sido una época donde lo único permanente es el cambio, y así, al incorporarse nuestro país a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), se asumen compromisos y se aceptan exigencias de las naciones miembros de este organismo donde, una vez más, se cuestiona al sistema educativo, el cual deberá someterse a evaluaciones periódicas, bajo criterios definidos por una comisión internacional. De igual forma, el gobierno mexicano se compromete a aplicar en forma anual evaluaciones que permitan conocer el nivel alcanzado por los estudiantes del sistema nacional, con el propósito de llevar a cabo las acciones necesarias que coadyuven a la mejora de los resultados educativos y así, estar a la altura de los nuevos estándares.
A ese respecto, es pertinente mencionar que en 1991, los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), cuestionaban cuál debería ser la educación para las generaciones del siglo XXI; para encontrar una respuesta al nivel de este gran compromiso, se integró una comisión de expertos formada con especialistas, académicos y políticos, quienes se abocaron a la discusión del tema. Esta comisión elaboró un reporte que llevó como título “La educación encierra un tesoro”, en el cual se afirma que era inminente un cambio en el fin de la educación, y que urgía dejar atrás la transmisión de los conocimientos a las generaciones futuras, para arribar a un modelo donde se privilegie el “aprender a aprender”, en razón de que actualmente ya no existe ni la más remota posibilidad de que los niños, niñas y jóvenes sean capaces de aprender todos los conocimientos producidos por la humanidad a la fecha.
Frente a este razonamiento, donde ya no es posible considerar que la educación sea la única vía para adquirir conocimiento, y que por tanto, ni la escuela ni los maestros son poseedores de éste en su totalidad, la UNESCO propuso que todos los sistemas educativos del mundo adoptaran un nuevo paradigma que promoviera el “ aprender a aprender”, proceso fundamentado en cuatro pilares que son: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser, situación que se puede lograr sólo si la educación se lleva a cabo mediante el desarrollo de las competencias para la vida.
Desde esa perspectiva metodológica, una competencia supone que la persona que la posee, sabe hacer las cosas, pero no mecánicamente sino con un conocimiento de causa, con cierta habilidad y destreza que le permite ser y hacer con los otros. Cuando nos referimos a una competencia, estamos hablando de una capacidad cognitivo-conductual, es decir, el equivalente al potencial que posee una persona para poner en uso los conocimientos adquiridos, mediante ciertas habilidades de pensamiento y ejecuciones diversas que en su oportunidad, se despliegan en contextos sociales reales y específicos. Para Argudín (2005), una competencia es “el conjunto de comportamientos socioafectivos y habilidades cognoscitivas, psicológicas, sensoriales y motoras que permiten llevar a cabo adecuadamente un desempeño, una función, una actividad o una tarea”. En síntesis, las competencias no sólo puntualizan lo que tiene que saber el estudiante, sino lo que sabe hacer con el conocimiento en contextos específicos en respuesta a las demandas sociales que se le presentan.
Con nuevo paradigma que orienta a la educación internacional, fue elaborado el Programa de Educación Preescolar dado a conocer en 2004 (PEP-2004), y con éste, se inició una reforma de los planes de estudio del resto de la educación nacional; el currículum de la educación secundaria es modificado en el período 2006-2009; el de la educación primaria está por cerrar su reforma con la incorporación del programa del tercer grado en el ciclo escolar 2011-2012; dicha reforma amplía su impacto hacia los niveles de educación media superior (bachillerato) y superior, como es el caso de la educación normal, donde todo parece indicar, se aplicará en los planes de estudio de las licenciaturas de educación primaria y preescolar a partir del ciclo escolar que está por iniciar.
Frente a este nuevo escenario de una educación basada en competencias, es muy importante que todos los docentes tengan claridad de los conceptos que ahora deben aplicarse en los procesos de enseñanza-aprendizaje, a efecto de que realmente se propicié el desarrollo educativo con el marco teórico que fundamenta la nueva currícula.
Es prioritario tener claro que no basta con aprender conocimientos, que también hay que saber usarlos y aplicarlos con responsabilidad; que se debe crear la coherencia necesaria entre lo que se piensa, se dice y se hace. Así, la persona no es lo que sabe, sino lo que sabe pensar para luego hacer. Como docentes es conveniente tener presente que cuando se trabaja por competencias, el estudiante se hace responsable de su propio aprendizaje, y al hacerlo, poco a poco se hará competente, y no necesariamente competitivo.
Desde una perspectiva de planeación, una competencia se convierte en una meta terminal que define el punto al cual debe llegar el docente como resultado de su trabajo en aula. Ahora bien, existe parecido con los anteriores objetivos y propósitos, sin embargo, son distintos del marco por competencias en virtud de que surgen a partir de un esquema teórico conceptual diferente. Los objetivos, surgidos en la propuesta conductista, tienen interés en observar el comportamiento a desarrollar como resultado de un estímulo impuesto por el docente; los propósitos, en cambio, precisan lo que debe hacer el maestro para que el estudiante construya su aprendizaje de manera activa con la mediación del docente y de sus pares. En el nuevo enfoque, las competencias poseen un diseño teórico cognitivo-conductual conforme al cual el conocimiento adquirido con la aplicación de habilidades del pensamiento específicas en la resolución de problemas, tenderán a alcanzar desempeños como resultado de las demandas diferenciadas del entorno, como formas de adaptación a su realidad. (Frade Rubio-2009).
Con el interés de establecer claramente las diferencias de la educación basada en competencias con los modelos anteriores, diremos que los objetivos conductistas atienden un solo aspecto: la conducta. El constructivismo por su parte, centra sus propósitos en el aprendizaje y hace énfasis en el ámbito cognitivo, es decir, al proceso por medio del cual se llegó al conocimiento. Como un avance en el desarrollo educativo, las competencias identifican los conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes y valores, elementos requeridos al llevar a cabo un desempeño, esto es, se manifiestan al realizar una tarea con un sentido precisado por el sujeto que la realiza. Si bien, un objetivo conductista o un propósito constructivista definen qué sabe el alumno al final de un proceso educativo, una competencia precisa qué debe saber hacer con el conocimiento, ya sea al finalizar un ciclo escolar o una clase. Esta es la razón por la que al planear, las competencias se definen en presente, lo que no sucede con un objetivo o propósito, que regularmente se redacta en futuro, ya que se considera que al término de las actividades los estudiantes habrán alcanzado la meta.
Las competencias establecen atención tanto a las metas finales como a los procesos que deben recorrer los estudiantes para lograr aprendizajes. Por lo anterior, la educación por competencias responde en forma más efectiva a una formación integral donde los distintos rasgos de la persona se activan y le permiten una actuación a la altura de las necesidades de una nueva sociedad. Finalmente, resulta conveniente señalar que el magisterio nacional debe asumir con profesionalismo este reto, a efecto de que la educación de nuestro país muestre un avance significativo en la formación de las nuevas generaciones a quienes corresponde continuar impulsando el desarrollo de este mundo globalizado.
Bibliografía:
Argudín, Yolanda, Educación Basada en Competencias, Trillas México 2005.
Delors, Jacques, et al., La Educación Encierra un Tesoro, UNESCO, 1997.
Frade Rubio, Laura, Planeación por Competencias, editora 2009.

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