martes, 4 de enero de 2011

La personalidad polifacética de Hernán Cortés


Marcelo Ramírez Ramírez

         Sin alcanzar las alturas de las grandes obras literarias, hay libros dignos de recomendarse porque nos introducen en el conocimiento de temas esenciales de la ciencia, la historia o la cultura. Son más dignos de reconocimiento cuando al dominio del asunto tratado, añaden cierta gracia y sentido del humor que hace de la lectura un verdadero deleite. Hoy me referiré a uno de ellos, debido a la pluma erudita identificada amorosamente con los temas nacionales de Don Artemio de Valle Arizpe. Don Artemio no se rendía a la fácil seducción del nacionalismo folclórico; su amor a México se expresa en el afán de comprenderlo y para ello nada mejor que comprender a los hombres y mujeres que lo han forjado con el pensamiento y la acción; con sus pasiones positivas y negativas. Así, con todos sus rasgos humanos es como nos presenta al conquistador de México en la obra Andanzas de Hernán Cortés. Don Artemio no racionaliza en ningún sentido, ni para exaltar la grandeza de Cortés minimizando o justificando sus errores y atropellos, ni para demeritar la hazaña extraordinaria que llevó a cabo. Su relato parece seguir el consejo de los antiguos: no juzgar, no condenar, simplemente comprender. El lector será responsable de hacer el balance después de ver desfilar ante él la existencia completa y compleja que se le ha mostrado. Entonces seguramente sentirá necesidad de ahondar en esa vida, porque los relatos, aun los más fieles, siempre dejan en la penumbra del misterio eso que se llama la personalidad de un ser humano.

         El descubrimiento de América y su posterior colonización, da inicio a la época de expansión del Imperio Español. Durante ese periodo España deja de estar en la periferia del mundo europeo, para convertirse en uno de sus focos principales de poderío militar y desarrollo en los diferentes ámbitos del arte, la ciencia y la cultura. España empieza a vivir su edad de oro, esa edad que será única y permanecerá para siempre en el fondo de la conciencia española como un sentimiento de legítimo orgullo, mezclado con nostalgia por lo que un día fue y ya no será. España no quiso o no pudo aprovechar las riquezas del nuevo mundo para ingresar con fuerza en la modernidad, como lo hizo en primer lugar Inglaterra y luego otras naciones. En muchos sentidos, seguirá siendo una potencia medieval y éste es un asunto al que no podemos ser ajenos, porque nos ayuda a explicar por qué tan a menudo perdemos, como nación, las oportunidades de alcanzar los grandes objetivos; cuando momentáneamente logramos el éxito, perdemos el control de las circunstancias para volver a ser el país de los proyectos inconclusos. Desde luego no es éste un mal irremediable, por eso es conveniente buscar su origen, pues sólo la educación podrá re-formar, preparar al pueblo, principal componente del Estado Nacional para volverse consistente en el éxito. Pero esta es otra cuestión y deberá tratarse por separado; por tanto volvamos a las Andanzas.

         El título de un libro es el primer acierto o desacierto de su autor; aquí el acierto es absoluto. El término andanzas alude a un espíritu inquieto, aventurero, un tanto inestable; también nos sugiere la idea del individuo que suele meterse en líos y que en saliendo de uno encuentra otros, como si las dificultades también lo buscaran. En Cortés sus andanzas resultaron extraordinarias, porque es un hombre de genio y lo que hace o le hacen adquiere de inmediato la índole de lo excepcional.

         Don Hernando Cortés ó Hernán Cortés como nos es más conocido, vivió inspirado por tres propósitos: la búsqueda de la gloria, la ambición de poder y riquezas y el disfrute del amor sensual. Con esto último no quiere decirse que fuera ajeno a las cualidades morales de la mujer, pero fue sin duda la belleza física, la atracción carnal, la causa de sus deleites y problemas en el campo amoroso, como muy bien se destaca en Las Andanzas. Otras motivaciones hubo aparte de las tres señaladas, pero quedarán subordinadas a éstas, que lo impulsaron a esfuerzos inauditos, poniendo de manifiesto una fuerza de voluntad inquebrantable, notables dotes políticas, inteligencia aguda y perspicacia para explotar las flaquezas de sus semejantes. Cortés poseía el carisma de los grandes capitanes como Alejandro, Aníbal y Julio César; siendo lector asiduo de este último en su guerra de las Galias. Como ellos, contó con la adhesión incondicional de quienes decidieron seguirlo, incluso en las circunstancias más adversas, con riesgo de sus vidas. Las mejores cualidades y las peores fallas de los hombres que hicieron la conquista de América las encontramos en don Hernando. Hombre de su siglo, su figura, cuando nos acercamos a ella, nos resulta extrañamente familiar, quizá porque en ella nacen las raíces que han nutrido la idiosincrasia de nuestro pueblo. La tierra conquistada por Cortés fue llamada espontáneamente –nos dice el maestro Justo Sierra-, Nueva España por los marinos de Grijalva; más tarde así quedó bautizada oficialmente por petición del Conquistador al Rey, y con ese nombre fue conocida hasta el momento de la Independencia, en el que recobra el antiguo nombre tribal derivado de Metl, el maguey del pulque; de aquí procede meshica o el que consume el néctar del metl, mexicano como ahora somos conocidos y México, la patria común.

         Los hechos narrados en Las Andanzas cobran, casi todos, por no decir todos, alcance histórico. Comentaré alguno de ellos omitiendo detalles que, aunque interesantes, harían más amplio un texto que pretende ser ágil y, hasta donde sea posible, breve.

1 comentario:

Kabookmq dijo...

Los hechos narrados en Las Andanzas cobran, casi todos, por no decir todos, alcance histórico. Comentaré alguno de ellos omitiendo ideandando.es/que-es-la-democracia/