lunes, 7 de marzo de 2011

Reflexiones sobre los logros emanados del movimiento revolucionario de Independencia en México


Mtro. Raúl Romero Ramírez


IAnte la actual crisis de gobernabilidad política, económica y social que vive nuestra nación, considero que es importante hacer una rememoración de los acontecimientos revolucionarios que llevaron a la creación de nuestro país, así como los logros que se obtuvieron en cada uno para entender y valorar su importancia y pertinencia en nuestra época, pues la Historia es útil para no olvidar acontecimientos y redimensiona lo que hay que hacer para evitar caer en tentaciones absolutistas, tutelares, autoritarias o totalitaristas para autogobernarnos en un estado de paz civil y bajo un régimen de derecho.

En primer término hay que precisar que toda sociedad humana se desarrolla mediante una serie de procesos que involucran las necesidades e intereses de los individuos que las componen. Cada sociedad ha transitado de un modo de organización a otros para hacerse más eficientes,  enfrentando nuevas necesidades e intereses a fin de que la sociedad y los que la componen subsistan.

Es por ello que de vez en vez, en la sociedad aparecen grupos que, movidos por sus intereses,  analizan y critican el status quo (las cosas tal como están, sin necesidad de cambio) y presentan propuestas alternativas a las del Estado o a las de los grupos que mantienen cierta ingerencia importante o determinante en las decisiones económicas, políticas, jurídicas, artísticas, religiosas o militares de la sociedad.

Es así como estos grupos se manifiestan dentro o fuera del marco de la ley, de acuerdo al tipo de legislación que les permita expresar con libertad ante la sociedad sus pensamientos, ideologías, propuestas prácticas y otros ceremoniales propios.

Estas actividades traen como consecuencia el rechazo y la aceptación de unas y otras personas de la sociedad. Las primeras, simpatizantes de estas críticas, lo son por ser no sólo partidarios ideológicos sino que suelen padecer materialmente de una situación similar a la referida por este grupo, que involucra el hecho de ser excluidos de participación en la toma de decisiones para beneficio de la sociedad. Por el contrario, quienes rechazan a ese grupo son simpatizantes del status quo que ideológica, pero más aún, materialmente se encuentran privilegiados, beneficiados o incluidos en el grupo que mantiene el poder socialmente establecido.

Es de esta manera que, cuando los grupos que detentan el poder de decisión sobre el quehacer económico, social, jurídico, artístico, religioso o militar, ya no permiten expresar libremente a estos otros grupos, quienes paulatinamente han sido excluidos cada vez más y más de las decisiones, así que el sistema social entra en crisis y se origina un estado de cosas que perturba toda estabilidad. Es entonces cuando se origina, entre otras acciones, una creciente injusticia social en donde el marco jurídico es rebasado totalmente, y ello hace que parte de la gente se involucre en acciones que están fuera de la ley.

Algunos grupos intentan “sacar provecho” de esta inestabilidad social y política y se convierten en flagrantes malhechores creando organizaciones delictivas; otros, incapaces de obtener justicia, tratan de “tomar justicia por su propia mano”; otros, agredidos políticamente por el Estado son perseguidos como si fueran delincuentes y hechos prisioneros; otros se convierten en conspiradores e incitan al levantamiento social en contra del status quo; en fin, cada vez más y más se pierde la seguridad y paz social que debería brindar un Estado a su pueblo.

Es como una sociedad productiva, estable y que goza de paz, se convierte en su contrario,  incrementada la injusticia económica y política, es entonces que diferentes grupos involucran a una parte de la sociedad a realizar actividades contrarias a la normatividad. De esta manera, la población que sufre mayores carencias económicas y políticas, empieza a realizar actividades como la toma de lugares públicos o propiedad del Estado para ejercer presión y ser escuchadas sus demandas. Así, toman lugares estratégicos como mercados, vías de comunicación, edificios públicos, palacios municipales, etc.

Estas acciones, lejos de ser condenadas, deben ser interpretadas como llamados de atención tanto para el Estado como para los grupos de poder y mediante ellas entender que se requieren reformas, por lo menos, en el ramo de justicia económica y social que favorezcan la armonía entre los diferentes grupos y coadyuven a un bienestar de toda la sociedad. Sin embargo, cuando el Estado y esos grupos de poder no hacen caso a esto, ni brindan vías de comunicación y diálogo, ni realizan reformas sustantivas en beneficio de los grupos afectados o bien se retrasan jurídicamente los veredictos a favor de una mejor justicia, parte de esos grupos se levantan en completa rebeldía y provocan acciones cada vez más lejanas al marco normativo, tales como enfrentamientos violentos con el Estado, uso de armas, linchamientos, asesinatos selectivos, y en general, levantamientos sociales en forma de revueltas.

Las revueltas sociales se caracterizan por ser el preámbulo de un mayor levantamiento que involucra una lucha en contra de los grupos que detentan el poder y lo ejercen con gran injusticia. Algunos de ellos se convierten en movimientos revolucionarios, los cuales arrasan con todo aquello que tenga que ver con el status quo para generar uno distinto y lo más favorable a los grupos antes excluidos en el antiguo estado de cosas.

Es esto lo que ocurrió en los dos grandes movimientos sociales revolucionarios de nuestro país, el primero, el Movimiento de Independencia iniciado en 1810 y aparentemente concluido en 1821 con la instauración de un país, México, como una República Independiente; y el segundo, el Movimiento de la Revolución Mexicana iniciado en 1910 y aparentemente concluido en 1917 con el establecimiento de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en Querétaro.

Ahora bien, reflexionemos sobre el primero de los movimientos revolucionarios, para establecer los motivos originales por los cuales dio y los logros que se obtuvieron al término a fin de comprender su importancia y valorar el mantenimiento de ellos así como la búsqueda de una mejor sociedad para México en este siglo XXI.

II

El movimiento revolucionario de Independencia, puede hallar su origen al exterior de México en la crisis del Estado Absolutista Español que perjudicó a nivel económico el ingreso al comercio internacional de la Corona Real por el mantenimiento de un modo de producción caduco para la época, pues involucraba el tributo, la centralización y acaparamiento de los productos coloniales sin mayor provecho o inversión. En lo político, el Absolutismo ya no era un sistema de régimen que satisficiera a la gran mayoría de la población, excluyéndola de cualquier decisión y beneficio público. Por lo que toca al interior, en Nueva España los Virreyes aparentaban seguir el sistema tributario real y absolutista, pero en verdad había una alta corrupción nacida de los intereses de los españoles radicados en América, quienes lejos de la Corona Española, se beneficiaban económica y políticamente de la extracción de productos coloniales, los cuales comercializaban entre las colonias como contrabando.

Otra forma de corrupción lo era la compra de puestos dentro del sistema virreinal, los criollos impedidos jurídicamente para ejercer cargos en el sistema económico y político colonial, para lograr su sostenimiento, caían en la corrupción que les exigía el pago por sus servicios como intermediarios en las transacciones económicas o bien la compra de puestos públicos de muy baja función, pero de paga suficiente para sostener a sus familias. Este tipo de explotación era muy común entonces y la corruptela organizaba a amplios grupos sociales del lado virreinal y del lado criollo.

Estas actividades ilícitas por parte del gobierno virreinal obedecían a un nuevo sistema económico y político que requería menor centralización burocrática y mayor libertad de comercio. Además, beneficiaba a los Concesionarios Españoles de las tierras reales, quienes eran los verdaderos “propietarios” de plantaciones, minas y haciendas que eran mantenidas mediante la explotación de  indios, castas y trabajadores criollos así como el sostenimiento de un alto grado de libertinaje moral, comercial y político en donde los únicos beneficiados en Nueva España eran quienes pertenecían al grupo Virreinal.

El sistema social de Nueva España estaba integrado por castas, estando en el pináculo la española, a la que le seguía por orden de importancia social y mayor libertad la de los criollos y mestizos, y abajo las castas, los indios y los esclavos. No es de extrañar entonces que la rebeldía proviniera de los criollos y mestizos, y menos aún de aquellos quienes vivían día con día las vejaciones, maltrato e injusticia provocadas por los españoles hacia las castas e indios, es decir, los que más trataban con estos grupos sociales entonces, los clérigos parroquiales como Hidalgo y Morelos, verdaderos artífices del inicio del movimiento revolucionario de independencia.

En el Manifiesto del criollo cura Hidalgo de 1810, se muestra con claridad el interés por romper con los privilegios de este grupo virreinal: “Rompamos, americanos, con estos lazos de ignominia con que nos han tenido ligados tanto tiempo Para conseguirlo, no necesitamos sino de unirnos. (..) Unámonos pues, todos los que hemos nacido en este dichoso suelo. Veamos desde hoy como extranjeros y enemigos de todas nuestras prerrogativas a todos los que no son americanos. Establezcamos un Congreso que se componga de representantes de todas las ciudades, villas y lugares de este reino, que teniendo por objeto principal mantener nuestra santa religión, dicte leyes suaves, benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada pueblo. Ellos entonces gobernarán con la dulzura de padres, nos tratarán como a sus hermanos, desterrarán la pobreza moderando la devastación del reino y la extracción de su dinero, fomentarán las artes, se avivará la industria, haremos uso de las riquísimas producciones de nuestros feraces países y, a la vuelta de pocos años, disfrutarán sus habitantes de todas las delicias que el soberano autor de la naturaleza ha derramado sobre este vasto continente”[1].

La injusta distribución de la riqueza es claramente expresada en palabras de Hidalgo, quien concentra su ataque en el grupo español virreinal, “los gachupines” quienes concentran la riqueza colonial en sus manos y no benefician a los criollos, mestizos ni a ninguna otra casta del sistema social de entonces, pero se vanagloriaban en decir que su sistema era mejor que el anterior de la época de los Aztecas. Esta visión del sostenimiento del status quo es una constante en los movimientos revolucionarios, pues por un lado están aquellos que se dicen afectados por un mal gobierno y dañan su vida y por otro están quienes dicen ser un buen gobierno y los pobladores deben de estar agradecidos por ello.

Los españoles desde el levantamiento en 1810, para combatir la insurgencia, tratan de sintetizar los beneficios de su gobierno y entonces lo hacen de la siguiente forma, en voz de un bien educado y noble soldado de los Dragones de la Reina: “De resultas de la Conquista ha gozado este reino de paz cerca de trescientos años, y en todo este tiempo no ha habido guerra ninguna hasta ahora (,,,) y si nos deben mucho a los españoles; vamos ahora a lo muy pensionado que estaban (los indios antes de la llegada de los españoles), consideren que a más del emperador Moctezuma que lo era de México, había otro que tenía su corte en Tzintzunzan y Pátzcuaro (…) Caltzontzin (que nunca se sujetó a Moctezuma) cada uno de estos emperadores tenía muchos reyezuelos a su mando, todos estos necesitaban ostentar mucha grandeza, y todos contribuían a la de sus emperadores, que era tanta, especialmente la de Moctezuma (…) ¿cuántas serían las pensiones y tributos que sufrirían los pobres indios? (…) cuál sería el hambre que padecían; (…) Y como (…) no los había, ni vacas, ni mulas, ni burros, no carneros, ni otros muchos animales, ni caballos (…) los indios comían ranas, ajolotes, patos, chichicuilotes y otros animales que había en las lagunas, hierbas y la carne de la gente que moría en la guerra (porque no se comía carne de esa especie, de aves y algunos animales silvestres sí; pero esto era para el emperador, reyes y demás personas principales). Para que vean que Dios nos ayudó en la conquista, (…) la noche que nombran triste, cuando se creían perdidos por ser muchos los enemigos (…) María Santísima, que es la que veneramos bajo advocación de los Remedios, les echaba tierra en los ojos, con lo que no podían pelear, y que también veían junto a la pequeña imagen un caballero muy grande vestido de blanco, montado en un caballo asimismo blanco con espada en la mano, y que peleaba sin ser herido, y que su caballo con la boca, pies y manos hacía tanto mal como el caballero con la espada, (…) el Apóstol Santiago. (…) como en agradecimiento a los españoles, como comprobación de lo grato que le había sido a su Hijo Santísimo la conquista, como quien va a socorrer, amparar y proteger a este reino, y como quien venía a premiar a los felices indios por la docilidad con que se prestaron a sus oídos a la voz del Evangelio, y a llenarlos de felicidades, se apareció María Santísima al venturoso indio Juan Diego (…) Esta confirmación de su protección, este singular favor sí que no ha hecho con nación alguna. ¿Díganme no es digno de agradecimiento?”[2].

De esta manera el gobierno español aparece como salvador de los indios americanos quienes vivían en múltiples guerras sin poder acordar la paz, tenían que pagar tributos excesivos al emperador y a varios reyes, sufrían de hambre por no tener buena comida, tenían una religión politeísta que no era la “verdadera” y al cambiar sus ídolos por la cristiandad fueron protegidos por la Virgen.

Sin embargo y a pesar de estas palabras, la realidad material de los indios y las castas es que no estaban seguros en sus pueblos y aún en sus hogares, seguían tributando al rey español, al gobierno virreinal y los funcionarios y grupos de poder de su pueblo, no contaban con dinero suficiente para comer buena carne o productos lácteos, eran vigilados y amenazados por la jerarquía de la Iglesia, lejos de ser aliviados sus males vivían una crisis semejante a la que menciona la propaganda española en tiempos antiguos.

Un documento más sobre esta crisis de indios, castas y criollos puede apreciarse en el manifiesto del mestizo cura Morelos “Los Sentimientos de la Nación”. Aquí, Morelos expresa las intenciones de su movimiento: “1.- Que la América es libre e independiente de España y de toda otra nación, gobierno o monarquía, y que así se sancione dando al mundo las razones; 2.- Que la religión católica sea la única sin tolerancia de otra. 3.- Que todos los ministros se sustenten de todos y sólo los diezmos y primicias, y el pueblo no tenga que pagar más obvenciones que las de su devoción y ofrenda; 4.- Que el dogma sea sostenido por la jerarquía de la Iglesia, porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó; 5.- Que la soberanía dimana inmediatamente del pueblo, el que sólo quiere depositarla en el Supremo Congreso Nacional Americano, compuesto de representantes de las provincias en igualdad de números; 6.- Que los poderes legislativo, ejecutivo y judicial estén divididos en los cuerpos compatibles para ejercerlo; 9.- Que los empleos sólo los americanos los obtengan; Que no se admitan extranjeros, si no son artesanos capaces de instruir y libres de toda sospecha; 11.- Que los Estados mudan costumbres y por consiguiente, la Patria no será del todo libre y nuestra mientras no se reforme el gobierno, abatiendo el tiránico, substituyendo el liberal, e igualmente echando fuera de nuestro suelo al enemigo español, que tanto se ha declarado contra nuestra patria; 12.- Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto; 15.- Que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud”[3].

La intención de Morelos por desaparecer la esclavitud y el sistema de castas estaba ligada a una visión ilustrada y liberal de la época que ofrecía una igualdad jurídica ciudadana, tal como Roma hubo de dotar a sus ciudadanos para su mayor enriquecimiento. Moderar la opulencia y la indigencia era premisa fundamental de una nueva sociedad equitativa, más justa en la distribución de su riqueza e inspirada en un gobierno ejercido por el pueblo como ciudadanos que son de México y depositado en el Supremo Congreso que equivale a la creación de una institución de justicia a base de los tres poderes, y que el pueblo deje de pagar impuestos excesivos por ser injustos y a dos instituciones: la Iglesia y el Estado.

De esta manera se demuestra que el movimiento revolucionario de Independencia nació de los grupos criollos y mestizos que no podían actuar libre y justamente (jurídica y moralmente) en la toma de decisiones del poder público y su lucha era por formar parte de un gobierno que favoreciera su posición social y económica y de paso haciendo padecer menos al pueblo (castas e indios) así como liberar de la esclavitud a los hombres. Sus propuestas perjudicaban el status quo de los más encumbrados y privilegiados grupos de poder en España y Nueva España (los españoles). Sin embargo, la Independencia se concedería, no a los criollos ni a los mestizos, sino a los liberales europeos quienes cosecharon de la insurgencia. Al respecto Iturbide escribió: “Americanos: Bajo cuyo nombre comprendo no sólo a los nacidos en América, sino a los Europeos, Africanos y Asiáticos, que en ella residen: tened la bondad de oírme, Trescientos años hace la América Septentrional de estar bajo la tutela de la Nación más católica y piadosa, heroica y magnánima. La España la educó y engrandeció, formando esas ciudades opulentas, esos pueblos hermosos, esas provincias y reinos dilatados, que en la historia del Universo van a ocupar lugar muy distinguido, aumentándose las poblaciones y las luces, conocidos todos los ramos de la natural opulencia del suelo, su riqueza metálica, las ventajas de su citación topográfica; los daños que origina la distancia del centro de unidad y viendo que la rama es igual al tronco: la opinión pública y la general de todos los pueblos, es la independencia absoluta de la España y de toda otra Nación. Así piensa el europeo, y así los americanos de todo origen”[4].

Con estas ideas, el Plan de Iguala resultó ser una proclama de Unión, dejando a los habitantes del nuevo reino de México (una Monarquía Constitucional) sin enemigo y asegurando la fraternidad, orden y quietud interior, reconciliando a los criollos con los gachupines a los que se sumaba la ambición de Hidalgo establecida en Guadalajara y a la de Morelos en sus muchos decretos de contenido social, una proclama de Igualdad no sólo entre españoles nacidos en Europa o en América, sino la del africanos y asiáticos residentes en América, todos, ahora, habitantes del imperio mexicano sin mayores distinciones que su mérito y virtud.

Las luchas del siglo XIX por generar un Estado Liberal Republicano en contra del Monarquismo Conservador fueron el punto central que no pudo resolver el movimiento revolucionario de Independencia y las luchas entre federalistas y centralistas traería como consecuencia la debilitación del poder político de México y la intervención de potencias extranjeras para adueñarse del territorio nacional hasta que finalmente, el republicanismo se instauró primero con Juárez y luego con Díaz, pero con visiones partidarias distintas.

III

El espíritu ilustrado de la revolución de Independencia es sin duda el punto nodal que debe ser señalado aquí si queremos actuar en consecuencia de manera crítica frente a nuestros actuales gobernantes y detener la actual crisis de gobernabilidad.

Con la revolución de Independencia, se logró en cierto sentido garantizar una autonomía política, es decir, ejercer la política interna con base en intereses nacionales y no extranjeros; la unidad de un pueblo bajo un gobierno justo con el objeto de que se desarrollara como nación y poder combatir la intervención extranjera; la abolición de la esclavitud, de las castas y los privilegios para hacer que todos fueran ciudadanos de un país, mexicanos, iguales ante la ley; garantizar la libertad en las costumbres que cada pueblo tenía y profesar la ley; crear un ejército leal al estado de derecho y mantenerlo unido a las aspiraciones y necesidades del pueblo; mantener en una esfera de protección a los ciudadanos mexicanos frente al extranjero; crear una serie de leyes que garanticen la libertad y paz de los ciudadanos que trabajan y viven honradamente en el país; el fin del tributo y la obligación de impuestos justos; la comprensión acerca de que la soberanía dimana inmediatamente del pueblo quien la deposita en un Congreso Nacional compuesto de representantes de las provincias; la comprensión de que el gobierno se ejerce por los poderes legislativo (Creación de leyes), ejecutivo (Diligente en cumplirlas) y judicial (Legal en instituirlas); la instauración de leyes que moderen la opulencia y la indigencia, aumentándose el jornal del pobre para que mejore sus costumbres alejándolo de la ignorancia, la rapiña y el hurto.

Ahora nos toca a nosotros entender y valorar su importancia y pertinencia a fin de  preservar estos logros si no hemos de querer perderlos ante la vorágine tecnocrática neoliberal de nuestra época.


[1] Hidalgo. “Manifiesto”, Guadalajara, diciembre 15, 1810, en Ernesto Lemoine, Insurgencia y república federal. Banco Internacional/Porrúa. México, Pp. 103-104.
[2] “Desengaño a los indios haciéndoles ver lo mucho que le deben a los españoles. Impreso con Superior Permiso en la Oficina de Valdés en dos partes. En Diálogos de la Independencia. INBA/SEP México. Pp. 30-43.
[3]  En Ubaldo Vargas, Morelos Siervo de la Nación”. Porrúa. México.
[4] Proclama de Iturbide que antecede al plan de Iguala. 24 de febrero de 1821.

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