miércoles, 10 de noviembre de 2010

Un Hombre de la Revolución

Abelardo Iparrea Salaia§

 "Hombres y mujeres sufren por igual la tiranía de un ambien­te  político y social que está en completo  desacuerdo con los pro­gresos de la  civilización y las conquistas de la filosofía."
 Ricardo Flores Magón

Nicolás Tomás Bernal Manjarrez es UN HOMBRE DE LA REVOLUCION. Sinaloense él, merece holgadamente, ahora que hacemos su exhumación, su rescate y su recordación, ser ubicado en el discreto altar de la his­toria a que lo condujeron su conducta, su decisión, su lealtad, sus convicciones y su infatigable batallar para poner siempre a salvo, con su integridad, la integridad de ese otro hombre superior que fue Ricardo Flores Magón, y dejar incólume y sin mancha el periodo revo­lucionario generado por el más honrado y heroico de los anarquistas mexicanos.
            La suya -la de Nicolás Tomás- es una historia que se desenvuelve sobre lo ordinario de toda existencia, en tres momentos estelares  de su longevo transcurrir:
a) Todo cuanto tuvo que ver, en sano desarrollo, desde su nacimiento (21 de diciembre de 1892), protegido en los brazos de Juana Manjarrez, su madre, y en los de Ignacio Bernal, su padre, que formaban hogar en el breve caserío de San Ignacio, Sinaloa, a las márgenes del río Piaxtla, hasta su candorosa adolescencia, teniendo como haberes algunos conocimientos rudimentarios, incluidos rudimentos del idioma inglés que más adelante habrían de servirle en mucho,  y sumaba también algunas agudas emociones que le habrían de seguir; para entonces tiene ya 16 años y estamos en 1908, cuando ya se han dado las primeras asonadas y algunos estrépitos de advertencia sobre la rebelión pronto a suceder.
b) Luego viene su primer asomo social, más en serio, sus iniciales relaciones y el arranque de su madurez in­telectual y de conciencia como ciudadano en ciernes y como mexicano que desde esa temprana etapa existencial tira ya en favor de las cau­sas esenciales de su pueblo, de su país, en cuya gran batalla por armar un porvenir mejor y digno, participará agotando en ello su juventud primera, y al no ser suficiente la parte ésta de su vida, su vida en­tera. En ese lapso habrá de entrar en contacto y conocer a gente ya muy conocida por sus virtudes y su valentía, por su inteligencia e integridad ciudadana. Entre 1908 y 1909 participa de las inquietudes y anhelos de lucha de varones singulares como Rafael Buelna[1], alumno entonces del Colegio Rosales, que más tarde se convertiría en la Universidad de Sinaloa; Juan y Francisco Valadés, que dirigían el pres­tigioso periódico El Correo de la Tarde, opositor abierto del porfi­rismo y por ello perseguidos sin que sus plumas y sus voces se doble­garan en su largo y azaroso bregar de rebeldía; Heriberto Frías[2] quien en esas horas asume la dirección de ese vocero social, acuerpando esa lucha de oposición y denuncia que no le era ajena; y Ramón F. Iturbe[3], mozo líder popular en esa etapa. Otros más seguramente, pe­ro estos nuevos amigos supieron dejar en él esa esencia, esa energía, la voluntad e impronta que habría de distinguirlo de los hombres co­munes. Está con ellos, con ese tipo de batalladores, hasta entrado el año de 1910, cuando algunos sucesos marcaban el rumbo -inspirados en el magonismo- de lo que habría de seguir en contundente marcha, y es que en 1906 y 1908 la conciencia popular despertaba por los clarines de combate en Jiménez y Acayucan, Viesca y Valladolid[4] y los que vendrían en Casas Grandes, Janos y Palomas, entre otros muchos puntos de candente contacto.

c). El tercer momento vital de Nicolás Tomás lo constituye su aproxi­mación física, emocional e ideológica con Ricardo Flores Magón[5] y su posterior total entrega a la lucha que el notable ácrata jefaturaba en compañía ejemplar de varones de semejante estirpe y pensamiento como Anselmo L. Figueroa, Praxedis G. Guerrero, Enrique Flores Magón y Librado Rivera[6], a quienes Nicolás conoció y trató en terrenos de los Estados Unidos de Norteamérica y de quienes absorbe la riqueza cultural y de ética revolucionaria para el cabal cumplimiento del papel que habría de jugar en el gran escenario de la vida nacional en convulso movimiento. A la mente de Nicolás Tomás, luego de sus incontables entrevistas con Ricardo Flores Magón y de leer sus obras, ar­tículos y discursos (muchos de los cuales oyó directamente), y de re­cibir de él todo un epistolario en que el ilustre oaxaqueño deja ní­tida su imagen y su fértil pensamiento, llegó la sistemática lectura de otras fuentes y múltiples acercamientos con ideólogos y luchado­res de otras latitudes, de que provenía el caudal de ideas y plantea­mientos que armaron la base teórico-filosófica y social en que todos ellos sostenían la nunca declinada intención de sus batallas. Y allá en los Estados Unidos de Norteamérica, en medio del fragor se hace ingeniero electromecánico. Con semejante bagaje se incorpora de lleno y de lleno asume, al lado de Ricardo y de su grupo heroico, la responsabilidad de servir como enlace, difusor y distribuidor del periódico Regeneración[7] y de otras muchas publicaciones de igual o se­mejante carácter, entre el pueblo, especialmente entre los obreros, artesanos y campesinos, con la idea de prepararlos para su redención social y económica, cultural y política.
Para este tiempo -parte madura de 1910-, acomodándonos con los conceptos y palabras de Arnoldo Kraus -"Humillación. Breves Notas”, Artículo periodístico-, en el alma de Nicolás Tomás anidaba la convicción de que "en múltiples sen­tidos humillación equivale a ausencia de futuro... donde los desplaza­dos carecen de lugar, a pesar de que deben compartir el mismo espacio con quienes los han borrado. Y eso es imposible. Los denigrados, por ser personas expulsadas de sus tierras, de sus casas, de su historia y de sus raíces padecen heridas que nunca dejan de supurar… La historia ha demostrado que la humillación carece de límites… Si se sabe -afirma Kraus- que la ausencia de presente determina la imposibilidad de futuro, ¿por qué someterse a los dictados de quienes ostentan el poder?" Y con eso se fue de largo, en su propia interpretación, la desigual lucha del floresmagonismo, lucha también de Nicolás.
Aciagos los días y los años compartidos por Nicolás Tomás con aque­llos paladines, el destino puso a prueba su templanza al ser testigo del martirio que les tocó experimentar y el fin físico de la mayoría, en algunos casos, como el de Ricardo, acosados por la traición y el infortunio del azar. Pero él, nuestro personaje, en el epílogo -largo epílogo de su existencia- se dedica, en una espiral de vía crucis, al incesante batallar -en solitaria guerra- para mantener -como asentamos ya- viva y limpia la imagen, pensamiento y acción del gran ácrata, apóstol a igual medida que Madero y Belisario Domínguez, de la Revo­lución Mexicana. Al tiempo que Nicolás Tomás ajusta y organiza su pen­samiento y el siguiente programa de sus actividades, advierte lo difíciles, complejos, largos y escabrosos que serán los senderos por donde habrá de transitar. De todos modos -él lo sabe-:"cualquier destino, por largo y complicado que sea, -según lo asienta Jorge Luís Borges- ­consta en realidad de un solo momento, el momento en que el hombre sa­be  para siempre quién es." Y el bregar de Nicolás Tomás fue ese tozudo compromiso con la defensa siempre constante e inacabada por los ofendidos y humillados.

Cuando nos conocemos, Nicolás Tomás pasa de los ochenta y yo me acercaba a los cuarenta años de vida. Menudo, de blanca tez, decorosa­mente vestido siempre, de sereno mirar con sus ojos claros, como de niño, y de pausado platicar. La revolución se había ido en los trenes, fugándose con el mismo ritmo, con la parsimonia misma conque fueron de­sapareciendo los caminos donde otrora dejaron su ruda levedad los com­batientes, cientos de miles de ellos -mujeres y hombres valerosos- a pie, con huaraches o botas militares: auténticos protagonistas que pugnaban, hasta el acto supremo de ofrendar sus vidas, por alzar triun­fantes las banderas -incomprendidas muchas veces-, que los impulsaban, los inspiraban o los cobijaban con honor o con poder.

Nicolás Tomás fue, entonces, consecuente con la incesante apropia­ción que fue haciendo de su realidad y de la realidad nacional. Y es que, sin duda y conforme con la afirmación de André Malraux, "trans­formar una experiencia en conciencia, en esto estriba ser hombre", como él lo fue.

Este HOMBRE DE LA REVOLUCION termina sus días -solitario y olvidado-, en el Distrito Federal, con nonagenaria lucidez y ánimo de lu­cha. Pero es inevitable, las luces se fueron extinguiendo, como se fue­ron apagando a pausas sus viejas esperanzas de contemplar las au­roras plenas de justicia, de redención, paz y progreso para el pueblo mexicano.

En una última visita que le hice, superado el diálogo de la corte­sía obligada y amable, me pidió leer en voz alta una fracción sobre el tema "El pan del hombre", escrito por el maestro Vicente Lombardo To­ledano: "En el mundo occidental, que muchos consideran como deposita­rio de la más alta cultura, inspirada en el cristianismo que manda a los hombres amarse los unos a los otros, el pan de cada día sigue sien­do un tormento, porque la vida no se reduce a la alimentación, sino también comprende el vestido, la habitación, la salud, la educación y el disfrute de la belleza. Y la mayoría carece de pan en tanto que los menos lo tienen con exceso aun cuando a veces sólo disfruten de una parte de su fortuna." Inmediatamente me pasa una tarjeta más, y con su clara letra en ella un pensamiento de Ricardo Flores Magón, su maes­tro y amigo, como siempre lo consideró, también le doy voz suficiente: "Todo ser humano, por el solo hecho de venir a la vida, tiene derecho a gozar de todas y cada una de las ventajas que la civilización mo­derna ofrece, porque esas ventajas son el producto del esfuerzo y del sacrificio de la clase trabajadora de todos los tiempos." Hizo después el intento de pasarme otras notas de las muchas que tenía, pero se de­tuvo y me dijo: "¿Verdad, amigo, que aún hay que insistir en la lucha?... Persisten las causas que motivan la rebelión de las masas... No debemos abandonar esas trincheras... Después leeremos otros pensamientos y gra­cias por visitarme”. Ese después ya no llegó, pero él se quedó en la par­te noble de la historia nacional, ocupando el discreto sitial que con ho­nor le brinda la Patria siempre agradecida, a sus hijos honorables.

"El Sr. Bernal es -en el decir sincero de Don José Vasconcelos- un Veterano de la Revolución, ligado desde el principio con el sector ma­gonista, que tantos hombres puros, leales y valientes produjo. El Sr. Bernal es uno de ellos. No resisto a sintetizar mi pensamiento diciéndole que no conocí jamás en la Revolución, hombre más honrado, más de­sinteresado, más bondadoso y más justo, que el Sr. Bernal. Si alguna vez se hiciera una historia detallada y verídica, el Sr. Bernal tendría figura eminente, no sólo entre los precursores, sino entre todos aquellos que a cada momento han servido a la Revolución con lealtad y patriotismo."[8] Sobre él, hoy sólo hemos tocado su verdad apenas insinuada, pero lo hacemos con profundo respeto, admiración y gratitud.


§ Maestro en Pedagogía, docente de enseñanza Media de la Universidad Veracruzana, Fundador y Director de la Preparatoria Las Palmas de Poza Rica, Ver., Secretario Particular del Subsecretario de Cultura Popular y Educación Extraescolar  de la S.E.P (1971-1976),  Docente Jubilado del Instituto Politécnico Nacional.
[1] Sinaloense también, de Mocorito. Joven revolucionario, combatió con­tra Victoriano Huerta. Alto oficial de las huestes villistas. En la cam­paña delahuertista derrotó a una columna mandada por el Gral. Lázaro Cárdenas del Río al que apresa justo en la toma de Morelia, donde muere comba­tiendo (1924).

[2] Nació en Querétaro, Qro., en 1870 y muere en Tizapán, D.F. en 1925. Militar y cónsul, pero sobre todo, periodista en cuya calidad contri­buyó eficazmente con los preliminares de la lucha revolucionaria. Pos­terior a su campaña militar de Tomochic, Chih. y a la edición de su valiente novela del mismo nombre, considerada como antecedente inme­diato de la novela de la revolución, se hace cargo del periódico El Correo de la Tarde en que da a su pensamiento fecundo e indócil su elogiado desarrollo.

[3] Nació en Mazatlán, Sin., en 1889 y muere en el Distrito Federal en 1970. General maderista primero y luego constitucionalista. Protago­nizó notables hazañas como tal. Gobernador provisional de Sinaloa (1917 - 1920), entre otros importantes desempeños.

[4] Sitios del país donde tuvieron especial circunstancia los primeros enfrentamientos armados de los magonistas contra la dictadura de Porfirio Díaz.

[5] Ricardo Flores Magón nace en San Antonio Eloxochitlán, Oax. , 1873, muere asesinado en la prisión norteamericana de Leavenworth, Kansas, en 1922. Anarquista revolucionario, el más humanista y avanzado. Sobre su vida y obra hay abundantes testimonios; autor él mismo de vasta bi­bliografía. Es, sin discusión, al tiempo que precursor de la revolu­ción, precursor asimismo de la teoría del proletariado mexicano. El his­toriador y periodista argentino, Diego Abad de Santillán, al referir­se a la postura ideológica de nuestro héroe, escribió:"Más allá del ideal hay ideal; más allá de una concepción establecida de justicia, hay justicia. Y el anarquismo de Ricardo fue ese: un ir más allá de la conquista cotidiana, un ir más allá en la proyección de la perso­na humana." Y del riguroso y severo análisis que hace, en su momento Ricardo Flores Magón y sus amigos del Partido Liberal, sobre la situación del país bajo la dictadura, se anticipan (1903) las aspiraciones que posteriormente hizo suyas la revolución de 1910, muchas de las cuales se convirtieron en preceptos constitucionales (Enciclopedia de México).

Anselmo L. Figueroa, cercano colaborador de Ricardo, en momentos de grave excitación social supo contribuir a la correcta y audaz con­ducción del periódico Regeneración. Praxedis G. Guerrero, originario de los Altos de Ibarra,Gto., nace en 1882 y muere en combate en 1900. Periodis­ta, sindicalista y revolucionario de heroico decir y hacer. Librado Ri­vera nace en San Luís Potosí en 1864 y muere en el Distrito Federal en 1932; profesor de matemáticas y revolucionario puro. Sería difícil -declaraba Nicolás-, hallar otras tres personas (Ricardo, Praxedis y Librado) que lograran tener entre sí tan sorprendente afinidad de sentimientos, ideología, capacidad de lucha y calidad humana. Enrique Flores Magón nace en Teotitlán del Camino, Oax., en 1887, y muere en el Distrito Federal en 1954. Se lo considera, como a sus hermanos Ricar­do y Jesús, como precursor de la Revolución Mexicana

[7] Regeneración -alma indómita del floresmagonismo- que, con otros de su especie, llevó lejos y en luengos períodos, el pensamiento, idea­rios y lucha de sus hacedores; símbolo e instrumento que, en manos siempre limpias, impulsó la revolución de 1910. En  la Hemeroteca Na­cional y en otros recintos semejantes duerme ahora sus jornadas de tórrida difusión renovadora.

[8] Parte del texto de una misiva enviada por el célebre escritor oa­xaqueño, Lic. José Vasconcelos, al señor licenciado Teófilo Olea y Leyva, entonces (1955), ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

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