jueves, 5 de mayo de 2011

EDITORIAL



Por su propia naturaleza, la vida del ser humano está ligada al trabajo. No es posible concebir al hombre sin el trabajo. Pero bien sabemos que éste tuvo unas características en el pasado, las cuales cambiaron a partir de la Revolución Industrial.  Antes, la economía se basaba en el trabajo manual, y cuando aparecen las máquinas se ve reemplazada por la industria y la manufactura, donde los trabajadores, asalariados o proletarios ponen su fuerza de trabajo que es de lo único de lo que son dueños, aparte de que les pertenece, precisamente, “su prole”, la cual corre la misma suerte que ellos.
Con la industrialización se inicia también el desarrollo del capitalismo que, por ejemplo, a través de la organización del trabajo taylorista logra la reducción de costos de las fábricas, pero desatiende el salario y demás condiciones de trabajo de los obreros. Aparte de que los salarios eran miserables, no había protección alguna para ellos y las jornadas de trabajo eran de catorce o más horas diarias, incluyendo en éstas a hombres, mujeres y niños.
Aunque hay otros antecedentes de lucha de los obreros por la defensa de sus derechos, el movimiento que da origen a que se establezca lo que actualmente es el Día Internacional de los Trabajadores es el que se conoce como de Los Mártires de Chicago, que ocurrió en ese lugar de Norteamérica, iniciándose el primero de mayo de 1886. La Federación Estadounidense del Trabajo (American Federation of Labor), de orientación anarquista, aprobó en su congreso realizado el 17 de octubre de 1884 que se debería establecer la jornada de 8 horas a partir del 1 de mayo de 1886, y que de no reconocerse esta reivindicación se irían a la huelga, que fue lo que finalmente sucedió.
Al día siguiente de declarada la huelga hubo una manifestación de cincuenta mil personas que disolvió la policía. El día tres nuevamente hubo disturbios en los que seis personas murieron y varias decenas resultaron heridas. El día cuatro hubo una concentración de veinte mil personas en la Plaza de Haymarket, en donde un policía resultó muerto y varios más heridos al estallar un artefacto explosivo sobre ellos. La respuesta obvia fueron los disparos de la policía contra la multitud dejando una cantidad indeterminada de muertos entre los obreros y la detención de cientos de ellos, quienes fueron golpeados, torturados y acusados de haber dado muerte al policía.
El 21 de junio de 1886, mediante un juicio absurdo, 8 de los detenidos fueron declarados culpables, condenados cinco a la horca y tres a prisión. Los primeros fueron Georg Engel, Adolf Fischer, Albert Parsons, August Vincent Theodore Spies y Louis Lingg, quienes fueron ejecutados el 11 de noviembre de 1887. Los segundos fueron Samuel Fielden y Michael Schwab a cadena perpetua, así como Oscar Neebe a quince años de trabajos forzados.
Como es del dominio público, la jornada de ocho horas fue otorgada en diferentes momentos, pero desde finales de mayo de 1886 cientos de miles de obreros la obtuvieron. En México, quienes por muchos años enarbolaron la bandera por la dignidad de los obreros fueron los militantes del Partido Liberal Mexicano encabezados por los hermanos Flores Magón, logrando la concreción de estos ideales en el Artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en 1917.
El neoliberalismo de finales del siglo XX y comienzos del XXI, ha fomentado una regresión respecto a los avances que los trabajadores habían alcanzado. Es este uno de los problemas que afectan actualmente a la sociedad en su conjunto. En nuestro país tiene características muy específicas y delicadas, que van desde la compra de dirigentes a los que se les otorgan jugosas prebendas o se les deja hacer lo que les venga en gana, la persecución o desaparición de inconformes, hasta la supresión de organizaciones que deja sin empleo a todos sus agremiados. El gran capital, nacional y extranjero,  es el que tiene prácticamente todo a su favor.

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